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viernes, 16 de julio de 2010

Corazón oscuro 8

Episodio 8º

Las horas pasaron lentamente.
Cuando Jun abrió los ojos, notó un peso sobre sus piernas.
Una vez se hubo inclinado sobre aquella extraña y desconocida cama, pudo ver a Michael con la mitad de su cuerpo sobre sus piernas y la otra mitad de rodillas sobre el suelo.
¿Dónde estaba? ¿Cuál era aquel lugar? y, lo más importante de todo... ¿qué hacía él allí?
Después de observar durante un buen rato la habitación, puso su mano sobre el hombro del chico y lo zarandeó lenta y suavemente.
Éste se levantó sobresaltado.
-¡¿Qué?! ¡Sí, estoy despierto, ¿qué pasa?!- dijo mirando de un lado a otro.
Jun se tapó la boca para reirse un poco.
Acto seguido, lo miró.
-Ah... vaya, te has despertado- dijo mientras bajaba los brazos, pues los había elevado del susto.
Ésta afirmó con la cabeza.
-Bueno, espera aquí. Mi Madre te ha preparado un caldo. Aliviará tu resfriado.
La chica se destapó seguidamente y posó los pies sobre el suelo.
-Será mejor que te quedes ahí... tienes fiebre y puedes desmayarte.
Pero no le hizo caso y se levantó.
Caminó unos pocos pasos en dirección a la puerta, pero a mitad de camino le dio un mareo y cayó hacia atrás. Michael se adelantó rápidamente y la cogió al vuelo para evitar que se diese contra el suelo.
Jun cerró un poco los ojos y luego los abrió para mirarle.
-Ya te dije que no debías levantarte- dijo mientras la ayudaba a llegar a la cama.
Una vez allí, la ayudó a acostarse de nuevo y la tapó hasta la cintura, reposando así su espalda contra el respaldar del lecho.
-Espérame aquí, no te muevas- le dijo mientras se iba.
Y allí se quedó, mirando al frente.
Entonces echó un vistazo a la habitación y pudo ver el terrible desorden que había formado.
El suelo tenía algunas camisas tiradas de deporte y los cajones de los muebles estaban abiertos a la mitad. Pudo ver que, sobre el escritorio, se encontraban su móvil y su llave de casa. Al parecer, Michael los había cogido de su bolsillo y los había dejado allí.
Lo último que recordaba era que se había quedado en el banco de un parque mirando la Luna. Pero... ¡espera! estaba lloviendo... Sin embargo, ahora ella estaba seca...
Al fijarse mejor, pudo ver que esa ropa no era suya. ¿De quién sería? y... lo más extraño... ¿quién se la había puesto?
Al cabo de unos instantes, la puerta se abrió dejando ver a Michael con una bandeja. Éste se acercó hasta ella y dejó lo que llevaba sobre la mesa de noche.
-Ah, sí. Esa ropa es de mi Madre. Te debe quedar un poco grande... ella te cambió antes porque estabas empapada- dijo al ver que se estaba agarrando la parte baja de la camisa-. Tu ropa se está secando en el tendedero que tenemos en un cuarto abajo.
Jun, al oir aquellas palabras, no pudo evitar sorprenderse.
¿Cómo era posible que unos completos desconocidos la cuidacen más que sus Padres en toda su vida?
Fuese como fuese, era algo extraordinario.
-¿Cómo te encuentras?- le preguntó mientras se sentaba en el borde y le tendía el plato hondo de caldo.
Ésta lo cogio lentamente y comenzó a comer con la cuchara que allí se encontraba sumergida.
Después de un rato, lo miró y sonrió.
-Me alegro de que te guste.
La chica siguió comiendo pero, al cabo de un rato, se fijó en que Michael tenía una cara de preocupación.
Seguidamente, dejó la cuchara dentro del plato y, con su mano libre, le agarró por la parte baja de su blusa. Éste la miró y pudo ver que le estaba preguntando con la mirada el por qué de esa cara.
-Yo... es que...- dijo mirando hacia otro lado-. Me tenías preocupado...
Jun abrió los ojos a modo de sorpresa.
-Estuve buscándote por más de una hora y no te encontraba. Pensé que te había vuelto a pasar algo...
Ésta se relajó un poco, pero continuó mirándole.
-Si te hubiese vuelto a suceder algo... no me lo habría perdonado. ¿Por qué no me dijiste que tenías problemas en casa?
Jun bajó la cabeza.
El dolor que sus Padres sentían era grande, pero el que ella sentía era aún mayor. Después de todo... unos Padres están para protegerte y apoyarte cuando lo necesitas, ¿no?
¿Y entonces por qué los suyos no se le acercaban siquiera? ¿Le tenían asco? ¿La odiaban?
No podía saberlo.
Todo había sido igual desde que tenía cinco años y nunca habían intentado cambiar, ¿por qué habrían de intentarlo ahora?
Hizo un esfuerzo por aguantarlo todos esos años, pero ya no aguantaba más. La presión y la tristeza eran enormes como para intentar esconderlo.
