Episodio 18º
El tiempo fue pasando lentamente y el día seguía siendo igual de intenso.
Las personas que se podían ver desde donde estaban sentados parecían bastante tristes, a pesar de que no conociesen exactamente bien a la difunta. Jun no soportaba ver aquello, era como si unos desconocidos supiesen más de su propia Madre que ella misma, y eso la entristecía.
Nunca se había parado a pensar en qué pasaría si hubiese estado más tiempo con su Madre. ¿Se habrían acabado llevando bien? ¿o no habría hecho diferencia?
Después de todo, parte de la culpa era suya, pues nunca intentaba estar con ninguno de los dos el suficiente tiempo como para conocerlos.
Michael pudo apreciar su rostro y lo que vio no era muy agradable.
Al fin y al cabo, la pena que inundaba a Jun no era fácil de ver, pues siempre mostraba esa indiferencia propia de ella. Pero aún así, él sabía perfectamente que esos sentimientos existían en ella, así que la rodeó con su brazo más próximo y la acercó hacia sí mismo.
Ésta lo miró desde abajo y pudo ver que tenía una sonrisa cálida en sus labios.
-Recuerda que yo estoy contigo, pase lo que pase- le dijo.
Esas palabras, de alguna manera, la alegraron.
Era como si su ángel de la guarda hubiese acudido en el momento presiso para salvarla de su miseria.
La chica se dejó abrazar y cerró los ojos. Su rostro reflejaba ahora una serenidad increíble.
Pero esa sensación no duró demasiado, pues de repente algo empezó a moverse.
El cielo se tornó de un color oscuro y tenebroso. Las nubes inundaron dicho paraje haciendo así que todo se volviese triste.
Algunos rayos cayeron desde ellas e iluminaron el cielo, aunque por unos instantes.
Ambos se asustaron bastante. ¿Sería Lirin que venía a visitarlos?
Pero, en todo caso... ella nunca había hecho aquello.
Su llegada se podía apreciar por la oscuridad del lugar, nada más. Todo lo demás sobraba.
Entonces, un dolor agudo se hizo presente en la marca de Jun.
Ésta se llevó las manos al lugar donde se concentraba el dolor e hizo gestos de angustia.
Cuando se levantó la camiseta, pudo ver que el dibujo estaba parpadeando y tornándose a un color rojo.
La verdad es que la marca le ardía, y no sabía por qué. Lirin le había dicho que eso pasaría el día final, pero según ella todo estaba saliendo bien, así que no había ningún motivo para que aquello estuviese sucediendo en ese momento.
Es más, el tatuaje debería estar desapareciendo, y no escardando.
Misteriosamente, delante de ellos se abrió una especie de agujero negro del cual salió un chico alto.
Llevaba una especie de gabardina negra abierta dejando ver su ropa, que también era de ese color. Tenía algunos collares con cruces y se podía ver que portaba una espada en su mano derecha.
Su pelo era negro también y no demasiado corto.
Su rostro no tenía casi expresión, pero en cuanto vio a Jun, una sonrisa acudió a él.
-¿Qui... quién eres?- le preguntó Michael, mientras se levantaba bruscamente.
-¿Um? Eso debería decirlo yo.
-Tú eres el extraño.
-Pues para mí es exactamente al revés, chico.
-No juegues conmigo.
-¿Um?- dijo apuntándole con la espada-. ¿Quién está jugando aquí, chaval? Yo no vengo a eso, precisamente.
-¿Y se puede saber a qué vienes?
-¿Yo? Pues a llevarme su vida- dijo mientras pasaba a puntar con su arma a Jun.
-¡¿Qué?!
-Me lo han mandado los de arriba, no te enfades conmigo. Yo soy un simple verdugo.
-¡Esa no es razón para matar a alguien!- gritó, furioso.
-Lo siento, chico. De todas formas, creo que me estoy enrollando, así que... acabaré cuanto antes para poder irme pronto- dijo mientras se encaminaba hacia Jun, que seguía en el suelo.
La chica comenzó a preocuparse.
Se suponía que su tiempo se había alargado al encontrar a Michael, pero... aquello se alejaba de sus predicciones. ¿Estaría equivocada? ¿sería una especie de prueba para probar el amor de Michael hacia ella?
Fuese como fuese, enviar a un sicario era algo demasiado cruel, incluso para los de arriba.
-¡Deberías tener cuidado con lo que le haces a mi protegida, Greck!- gritó la voz tenebrosa que ya todos conocían.
-Vaya, vaya... pero si es Lirin- dijo, parándose en seco y mirando hacia una rama del árbol que se alzaba sobre sus cabezas.
Cuando Michael y Jun miraron hacia allí, pudieron ver a Lirin, la cual les estaba observando desde allí.
