Episodio 1º
El día se había vuelto soleado, pero la temperatura seguía siendo la idónea para la clase de educación física.
Todos los alumnos de 4º E de Secundaria se estaban entrenando con esmero para el festival deportivo que su instituto, el instituto Heisner, iba a celebrar en unos días.
Pero una de las alumnas no estaba interesada en tal acto. Como siempre, ella se sentaba en uno de los bancos del gimnasio y observaba a todos los demás mientras estos se movían de un lado para otro.
Para ella, todo era aburrido y nada de lo que pudiesen hacer o decirle sería de interés alguno para su persona.
La chica siempre había sido la apartada del grupo, la que no se relacionaba con nadie e intentaba, por todos los medios, mantenerse al margen de todos los asuntos de aquel lugar.
Su color era el negro, pues todo en ella era de ese color. Pelo negro, ojos negros, uñas de pies y manos pintadas de negro, ropa negra... todo en ella era totalmente oscuro.
Los profesores sabían que era una estudiante brillante; siempre aprobaba y no tenía ningún problema con las respuestas de los cuestionarios sorpresa que les hacían rellenar a los alumnos de vez en cuando. Pero, sin embargo, no tenía esa actitud jovial que correspondía a cualquier alumno de su edad.
Tenía una especie de aura sombría y oscura que hacía que todo aquel que se le acercase, saliese corriendo espantado.
Ninguno de los alumnos que habían estado en la misma clase que ella durante todos los cursos que llevaba allí recordaba haber oído nunca el sonido de su voz y, por si fuera poco, ni siquiera los profesores lo recordaban.
Y allí seguía, mirándolos sin interés alguno y esperando a que el tiempo se acabase para poder regresar a su casa cuanto antes.
Entonces, una de las pelotas de fútbol que algunos chicos de su clase estaban usando para entrenar, rodó hasta ella y se paró a sus pies.
Uno de los alumnos del grupo se acercó con temor hasta ella y se paró a unos dos metros de distancia de donde se encontraba sentada.
Ésta miró al suelo y echó un vistazo al balón blanco y negro, acto seguido, fue elevando poco a poco la cabeza y miró al chico a los ojos.
Lo recordaba, era Michael, el alumno más solicitado en citas de toda la escuela. Era rubio y tenía los ojos totalmente azules. Se podía decir que era el chico más popular de todo el instituto y todos lo recordaban por sus grandezas en todos los deportes. Formaba parte del equipo de fútbol, del de baloncesto y del de baseball, y en los tres era el capitán.
Habían estado en la misma clase desde primero de Secundaria pero, como pasaba con todos los demás alumnos, no habían hablado nunca.
Michael se acercó un paso más y miró hacia la pelota, que seguía a los pies de la misteriosa y oscura chica.
Ésta dejó de mirarle a los ojos y pasó a mirar al frente, donde no había nadie.
-Esto... disculpa... ¿puedo coger la pelota? La necesitamos para... para seguir con el entrenamiento...- dijo con algo de pavor en su tono.
La chica parecía no haberle oído y no se inmutó ante tal pregunta.
Después de un rato de silencio, el chico se acercó un poco más y se agachó a distancia para coger la pelota. Ella bajó la mirada de repente y volvió a clavarla en los ojos azules de Michael.
-Solo voy a coger la pelota, en cuanto la tenga, me iré...- dijo desviando la mirada y volviéndola a clavar en la pelota, que seguía inmóvil.
Entonces, ella se levantó y la pelota rodó un poco alejándose de sus pies. Michael, sorprendido, volvió a mirarla y vio que ella dirigía ahora su mirada hacia la entrada al edificio del instituto. Acto seguido, emprendió el paso y se fue hasta perderse en las puertas de entrada.
El chico, algo aliviado, recogió la pelota y regresó junto con sus compañeros de equipo.
-Capitán, ¿te encuentras bien?- le dijo uno de ellos.
-Sí... pensé que no lo contaba...
-Debemos tener cuidado cuando ella esté cerca, podría lanzarnos un mal de ojo o algo por el estilo...
-No creo que pueda hacer eso, Tom...- dijo riéndose un poco.
-¿Qué no, dices? El otro día, uno de segundo la miró y se rio de ella.
-¿Y?
-Al día siguiente, no acudió a clase. Pasaron unos días y me pude enterar, por una chica de su clase, que había estado hospitalizado porque ese día se había caído por las escaleras de su edificio.
-Eso no tiene nada que ver con ella, ¿no?
-Eso no es todo...- dijo mirando hacia otro lado.
-¿Qué más ha pasado, entonces?
