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viernes, 16 de julio de 2010

Corazón oscuro 12

Episodio 12º

La estancia estaba cogiendo un tono oscuro y siniestro y la voz no parecía tener dueño físico aparente.
Michael estaba bastante asustado, pues aquel hecho era algo fuera de lo normal.
Entonces se acercó lentamente al punto de partida y se fijó en el grifo del lavamanos.
Poco a poco fue elevando la cabeza y, de repente, en el espejo que allí se encontraba se pudo ver la imagen de una chica totalmente terrorífica.
Tenía la cabeza medio gacha y el flequillo le cubría casi todo el rostro.
El ojo que apenas se podía ver tenía un color rojo sangre y la pupila de éste estaba totalmente vertical.
En sus labios se podía ver una sonrisa maléfica que asustaba bastante y que dejaba ver dos colmillos enormes.
De la impresión, el chico no pudo evitar dar un paso atrás.
-Vaya, vaya... veo que mi aspecto te asusta bastante...- comenzó a hablar de nuevo la voz espeluznante.
-¿Qui... quién eres...?- dijo mirando a la imagen del espejo que había hablado de arriba a abajo.
-Eso no puedo decírtelo. Solo he venido para decirte algo... je,je,je...
Michael miró a su espalda.
Nadie, no había nadie allí.
Entonces... ¿cómo era posible que se reflejase algo que no estaba? ¿era una especie de fantasma? ¿o algún espectro maligno?
-Ja,ja,ja... dudo mucho que puedas encontrarme ahí...
-¿Qué... qué es lo que tienes que decirme...?- dijo volviendo a mirar al espejo.
-Solo quería darte las gracias.
-¿Las... las gracias?
-Sí...
-Pero... ¿por qué?- dijo medio temblando.
-¿Por qué iba a ser? Pues por salvar a Jun, claro está.
-¿A... a Jun, dices?
-¿Eres sordo acaso?- dijo levantando un poco la cabeza para mirarlo con algo de extrañeza.
-N... no...
-Bien... era solo eso je,je,je...- dijo comenzando a desvanecerse.
-¡Es... espera! Dime... ¿quién eres?
-Ya te dije que no puedo decírtelo... pero tranquilo... si sigues haciéndolo así de bien... puede que te responda... je,je,je. Nos volveremos a ver, Michael Risuoka.
Acto seguido, la chica desapareció y la estancia volvió a su anterior color.
La luz ya volvía a entrar por las ventanas altas del baño y se podía escuchar el sonido de los alumnos gritándose los unos a los otros.
Michael se había quedado de piedra. ¿Quién sería aquella chica y qué relación tenía con Jun? ¿Era realmente un fantasma como se había temido?
Seguidamente, el sonido de la puerta abriéndose lo despertó.
-Capitán, ¿qué haces ahí? El partido va a comenzar- le dijo Ren desde la entrada.
-Ah... lo... lo siento. ¡Ya voy!- dijo mientras terminaba de espabilarse.
De camino a la cancha en la que tendría lugar el partido de Baloncesto, Michael no pudo evitar volver a pensar en aquella temible chica.
¿Por qué le había dado las gracias? Dijo que era por lo de salvar a Jun, pero... ¿a qué se refería exactamente?
Estaba claro que tendría que ser por lo de salvarla de la muerte, pero aún así... ¿por qué se lo agradecía? ¿quién era?
Pasaron los minutos y éste no conseguía concentrarse del todo en el partido, así que varios jugadores del equipo contrario chocaron con él varias veces y muchas de ellas cayó al suelo.
Sus compañeros lo ayudaban a levantarse, pero igualmente seguía estando ido.
-¡Michael, ¿se puede saber qué te pasa?! ¡Espabila!- le dijo el entrenador que allí se encontraba.
Entonces despertó de repente por los gritos de dicho hombre y vio que la pelota iba directa a él, pero ya era tarde.
Ésta acabó impactándole en la cara, haciendo así que se cayera hacia atrás y se quedase tumbado, boca arriba, sobre el suelo. Todos acudieron hasta donde él se encontraba y lo ayudaron a levantarse.
Tenía todo el cuerpo destrozado debido a las caidas y ahora su cara también estaba rasguñada. Le sangraba la nariz y éste ni siquiera se estaba enterando de qué pasaba. Solo tenía una cosa en la mente, y eso era el por qué de la aparición de aquella chica.
-Será mejor que te sientes hasta que te creas capaz de volver al partido, Michael- le dijo el profesor.