-Los de arriba me dieron más tiempo, así que tú no deberías estar aquí.
-Pues a mí me han dicho que acabara el trabajo ya, así que ya verás qué hacemos.
-Está claro que debes volver. Aquí no puedes hacer nada que no sea estorbar.
-Vaya... ¿todavía me guardas rencor por lo de aquella misión que nos encomendaron realizar juntos? qué rencorosa eres, Lirin.
-¿Yo? ¿rencorosa? No digas sandeces. Sabes que lo digo porque es lo que me han comunicado. Eres muy grosero, Greck.
-Lo siento, pero no puedo hacerle caso a alguien que no sea parte de los de arriba, así que he de cumplir con lo que me han mandado.
-Creo que sabes que no lo voy a permitir, ¿cierto?
-Ya me temía que dijeras eso- dijo mientras se ponía en posición de pelear.
-Bueno... como quieras- dijo mientras pegaba un gran salto y se posaba suavemente delante de él.
Seguidamente, la espectro alzó una mano y la puso paralela al suelo.
Extendió sus dedos y un polvo negro se formó bajo ellos.
Al cabo de un rato, dicho polvo tomó forma de espada y se endureció. Después de eso, se podía apreciar que Lirin poseía una gran espada negra.
-Estoy lista para machacarte, como siempre.
-He mejorado bastante estos años. No te será nada fácil vencerme...
-Como tú digas. Solo te advierto que yo me he entrenado con los mejores luchadores que los de arriba me han asignado, así que tampoco te será fácil derrotarme.
-Entonces será emocionante, ¿no?
-Claro que sí...
-¿Empezamos?
-Ya pensaba que no lo dirías nunca.
Acto seguido, ambos se lanzaron a por el enemigo.
El sonido del metal al chocar era increíble, pues se pronunciaba con una enorme fuerza.
Los movimientos de Lirin eran ágiles y habilidosos, mientras que los de Greck eran fuertes y certeros.
Cada uno era especialista en una modalidad diferente, pero aún así podían ser comparables y les costaba seguir los movimientos del otro.
El espectro le propinó una estocada de frente, pero ésta la esquivó dando unas cuantas volteretas hacia atrás y, asegurándose una distancia considerable, lanzó la espada con el filo por delante para que éste impactara contra el abdomen del chico.
Le fue casi imposible esquivarlo, pero milagrosamente pudo hacerse hacia un lado y el arma de su rival le pasó rozando, haciéndole así un pequeño corte en el lugar al que iba destinada.
Por consecuencia, la espada negra siguió de largo a una gran velocidad hasta que se clavó en un árbol en la lejanía.
-Vaya... ahora estás desarmada. ¿Qué harás?
-Deberías prestar más atención al campo de batalla. Creyéndote eso no ganarás; es más, tu inocencia es tu mayor debilidad.
-¿Um? No sé cómo piensas atacarme sin espada, pero bueno.
-Pues así- dijo, cerrando los ojos a modo de despreocupación.
Inesperadamente, algo atravesó con gran fuerza el muslo derecho de Greck y éste cayó al suelo, herido.
Una vez tumbado, se llevó las manos al agujero que se había abierto en su cuerpo y miró a Lirin.
-¡¿Có... cómo lo has... hecho?!- le preguntó, casi sin aliento.
-Je,je,je... sencillo. Solo he hecho que mi espada volviese a mí con el filo por delante. Puedo controlarla telepáticamente, ¿no te lo había dicho?
-Pero... ¡antes no eras capaz de hacer algo así!
-Es una habilidad que he desarrollado con los años que he pasado aquí cuidando de Jun. Como se podía esperar de mí, ja,ja,ja.
-A mí... no me hace... ninguna gracia... Maldita sea...- dijo mientras intentaba ponerse de pie.
Entonces Lirin se acercó lentamente hacia él y le puso el filo de la espada, la cual aún contenía algo de sangre del herido, en frente de la cara.
-Un movimiento en falso y pierdes la cabeza, así de sencillo es.
-Ugh...- dijo mientras desistía de su intento de ponerse en pie.
-Bien... ahora que veo que lo comprendes, te diré algo. Te dejo volver a cambio de que les des un mensaje a los de arriba. ¿Lo harás?
-¿Qué... qué otro remedio me queda?
-Veo que lo comprendes. Bueno, quiero que les digas que no entiendo por qué te han enviado. Saben que me dijeron que le ampliarían el tiempo a Jun, así que esta acción es ilógica. Solo es eso.
-De acuerdo... se lo diré...
-Vale, creo que es momento de que te largues de aquí. Ah, y una cosa más. Sea lo que sea lo que te digan, no quiero que vuelvas aquí a no ser que estés preparado como es debido. ¿Entendido?