Así que, finalmente, las lágrimas afloraron en sus hermosos ojos negros.
Dejó el plato casi vacío sobre su regazo y se llevó las manos a la cara, para evitar que Michael pudiese verla así.
Éste, apenado, retiró el plato para dejarlo sobre la mesita y la abrazó.
El abrazo era cálido y muy confortante.
Tanto, que casi hizo que Jun se durmiese de nuevo.
Después de un rato, éste se separó lentamente y la miró a los ojos. Seguidamente, pasó su dedo índice por encima de sus pómulos y le retiró las lágrimas que allí todavía quedaban.
-Tranquila... - le dijo mirándola con una sonrisa.
¿Cómo podía alguien comportarse tan bien con una persona que apenas conocía? ¿Era una especie de ángel o algo por el estilo?
¿O estaba finjiendo para conseguir algo a cambio?
Fuese lo que fuese, estaba consiguiendo que se sintiese mejor. Al fin y al cabo, era lo que de verdad importaba.
-¡Michael, baja un momento!- le gritó su Madre desde el piso de abajo.
-¡Sí, voy!- le respondió-. Ahora vuelvo, termínate el caldo mientras esperas- le dijo a Jun.
Ésta afirmó con la cabeza y recogió el plato de la mesita para seguir degustándolo.
Acto seguido, Michael bajó al primer piso.
-¿Qué pasa?- le preguntó a su Madre, la cual estaba sentada en el sofá.
-Sé que sus Padres no vendrán, pero... lo más conveniente es que los llame.
-Ya... lo sé.
-Una cosa más.
-Dime.
-¿Quieres que se quede Jun aquí unos días hasta que la cosa se tranquilice?
-¿Có... cómo?
-Sé que sería como darle una pistola a un asesino, pero... opino que sería lo mejor- dijo en plan broma y en plan serio a la vez.
-¿Qué quieres decir con esa metáfora?- dijo mirándola con cara de desconfianza.
-Nada, nada. Dime, ¿te parece bien?
-Pero...
-No te preocupes, el cuarto de tu hermano está libre ahora que se ha ido a vivir con su novia a Inglaterra. Ella puede ocupar esa habitación.
-No es por eso...
-¿Entonces por qué?
-El caso es que no sé si ella querrá quedarse. Es muy reservada...
-Inténtalo. De todas formas, dudo mucho que le resulte agradable tener que volver allí después de lo que ha pasado hoy.
-Sí... es comprensible- dijo mientras regresaba a la planta de arriba.
-Yo llamo a su casa, ¿el número está marcado en el teléfono?
-Sí- le dijo desde arriba.
-Vale- dijo mientras remarcaba la llamada anterior.
La Madre de Michael esperó unos segundos y, finalmente, alguien cogió la llamada.
-¿Dígame?
- Hola, ¿es usted la Madre de Jun?
-Sí, ¿quién pregunta?
-Soy la Madre de Michael, un amigo de su hija.
-¿Y qué quiere?
-Verá, mi hijo a encontrado a Jun desmayada en un parque, al parecer ha cogido un resfriado. Ahora mismo está en nuestra casa descansando.
-De acuerdo, gracias por llamar- dijo mientras se disponía a colgar.
-¡Espere un momento, por favor!
-¿Sí?, ¿qué pasa ahora?
-Verá, Michael me ha contado lo sucedido y... mi Marido y yo pensamos que lo mejor sería que Jun se quedase aquí unos días. Más que nada para que las cosas se relajen un poco.
-Me parece bien.
-Enseguida me pasaré por ahí para recogerle un poco de ropa, si no le importa.
-No, claro que no. Se la prepararé y solo tendrá que venir a recogerla.
-De acuerdo, ahora voy.
-Adiós- dijo mientras colgaba.
-¿Y bien, Cariño?- le preguntó su esposo.
-No ha puesto ninguna pega...
-Vaya... qué raro, ¿no?
-Parece que es peor de lo que me imaginaba... ¿Cómo puede una Madre dejar que su hija se quede así como así en la casa de unos completos desconocidos?
-¿Crees que deberíamos hacer algo por ella?
-¿No me dices que no me meta?- le dijo en plan burla.
-Sabes que normalmente te lo diría, pero esa chica me tiene preocupado. Michael dice que no habla...
-Lo sé. Pero... no sé por qué será.
-Con unos Padres así... no me extraña demasiado, la verdad.
-De todas formas, quedarse aquí unos días le vendrá bien.
-Estoy de acuerdo- dijo mientras seguía tomándose su té.
Mientras tanto, en el cuarto de Michael, éste le había contado la propuesta de su Madre a Jun.
Ésta, al oirlo, negó con la cabeza, pero él le insistió demasiado, casi obligándola.
-Te digo que solo serán unos días, Jun. Mi madre opina que es lo mejor para que todo se relaje un poco.
Ella nunca había tenido a nadie que se preocupase tanto por ella. Aquello no podía ser intencionado, allí pasaba algo extraño.
¿Su familia era un centro de acogida para indigentes o algo por el estilo? Tanta amabilidad la tenía desconcertada.