-Hace un año, cuando estábamos en Tercero... Un chico de Primero se tropezó con ella por error y le tiró los libros al suelo... el pobre chaval había oido hablar de ella y estaba totalmente asustado, por lo que, cuando ésta le miró desde el suelo, él echó a correr gritando de terror. Al día siguiente... durante el recreo, uno de los alumnos con los que yo jugaba al fútbol me contó que su tutor les había dicho que dicho alumno se había cambiado de instituto debido a que el día anterior había visto cosas extrañas en todos los cristales de su casa... Sus padres no tuvieron más remedio que cambiarle, pues ellos también los habían visto y su hijo les había contado lo que había sucedido.
-Qué extraño, pero... a lo mejor solo son coincidencias.
-Tú es que eres muy bueno, Michael, y no piensas mal de la gente pero... con esa actitud tuya, solo lograrás que un día de estos te lo hagan pasar muy mal.
-No hay que desconfiar de las personas, Tom. ¿A que tengo razón, Ren?
-No sé yo...- dijo mientras le pasaba el balón por razo a Tom.
-Venga, estoy seguro de que ella no tiene nada que ver con esas cosas...- dijo mirando al techo del gimnasio.
-No te lo creas si no quieres, tío, yo solo te advierto de lo que hay.
-Pero... sobre todo, no te acerques a ella, ¿eh? No queremos que le pase nada a nuestro mejor jugador.
-¿Tú también, John?
-Lo siento, pero no me puedo arriesgar a perderte. Te necesitamos para ganar los partidos del festival, te recuerdo que vienen los equipos de los institutos de los pueblos vecinos.
-Vale, vale, lo que vosotros digáis- dijo mientras seguía con el juego.
Mientras tanto, en el aula de 4º E se encontraba la chica.
Al ver que Michael, el chico más popular de todo el instituto, se había atrevido a hablarle, ya no se sentía con ganas de ver a todos aquellos alumnos esforzándose por conseguir buenas marcas en el deporte que tenían que realizar durante el festival deportivo.
Se había sentado en su pupitre y se había puesto a ojear un libro que tenía que leerse para la clase de literatura. El plazo acababa el mes siguiente y el trabajo lo habían mandado ese mismo día, pero le daba absolutamente igual. Cualquier cosa era mejor que estar sentada mirando a los chicos y chicas de su clase esforzándose por un festival que no iba a representar nada en su futuro.
Pasaron los minutos y la luz se iba haciendo cada vez más oscura; al parecer, ya era por la tarde. El timbre que daba fin a las clases de ese día había sonado y todas ellas estaban ya recogiendo y armando jaleo.
Ella no se preocupó por tal acontecimiento y siguió leyendo con atención las páginas de aquel libro. Pasaron las horas y decidió que era momento de regresar a su casa.
Entonces recordó que había dejado su maleta en el gimnasio y que este, como cualquier instalación cercana al instituto, estaría ya cerrado. Pero aún así, se levantó y se encaminó hacia él.
Para su mayor sorpresa, pudo ver que la puerta del edificio deportivo estaba completamente abierta, de par en par.
Atravesó el marco de ésta y avanzó hasta los vestuarios donde había dejado, junto con su uniforme, su maleta en su taquilla. Ésta sacó la llave del bolsillo de su pantalón corto y abrió el armario con astucia.
Una vez abierta la puertecilla, extendió la mano y agarró todo lo que le pertenecía.
Poco a poco, empezó a desvestirse, quedando así en ropa interior pero, para su sorpresa, oyó un ruido procedente de la puerta que comunicaba el vestuario femenino con el masculino. La chica dirigió su mirada hasta la puerta, que se abrió dando paso a la visión de una silueta masculina que salía por ella. Se trataba de Michael, que se había terminado de cambiar en el vestuario masculino y que se dirigía a la salida atajando por el femenino. Éste, al verla, abrió los ojos tanto como pudo por la sorpresa y se quedó helado. Al cabo de unos segundos, pudo reaccionar y se giró bruscamente para dejar de mirarla.
-¡Lo...lo...lo...lo siento mu....mucho...!- dijo cerrando los ojos con fuerza y poniéndose algo colorado.
Entonces oyó unos pequeños pasos a su espalda y se quedó más rígido todavía. Ella se había acercado hasta él sin haberse vestido todavía y le puso una mano sobre su hombro derecho. La chica era mucho más baja que él, pero aún así, ésta se acercó y le agarró de esa parte de su cuerpo con firmeza, posando sobre él su fina y fría mano.
-¡Te...te...te juro que... que no se lo diré a nadie!- dijo cerrando todavía más fuerte los ojos-. Es que... yo...yo...yo siempre me quedo hasta tarde para...para... para seguir entrenándome y...y...y eso...- dijo tragando saliva.