El chico se encaminó medio cojeando hasta el banquillo y se sentó.
Tenía la mirada perdida y no estaba prestando atención a nada de lo que pudiesen decirle. Lo único que respondía era lo básico: sí, no, no sé...
-Michael, ¿qué te pasa? Estás como ido desde que has vuelto del baño...- le dijo John, que se hallaba sentado a su lado.
-Sí...
-¿Y lo admites como si nada? ¿Me estás haciendo caso?
-Sí...
-No me mientas... ¿qué te ha pasado?
-No lo sé...
-¡No te hagas el tonto conmigo, tío! ¡Qué te estoy hablando!
-Sí, vale...
-¡Ahh! ¡Respóndeme algo coherente, coño!
-Sí, sí...
Seguidamente, le agarró del cuello de la camisa y lo hizo elevar algo la cabeza.
Al parecer, se había vuelto a "despertar"
-¡No juegues conmigo, joder! ¡Dime qué coño te pasa!
-No... no es nada...- dijo mirando hacia otro lado.
-¡No esquives la pregunta, maldita sea!
-No... no lo esquivo, es solo que... algo me tiene preocupado.
-¡¿Y se puede saber qué es?!
-No puedo contártelo, lo siento...
-Entiendo...- dijo mientras le soltaba-. Si crees que no puedes contármelo, te respeto. Pero más te vale estar a lo que estas. Ahora lo importante es el partido... ¿qué pensará tu Madre cuando te vea llegar así a casa?
-Ah, pues...- dijo echando un vistazo al aspecto de su cuerpo.
Al parecer se había caído bastante sobre aquel campo de tierra, pues estaba lleno de raspones y heridas leves.
Algunas magulladuras tenían sangre incluida y su nariz le dolía un poco a causa del golpe anterior.
-Será mejor que vayas al baño a lavarte...
-¡No!- gritó, cortándole.
-¿Eh?- le preguntó, algo extrañado.
-Ah...no, no es nada...- dijo bajando la cabeza, avergonzado.
El partido ya iba a llegar a su fin y el equipo de Michael iba perdiendo por seis puntos.
La verdad es que ese día había estado bastante activo y no quería romper la racha que había estado llevando durante todo el tiempo, así que se levantó e inició una sustitución de último momento.
Cuando pudo volver a jugar, todos comprobaron que se había repuesto y encestó bastantes canastas.
Finalmente acabaron ganando por más de diez puntos y todo gracias a su esfuerzo de última hora.
-Vaya... al final te aplicaste como es debido, Capitán- le dijo Tom.
-Sí, bueno...
-¿Qué le vas a decir a tu Madre cuando te vea así?- le preguntó Ren.
-Pues tendré que decirle la verdad. ¿Qué si no?
-Pues ya te veo con un pie en la calle, amigo mío- le compadeció John.
-Tendré que pedirle que por favor me deje entrar en casa, je,je,je...
-No te será fácil, chaval- le dijo Tom mientras le pasaba un brazo por encima del cuello.
-Ja,ja,ja lo sé, lo sé...- dijo intentando zafarse de él.
-Bueno, sea como sea, esperamos que estés igual de activo mañana. Aunque... puedes olvidarte esa vagancia de antes en tu cuarto, eh.
-Qué sí, qué sí. Hasta mañana, chicos- les dijo mientras se iba por una calle distinta a la de ellos.
A la vez que iba caminando, no podía parar de pensar en aquello que le había sucedido.
¿Se estaría volviendo loco? ¿estaría viendo visiones o algo por el estilo?
Fuese como fuese, debía averiguarlo.
Cuando llegó a su casa y entró, su Madre y Jun, que estaban en la cocina, se acercaron hasta él al verle en tan mal estado.
-¡Pero bueno!
-Mejor ni hables- le dijo a su Madre, suspirando.
-¿Cómo que ni hable? ¿Qué te ha pasado, a ver?
-Pues nada... lo típico del deportista...
-¿Y qué se supone que es lo típico del deportista?- le dijo mientras acercaba su cara a la suya.
-Solo han sido unas caídas de nada...
-¡¿Unas caídas de nada?! ¡¿Has visto cómo has dejado la ropa?!
-¡¿Ah?! ¡¿Solo te estás preocupando por la ropa?!
-¡Pues claro, ¿por qué más iba a ser si no?!
-¡Será posible! ¡¿No te importa que esté herido?!
-¡¿Herido?! ¡Ja,ja,ja! ¡Me importa más la ropa, niño!
-¡Pero serás...!