-Gr... sí...
-Bueno...- dijo mientras se alejaba.
Después de eso, ésta puso uno de sus dedos como pulsando una especie de botón invisible y un agujero negro como el que había aparecido antes hizo acto de presencia.
-Lárgate- le dijo desde donde estaba.
-¿Có... cómo quieres que vaya...? no puedo ponerme en pie...
-Ais... esto no te pasaría si estuvieras más preparado como luchador...- dijo acercándose.
-No es culpa mía que hayas desarrollado esa habilidad sin que nadie lo supiese.
-Si fuese por ahí revelando mis técnicas, sería muy fácil para todo el mundo derrotarme, y no es plan.
-Ya...
Seguidamente, Lirin lo agarró de la camisa y lo elevó en el aire con una sola mano.
Al parecer su fuerza era increíble, pues lo lanzó hacia el interior del agujero sin dejarle siquiera a que pudiese gritar nada.
Una vez desapareció por él, éste se evaporó y todo volvió a quedar en calma, pues el tiempo había vuelto a la normalidad del día.
-Gra... gracias, Lirin- le dijo Michael, mientras se acercaba con algo de pavor.
-Es mi trabajo protegerla, ¿recuerdas?
-Sí, pero... aún así...
-No me digas que pensabas que era una persona malvada y sin compasión. ¡Ay, me partes el alma!- dijo haciendo una pose de tristeza fingida.
-Bueno... un poco sí lo pensaba...
-Son cosas que van con el trabajo, chaval. No es cosa mía el ser así. ¡Ah, Jun! ¿te sigue doliendo?- dijo mientras se acercaba hasta ella, que se hallaba de pie frente al árbol.
Una vez se hubo encontrado frente a ella, esta dejó de mirar hacia su marca, la cual había dejado de escardarle, y le dio un fuerte y emotivo abrazo a la espectro.
Ésta, sorprendida, se quedó como paralizada.
Después de que le empezara a guardar rencor, la verdad es que ya no sabía qué hacer para demostrarle que lo que hacía lo hacía por su bien. Pero prefería que siguiese siendo así porque de esa forma, cuando se tuviese que separar de ella, no sería una despedida triste.
Aún así, siempre esperó que Jun le diese las gracias de vez en cuando, pero aún así entendía el por qué no lo hacía.
Ella le había arrebatado a todos los que habían intentado animarla y luego se habían dado cuenta de su error. De no ser por sí misma, ahora mismo la chica sería una más feliz y contenta.
Eso era algo que no podía perdonarse y por eso pensaba que el odio de Jun hacia ella era el mejor de los castigos, pues se lo tenía bien merecido.
Cuando los de arriba le dijeron que debía velar por la maldición de una chica que iba a nacer, ésta no se lo podía creer. ¿Seguían existiendo las maldiciones en aquellos tiempos?
Por mucho que preguntara el por qué la habían maldecido, no paraban de decirle que no era asunto suyo y que lo único que tenía que hacer era obedecer lo que ellos le decían.
Sabía que si se oponía a sus órdenes, éstos lo pagarían con su vida, así que no tuvo más remedio que cumplir con el encargo. Pero ella sabía que eso no estaba bien.
Después de todo, ¿estaría bien hacerles daño a las personas que se acercan a ti, por mucho dolor que te ocasionen?
La respuesta era obvia, pero aún así...
Jun se fue separando poco a poco de ella y ésta pudo ver que algo en Lirin no iba bien. ¿Qué le pasaría?
La espectro, al ver su cara de preocupación, se alegró como siempre hacía y sonrió.
-Je,je,je... ¿qué pasa, Jun? ¿no me odiabas?
La chica bajó la cabeza, a modo de disculpa.
-Nunca te disculpes por algo que no haz hecho intencionadamente- le dijo mientras la agarraba de la barbilla y le levantaba la cara-. Además, tu rostro es muy bonito como para esconderlo con ese flequillo que llevas.
Realmente parecía que era una persona distinta. ¿Le estaba diciendo bonita?
-Ja,ja,ja... no deberías sorprenderte tanto. Ya te dije que yo solo estaba aquí para protegerte. Bueno, he de irme... además, creo que os esperan...
Ambos miraron hacia la multitud que momentos antes había estado hablando y pudieron comprobar que ahora estaban dirigiéndose hacia los coches que se hallaban aparcados en la carretera.
Cuando volvieron a mirar a Lirin, pudieron ver que ya no estaba allí.
Al parecer, seguía haciendo lo mismo de desaparecer sin más.
Michael, algo enfurecido por que siempre hiciese aquello, agarró a Jun de la mano y se la llevó hasta donde su Madre esperaba, impaciente.