Ella seguía sin decir nada, no estaba dentro de su carácter el hablar con nadie. Michael, por su lado,estaba aterrado. No sabía qué podía hacer, tenía tanto miedo que ni siquiera el hecho de que fuese uno de los mejores deportistas del instituto le inspiraba el valor suficiente como para echarle cara a la situación.
-¡Por...por...por favor... no me hagas nada...!
Ésta retiró la mano de su hombro y se volvió hacia su taquilla. Se puso el uniforme, recogió sus cosas y volvió a cerrar el pequeño armario. Avanzó hasta la puerta del vestuario y se dispuso a atravesarla, pero entonces oyó como si la puerta del gimnasio estuviese siendo cerrada con llave. Michael también lo oyó y se giró bruscamente; acto seguido, echó a correr atravesando la puerta del vestuario femenino y pasando al lado de ella.
Después de unos minutos, ésta atravesó también la puerta y vio a Michael aporreando el gran portón de salida. Ella se acercó despacio y se paró a su espalda, mirándolo con normalidad y con los ojos medio cerrados, como siempre.
-¡Maldita sea! Nos hemos quedado encerrados...- dijo resbalando hasta quedarse de rodillas apoyado en la puerta.
La chica miró hacia Michael y luego elevó la cabeza hasta posar su mirada en la puerta cerrada. Después de un rato, el chico se levantó lentamente y la miró a los ojos, pero esta seguía con la mirada perdida.
-¿Alguna idea de qué hacer? Nadie abrirá esta puerta hasta mañana por la mañana- le dijo mientras la observaba, aún con algo de temor.
Esta parecía no haberle escuchado y se encaminó hacia un banco cercano. Cuando llegó a su altura, dejó su maleta sobre este y se sentó a unos centímetros de ella; Seguidamente, posó su mirada en el infinito y se quedó todo en silencio.
Michael, algo extrañado, se acercó hasta ella y se agachó para tenerla cara a cara. Éste la miró a los ojos, que no le prestaban demasiada atención.
-Oye... ¿puedo preguntarte la razón de por qué no hablas?- dijo sin apartar la mirada.
Esta bajó la cabeza y cerró los ojos. Estaba haciendo caso omiso a lo que Michael le había preguntado.
-Por favor... sé que no soy el más indicado, pero... si necesitas hablar con alguien, aquí me tienes. Sé escuchar bastante bien. Bueno, al menos eso me dicen todos, je,je,je- dijo llevándose la mano a la cabeza y riéndose un poco.
La chica volvió a mirarle a los ojos pero, al cabo de unos segundos, agarró su mochila y la abrió. De ella sacó una especie de tela totalmente negra y la extendió por el banco sobre el que se encontraba sentada. Ésta se acostó y puso la mochila a modo de almohada, después se tapó con la tela que había sacado momentos antes.
-¿Qué... qué haces?- dijo mientras se levantaba y la observaba desde arriba.
Ésta, que había cerrado los ojos, los abrió y giró la cabeza para mirarle. Michael seguía mirándola con valor a los ojos. La chica se incorporó y puso su maleta sobre su regazo. La volvió a abrir y esta vez sacó una tela azul marino y se la tendió. Éste la cogió, algo sorprendido.
-Mm... gracias, supongo...
La chica volvió a dejar su cartera a modo de almohada y se recostó sobre ella. Michael estaba algo preocupado, ¿y si era muda o algo así? Aún así, tenía que seguir intentando que ésta le hablase. Ninguna chica en todo el instituto era capaz de resistirse a hablarle, y ella no sería una excepción.
-He estado en la misma clase que tú desde primero, si no recuerdo mal... pero... no me acuerdo de tu nombre, ¿podrías decírmelo?
La chica no se había ni inmutado pero, después de unos minutos, sacó una de sus libretas de la maleta y se la tendió, dejando ver en la oscura portada de ésta, el nombre de aquella temible chica.
-"Jun Fujineko", ¿eh?... Bonito nombre- dijo mientras le devolvía la libreta.
Jun la agarró y la volvió a meter en su mochila.
-¿Tendremos que esperar a mañana para salir de aquí?
Ella asintió.
-Nuestros padres han de estar preocupados... si me hubiese traido el móvil...- dijo sentándose en el mismo banco que ella a unos centímetros de la cartera de ésta.
Entonces Jun se incorporó de nuevo y agarró su mochila. La abrió por el bolsillo delantero y sacó un pañuelo negro con bordados de calaveras. Ésta abrió el bulto y dentro de él se encontraba un móvil negro con una especie de colgante con un gato negro en su extremo. Jun lo miró unos instantes y se lo tendió a Michael. Éste la miró sorprendido, pero lo agarró sin dudarlo y marcó un número desconocido para ella.
Al cabo de unos instantes, se oyó la voz de alguien al otro lado del aparato.
-¿Sí? ¿Dígame?- dijo una voz de mujer.