Ambos estaban encarándose el uno al otro.
Parecía una de sus típicas peleas, pero aún así...
Entonces Jun se fue hasta la cocina y regresó con un paño húmedo.
Se acercó lentamente hasta el núcleo del griterío y se agachó. Acto seguido, comenzó a pasarlo por las heridas de las piernas de Michael.
Madre e hijo, al verla, se callaron.
-Jun... no hace falta...- le dijo Michael bajando los brazos, pues los había subido para encarar a su Madre.
-No hace falta que intentes limpiarle las heridas. Que se duche y se escarde solo.
-¡Pero bueno!- dijo volviéndola a mirar con enfado.
Aún así, Jun seguía limpiándole suavemente las heridas.
Poco a poco, todo rastro de sangre fue desapareciendo y Michael se quedó más limpio que cuando llegó.
Después de eso, la chica se incorporó y se fue corriendo hasta el baño. Cuando regresó, pudieron ver que traía con ella un bote con "desinfectante para heridas" y unos trozos de algodón.
Seguidamente, comenzó a expandir el líquido por uno de los algodones y lo pasó por algunas de las heridas del chico.
Le escardaron un poco pero, después de unos segundos, ya se encontraba mejor.
Una vez todas las heridas se hallaron curadas, Jun se levantó, dejó lo que había utilizado donde estaba y regresó al salón.
-No era necesario... en serio...
Ésta le miró y sonrió.
-Deberías darle las gracias. Por lo menos te ha curado, cosa que yo no iba a hacer.
-¡No hace falta que lo digas, ya me lo suponía!
-Pues vale... Vamos, Jun. Tenemos que terminar la cena.
Seguidamente, las dos se encaminaron a la cocina y se perdieron tras sus puertas.
Michael, algo dolorido todavía, se acercó hasta su Padre y se sentó a su lado en el sofá.
-¿Qué ves?
-Pues... las noticias.
-¿Algo interesante?
-No demasiado. Ah... están dando una noticia de hace días.
-Anda... está hablando del secuestrador...
-Sí, al parecer murió hace unos días al ser aplastado por unos escombros.
-Am...
Se le había olvidado contarles eso a sus Padres pero, de todas formas, ya era algo tarde. Y seguro que su Madre saldría con la sartén y comenzaría a darle en la cabeza, como solía hacer siempre que se enfadaba con él.
Así que mejor se lo seguía guardando hasta que no tuviese otro remedio que contarlo.
Pasaron los minutos y la cena ya se había servido totalmente.
-Jun... ¿irás mañana al instituto?- le preguntó Michael mientras comían.
Ésta afirmó con la cabeza mientras bebía un poco de su zumo de manzana.
-Ya veo...
-Al parecer no quiere perder ni un día más de instituto...
-No se pierde gran cosa...
-Lo sé, hijo. Pero aún así... si se pasara todo el día aquí, acabaría aburriéndose.
-Ya... cierto...- dijo cuando fue a coger el último filete que se hallaba sobre uno de los platos.
-¡Eh! ¿A dónde crees que vas?- le dijo su Madre.
-¿Cómo?
-Tú ya te has comido tres de los ocho filetes que habían ahí, ese es para mí- le dijo mientras se disponía a cogerlo.
-¡Ni hablar! ¡Yo lo he cogido antes!- le dijo mientras peleaba contra los palillos de su Madre.
-¡No seas tacaño, niño!
-¡Y tú no seas estricta, vieja!
-¿Cómo has dicho?- dijo sacando un misterioso cuchillo de carnicero de debajo del mantel.
-¿De... de dónde has sacado eso?- le dijo apuntándola con el dedo y haciéndose un poco para atrás.
-Pues de la cocina, ¿de dónde si no?- dijo acercándose a él volteando la mesa.
-No... no te me acerques- dijo mientras se levantaba y echaba a correr.
Acto seguido, Arisa comenzó a seguirle y empezaron a dar vueltas alrededor de la estancia.
-¡Te voy a enseñar a respetar a tus mayores, niño!- dijo mientras le perseguía.
-¡Esa no es manera de enseñar nada!- dijo mientras huía.
Mientras tanto, el Padre de Michael y Jun continuaban sentados, ignorando aquella escena.
-Jun, coge ese último filete si quieres. Yo me lleno enseguida...
Ésta dudó un poco, pero enseguida lo cogió y lo partió en tres trozos aparentemente iguales.
Después de eso, puso un trozo en el plato de Arisa y otro en el de Michael. El restante se lo comió ella.