Al llegar allí, la soltó cuidadosamente para que su Madre no pudiese ver aquello.
-Ya era hora, ¿dónde estabais?
-Pues... sentados en el árbol de allá...- dijo, señalándolo.
-¿Y te crees que es momento para irse hasta allá? Te dije que nos iríamos en cuanto esto hubiese terminado. Como vi que no estabais, decidí esperaros, pero mi paciencia tiene un límite- dijo mientras se acercaba hasta Jun y la rodeaba con sus brazos-. Pobrecita Jun... ¿este niño malo te ha arrastrado hasta un sitio al cual no querías ir? yo le daré su merecido, tranquila...- dijo despegándose de ella y encaminándose hacia su hijo con una cara que daba miedo.
-Es... ¡espera! que no la he llevado a la fuerza... eh...
Entonces su Madre se plantó a unos pocos centímetros de él y lo miró desde arriba.
La sombra que se proyectaba sobre el chico daba a entender que su Madre estaba muy por encima de él y éste se acojonó.
-Per... ¡perdón!- dijo cerrando los ojos con fuerza y bajando la cabeza.
Jun se sorprendió.
Él sabía que no había sido culpa suya, sino de ese tal Greck que les había entretenido tanto.
Pero, aún así... ¿estaba pidiendo perdón? ¿por qué lo hacía? ¿acaso no quería darle más problemas a Jun de los que ya tenía?
Entonces se acercó hasta él y se agachó frente a él, mirándolo así a la cara.
Michael, algo extrañado, la ayudó a levantarse completamente y la miró.
-No es culpa tuya, Jun.
Inesperadamente, la chica se viró hacia Arisa e intentó decirle algo, pero igualmente su voz volvió a fallarle.
La mujer no pudo evitar entristecerse.
Jun estaba haciendo un esfuerzo por ayudar a Michael, aunque eso significase intentar intentos fallidos de hablar.
Ésta le puso las manos en los hombros y le sonrió.
-Tranquila, no estoy enfadada.
La chica cerró la boca y sonrió también.
Después se dieron un fuerte abrazo.
-Vaya... a usted sí que la quiere...- le dijo una voz masculina desde la espalda.
-Se... ¡señor Fujineko!- dijo Arisa, al ver a dicho hombre acercándose desde atrás.
-Veo que sí que la aprecia...
-Bueno... es que...
-Déjelo, no hace falta que se explique. Vengo a llevarme a Jun conmigo.
-¿Qué? Creo que con todo lo que ha pasado, ella debería seguir un poco más en nuestra casa.
-Lo siento, pero ahora debemos unirnos más que nunca. Su Madre, mi esposa, ha muerto. Opino que lo mejor es que estemos más tiempo juntos.
-Lo entiendo, pero... yo pienso que es mejor que siga en nuestra casa un tiempo más. Aún es muy pronto- dijo, acercándose a él.
-Es mi decisión y es mi hija. Yo decidiré lo que le conviene o no.
-Ya veo... ¿no hay nada que pueda hacer para que desista?
-Me temo que no.
Entonces se acercó hasta Jun y la agarró del brazo.
-Vámonos. Ya iré mañana a recoger sus cosas- dijo mientras se alejaba, llevándose a Jun consigo.
-Mamá, haz algo- le dijo Michael una vez se hubieron alejado lo suficiente.
-No puedo hacer nada, hijo. Él es su Padre y tiene todo el derecho del mundo a llevársela a su casa. Ahora que su esposa no está... allí se ha de sentir solo.
-Pero es que... me daba mala espina.
-No debes pensar así de la gente, Michael. Su Padre solo quiere estar con su hija...
-¡No me digas que tú no crees que pueda hacerle algo! ¡Su cara no era precisamente la de un Padre preocupado por su relación con su hija, sino de odio! ¡Hasta tú puedes haberte dado cuenta de eso!
-¡¿Me estás llamando tonta, niño?!
-No es momento de enfadarse, tienes que hacer algo.
-Ya sabes que no puedo hacer nada. Lo siento... volvamos a casa, Michael.
-Pero...
-Déjalo estar. A mí tampoco me gusta, pero no puedo oponerme a las decisiones de su Padre.
-Ya...
Seguidamente, ambos se dirigieron al coche y se pusieron rumbo a su casa.
Por el camino, Michael no podía dejar de pensar en Jun. ¿Sería capaz su Padre de hacerle algo malo?
Aún así... Jun tenía a Lirin y con ella estaba completamente segura, pero... tal vez la chica no pudiese guardarle rencor a su Padre y así la espectro no podría hacer nada al respecto...
Fuese como fuese, todo aquello era terrible.
Tenía que hacer algo por salvarla, aunque aquello supusiese llevársela lejos de su propio Padre.
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