-Mamá, soy yo.
-¡Hijo, ¿dónde te has metido?! ¡Me tenías muy preocupada!
-Lo siento, es que, al salir del vestuario, vi que me habían encerrado en el gimnasio. ¿Puedes llamar al conserje para que venga a abrir?
-Claro, pero... ¿cómo es que has llamado? Te has dejado el móvil en casa; es más, lo estoy viendo ahora mismo.
-Ah, es que no soy el único que se ha quedado encerrado. Una chica de mi clase se ha quedado aquí también.
-¿Ah, sí? ¿Y quién es? ¿Es guapa?
-¡Mamá, por favor!- dijo poniéndose algo colorado.
-Vale, vale... ahora vamos, esperad ahí. Por cierto... ¿quiere ella que avise a sus Padres?
-Mm... mejor que no.
-Vale, pues ahora vamos.
-Hasta ahora- dijo colgando.
Después de eso, le tendió el móvil a Jun, la cual lo cogió y lo volvió a guardar en su maleta.
-Parece que ya vienen a rescatarnos...
Jun guardó las dos telas en su cartera y se sentó adecuadamente en el banco.
-Oye...
Ésta le miró a los ojos de repente. Parecía que quería decirle algo, pero su aparente orgullo le impedía pronunciar palabra alguna.
-Lo siento...- dijo Michael, finalmente-. Siento haberte visto... antes... en el vestuario.
La chica sacudió la cabeza. Al parecer, pretendía hacerle ver que no importaba, que no pasaba nada.
-Entonces... ¿me perdonas?
Jun afirmó con la cabeza.
-Oh, gracias, gracias- dijo levantándose de un tirón-. ¿Sabes? Los chicos me habían dicho que echabas mal de ojo o algo por el estilo...
Ella lo miró de repente, algo extrañada.
-Sí, sí, lo sé... Yo no me he creído ni una palabra, pero aún así... han insistido para que no me acercase a ti. La verdad es que a mí no me parece que seas tan mala, pero me han dicho que pensando así solo lograré que me hagan daño, ¿te lo puedes creer? Deben de ver muchas películas de esas de maldiciones y tal... Yo solo vivo por y para el deporte, así que no me trago ni una palabra, je,je,je...- dijo llevándose una mano a la nuca.
Como siempre, Jun no se había casi ni inmutado pero, esta vez, había algo raro en su expresión. Al parecer, sí que había seguido el hilo de la conversación y bajó la mirada para mirar al suelo.
-Bueno... si en algún momento ves que necesitas contarle a alguien lo que te pasa, aquí me tienes para lo que sea.
La chica volvió a elevar la cabeza y le miró a los ojos; acto seguido, cerró los suyos y dejó ver una leve sonrisa en su frío y blanco rostro.
-Tu sonrisa es bastante bonita- dijo sonriendo también.
Jun dejó de sonreír y su expresión volvió a ser como siempre.
Pasaron los minutos en silencio y, finalmente, pudieron oir el sonido de la cerradura de la puerta principal abriéndose. Ésta se abrió de par en par y por ella apareció una mujer pelirroja y de estatura media.
-Hijo, ya estamos aquí. El conserje nos espera afuera, salgamos cuanto antes para no causarle más problemas a este pobre señor.
-Sí, Mamá- dijo mientras se levantaba.
-Vaya, así que esta es la chica que te ha dejado el móvil... Mucho gusto, señorita- dijo inclinándose un poco hacia adelante.
Jun, como era de esperar, no pronunció palabra alguna y recogió sus cosas para disponerse a salir por la puerta.
Cuando ésta desapareció tras ella, la Madre de Michael se viró hacia su hijo.
-Vaya... no me ha dicho nada... Te buscas unos amigos más raros...
-Mamá... ella no es mi amiga...
-Entonces... ¿qué hacíais aquí los dos solos?- dijo en plan interrogatorio.
-Pura casualidad... yo estaba saliendo del vestuario masculino, pues acababa de terminar de vestirme, ya sabes que siempre me quedo entrenando hasta tarde. Y ella... pues había venido a recoger sus cosas, se las había dejado aquí durante la clase de gimnasia.
- Vaya... me esperaba algo más "jugoso", la verdad.
-Tú siempre esperas de más, Mamá- dijo mientras la abrazaba y la conducía a la salida.
-Ya estás como tu Padre.
-Es que es verdad, y lo sabes.
Después de eso, el gimnasio quedó vacío y el conserje pudo, por fin, cerrar sus puertas.
Cuando Michael y su Madre salieron del pabellón, éste pudo ver que Jun ya no se encontraba en las cercanías y no le quedó más remedio que seguir su camino hasta su casa.
Pero algo tenía claro, y era que haría hablar, como fuese, a aquella misteriosa chica.
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