¿Y si era verdad que su propósito era ayudarla?
Pero... nada parecido le había sucedido jamás.
¿Era esa la verdadera esencia de las personas normales? así pues... ¿debía dejarse ayudar por ellos?
Finalmente, aceptó. ¿Qué otro remedio tenía?
-Bien, voy a bajar para decirle a mi Madre que prepare el cuarto de mi hermano...- dijo abriendo la puerta y desapareciendo tras ella.
Cuando bajó al salón, pudo ver que su Madre se estaba poniendo los zapatos de salir a la calle.
-¿Qué haces? ¿A dónde vas?- le preguntó mientras se apoyaba en el sofá.
-Voy a la casa de Jun a recoger sus cosas.
-Pensaba ir yo...
-No, tú quédate con ella. Al fin y al cabo, eres su amigo, ¿no?
-Bueno...
-Pues eso, que ahora vuelvo- dijo mientras abría la puerta de la calle.
Seguidamente la cerró tras de sí, dejando a su Marido y a su hijo mirando hacia el sitio por donde se había ido.
-Les montará un pollo.
-Lo sé- le respondió Michael a su Padre.
Rápidamente, Michael subió al cuarto de su hermano para prepararlo y su Padre se puso a ver la televisión, como si nada hubiese ocurrido.
Al cabo de un rato, la Madre de Michael encontró la casa de Jun y tocó al timbre.
Mientras esperaba, pudo observar que era bastante grande.
Entonces, el aparente Padre de Jun le abrió la puerta y la dejó pasar.
-Hola, soy Arisa Risuoka, la Madre de Michael.
-Yo soy Tatsuya Fujineko, el Padre de Jun. Mucho gusto.
-Igualmente.
-Mi mujer está en el cuarto de Jun, arriba a la derecha. Allí podrá coger alguna de su ropa.
-Vale, gracias- dijo mientras subía las escaleras-. Con permiso...
Al llegar al cuarto indicado, pudo ver que, sentada sobre la cama, se encontraba una mujer con el pelo corto y negro.
Su mirada estaba clavada sobre la almohada que allí reposaba y parecía bastante perdida.
Arisa se acercó lentamente e inició las presentaciones.
-Soy Arisa Risuoka...
-La Madre de ese chico, ¿cierto?
-Sí. He venido por las cosas de su hija Jun.
-Cuídela bien.
-Descuide- dijo mientras agarraba la pequeña maleta que se encontraba cerca de la puerta.
-Ella... es una chica especial.
-¿Y por eso no se acercan a ella?- le preguntó sin ningún tacto.
-¿Cómo?- le dijo mirándola de repente.
-Una buena Madre jamás deja que su hija se quede en casa de un desconocido sin quejarse.
-Confío en usted...
-Y una mierda. ¿No me conoce de nada y dice que confía en mí? ¡Hágame el favor!
-Bueno, verá... Nosotros nunca hemos tenido demasiada relación con ella, es por eso que...
-No hay escusa para su comportamiento, señora. Siento tener que decírselo, pero usted no es una buena Madre.
-No podemos hacer otra cosa... Hace diez años, ella decidió dejar de hablar. Intentamos que recuperase la voz, pero todo fue inútil. Finalmente, nos rendimos y dejamos que continuase con su decisión...
-¿Y entonces decidieron dejar de darle cariño?
-Bueno... después de eso pasaron varias cosas que nos hicieron plantearnos si de verdad era humana...
Seguidamente, la Madre de Michael le dio una fuerte bofetada a la Madre de Jun.
Ésta, sorprendida, volvió a mirarla desde abajo.
-¡¿Cómo se atreve a decir eso de su propia hija?! ¡Puede que yo no sea la mejor Madre del mundo, pero por lo menos no cuestiono la humanidad de mi hijo.
-Pero... si usted supiera...
-Aunque su hija fuese la peor asesina del mundo, usted, como Madre suya que es, debería estar ahí siempre para apoyarla y demostrarla que la quiere porque... si ni nuestros Padres nos lo demuestran, ¿quién va a hacerlo si no?
-Sé que no nos hemos portado bien con ella, pero... le tenemos miedo. Tememos que... bueno, que pueda ocurrirnos algo...
-Veo que no hay manera de hacerla entrar en razón- dijo mientras se encaminaba a la puerta con la maleta en la mano-. Solo le diré algo más... su hija es un gran tesoro y mi hijo la quiere mucho. Si usted no le demuestra que la quiere, alguien puede hacerlo por usted y entonces, sí que la habrá perdido para siempre. Que tenga una buena noche- dijo mientras se iba dando un leve portazo.
Seguidamente bajó las escaleras y salió a la calle.
¿Cómo era posible que ese tipo de mujer hubiese tenido un hijo? ¿Acaso no sentía el más mínimo aprecio por lo que había salido de ella?
De todas formas, aquella niña necesitaba de una Madre que le demostrace su afecto. Y si la que le había dado el destino no lo hacía, tendría que ser otra quien lo hiciese.

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