Éstos dos, al verla, pararon la actuación y volvieron a sus asientos. Jun los miró y sonrió felizmente.
-Creo que... nos ha vencido- dijo Arisa.
-Te lo tomas todo demasiado a pecho, Mamá- dijo mientras se comía el trozo que Jun le había servido.
-Y tú no te quedas corto- dijo, imitándole.
-Bueno, chicos. ¿Mejor?- preguntó el Padre de Michael.
-Sí...- dijeron los dos, al unísono.
Después de la cena, Arisa se encargó de la limpieza y Jun se subió a su cuarto a estudiar un poco mientras que Michael se quedó a mirar la televisión con su Padre.
Una vez sentada en el escritorio del cuarto, comenzó con la lectura.
Cuando ya llevaba un buen rato estudiando, la lamparita que se hallaba sobre la mesa comenzó a parpadear. ¿Se habría fundido el bombillo?
Y entonces, sin previo aviso, la estancia se quedó a oscuras.
Se fue virando poco a poco y se encaminó hacia el interruptor que se encontraba en la pared. Su plan era encender la luz principal del cuarto, pues hasta ahora había tenido solamente encendida la lamparita que en la mesa se veía.
De camino al lugar donde se encontraba la pequeña palanca, se encontraba un espejo bastante alto y algo ancho.
Al pasar frente a él, Jun se quedó parada y miró al cristal.
-Qué escena más encantadora...- dijo la voz de ultratumba mientras su imagen se iba formando dentro del espejo-. No esperaba que pudieses ser tan feliz en esta casa... je,je,je.
Jun la miró con furia.
-Oh... no te pongas así.
Ésta la ignoró y miró hacia otro lado.
-Venga, venga... no te enfades conmigo. Sé que no debí apoderarme de tu cuerpo en aquel momento, pero es que quería darle miedo a aquel tipo tan despreciable. Con tu expresión de siempre jamás habrías logrado que se atemorizase como yo lo hice je,je,je.
La espeluznante chica la miró y continuó, a pesar de que ésta estaba enfocando su mirada hacia la ventana.
-Oye... ¿por qué intentaste suicidarte ayer? Eso no me gustó nada.
Jun cerró los ojos.
-Sabes perfectamente que tu Madre se lo merecía. ¿Crees que no sabía que no les habías guardado rencor a tus Padres a propósito?
Entonces ésta se enfadó y puso sus dos manos sobre los laterales del espejo, mirando así a aquella chica a los ojos. Su mirada expresaba una furia total.
-Sea como sea, lo hecho, hecho está. Ya no puedo cambiar el castigo y lo sabes. Vamos, vamos... no me mires así. No te preocupes... ese chico lo ha hecho bien. Ya se lo he agradecido y todo.
La chica se sorprendió al oír aquello.
-¿Por qué te crees que llegó hecho un desastre? No paró de pensar en mí durante todo el partido que tuvo después y por eso no pudo evitar caerse ja,ja,ja.
Su miraba había vuelto a cambiar.
¿Le estaba diciendo que había sido su culpa que se hubiese destrozado el cuerpo de aquella manera? ¿Acaso era por su causa?
-Vamos, vamos... no te pongas así. Sabes que solo castigo a aquellos que te hacen sufrir y a los cuales acabas odiando. El chaval lo está haciendo bastante bien. Si sigue así... incluso puede que te acabes librando de mí y todo ja,ja,ja.
Jun no aguantaba más.
No podía soportar que le estuviese diciendo aquello así que, sin quererlo siquiera, golpeó el espejo en un ataque de furia con su puño derecho justo donde se situaba la cara de aquella espectral chica y éste se rompió en mil pedazos.
Los que se encontraban abajo, al oír tal ruido, se asustaron bastante y se encaminaron al lugar de donde había procedido el estruendo.
Al llegar, Michael vio a Jun sentada en el suelo y con la mano derecha chorreando sangre. Éste se acercó corriendo hasta ella mientras sus Padres iban a por el botiquín.
-¡Jun, Jun, ¿qué te ha pasado?!- le dijo arrodillándose a su lado.
¿Qué le había pasado? ¿Estaría bien?
Ésta tenía la mirada perdida y la mantenía fija en el suelo. Al parecer, no le importaba demasiado que su sangre se estuviese derramando como si nada.
Pero, fuese como fuese, tenía que hacer que volviese en sí.
Y ahora, más que nunca, tenía que hacerla hablar como fuese... tenía que saber qué estaba pasando.

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