Episodio 40º
El tiempo pasó lentamente y, a medida que avanzaban los minutos, más insoportable se hacía la espera.
La ambulancia había llegado bastante rápido y enseguida lo transportaron al hospital, donde los médicos decían una y otra vez que no tenían ningún resultado aún.
Cuanto más gente pasaba por el pasillo, más interminable se hacía todo aquello.
La Madre de Michael, por su parte, no paraba de dar vueltas de un lado a otro en espera de alguna respuesta convincente.
Al cabo de una media hora más, uno de los primeros doctores que habían entrado en la sala hora antes, salió portando consigo una carpeta llena de folios escritos.
-¡¿Y bien?!- preguntó, desesperada, ella.
-Me temo que la historia se repite. Lo hemos estabilizado e impuesto algunas bolsitas con hielo para intentar bajar su temperatura, pero aún no despierta.
-¿Y todavía no saben qué enfermedad es?
-Lo siento, pero no. La última vez que le sucedió esto intentamos por todos los medios encontrar una razón, pero no tuvimos éxito alguno. Hoy en día, aún estamos incapacitados para darle algún motivo aparente.
-Pero él es tan jovial... siempre está activo y se mueve de un lado para otro. No entiendo cómo puede ser que un día esté feliz y animado y al siguiente tenga una fiebre enorme y no pueda ni levantarse de la cama...
-El cuerpo humano es así de misterioso. Todavía quedan muchos misterios que nosotros no podemos resolver.
-¿Y a qué espera? Póngase manos a la obra. Necesito saber qué le pasa a mi dulce hijo.
-Le prometo que haré lo que esté en mi mano para encontrar la respuesta al enigma.
-Por favor, haga lo que sea.
-De acuerdo. Ahora, si me disculpa, he de ir a encargarme de algunos asuntos.
-Claro, claro... no lo entretengo más. Muchas gracias de nuevo, doctor.
-Tranquila, para eso estamos. Puede pasar a verlo si lo desea.
-Sí, claro...
Seguidamente, el doctor se fue por el pasillo y ella entró por la puerta del cuarto donde su hijo reposaba.
Una vez dentro, avanzó hasta la camilla y lo miró desde arriba. Después de dos minutos mirándolo fijamente, le pasó una mano por su cabeza y una lágrima calló de su mejilla.
-Por qué tiene que pasar esto... yo solo quería vivir una vida feliz alejada de todo mi pasado. No entiendo por qué el destino quiere maldecirme de esta forma torturando así a mi pobre hijo...- dijo, casi en un susurro.
Mientras tanto, en la casa de Jun parecía que no tenían ninguna solución todavía.
-¿Por qué no haces lo que te digo, Jun? Seguro que así aclaras algo.
-Ya te he dicho que no puedo ir. No me atrevería ni a mirarle a la cara. Es demasiado doloroso después de todo lo que le dije...
-Tienes que ser valiente. ¿Y se supone que tú serás la que nos salvará a todos? Si ni siquiera puedes enfrentarte a algo que tú misma has dicho.
-Lo sé... y lo siento mucho, pero no puedo.
-Si no vas por tu propio pie, tendré que obligarte.
-Por favor... no me hagas ir...
-Jun... recuerda que él fue quien te salvó de tu destrucción segura. Si no hubiese sido por ese chico y sus sentimientos, tú no estarías aquí ahora.
-Sé que le debo mucho, pero...
-Pero nada, haz lo que te digo y punto. Será lo mejor, ya verás.
-De acuerdo... pero no te prometo nada...
-Entonces decidido. Mañana irás alegando que eres yo y te disculparás con él. Así seguro que se arregla todo.
-Esperemos que sí, Saya... esperemos que sí...
La tarde se hizo presente sobre la ciudad y las lámparas de las calles ya comenzaban a encenderse una detrás de otra.
Las horas pasaron y pronto llegó la noche.
Al día siguiente, Jun se levantó y vistió para el instituto.
Tal como cabía esperar, se peinó diferente, estilo Saya, para que no la reconociecen y salió a la calle, rumbo a la escuela.
Después de unos minutos caminando, llegó a la puerta principal del centro, donde vio de lejos a Ren, el cual estaba esperando.
La chica, algo avergonzada, pasó de largo sin saludarle.
-Adiós, Saya. ¿Qué pasa? Ahora que no viene Jun, ¿no nos vas a hablar más?
-Lo que ella haga no es asunto mío- dijo con el tono que Saya solía emplear.
Aquello era algo cruel por su parte pero, tal como había pensado mientras iba hacía allá, tenía que comportase como su hermana lo haría para no levantar sospechas.
-Qué arrogante...
-Sí, ¿pasa algo? Que ella os hablase y os tratase como si fueséis sus mejores amigos no quiere decir que yo vaya a ser igual. Yo no estoy tan ciega como para ir por ahí acompañada de gente como vosotros.
-Qué agradable puedes llegar a ser cuando quieres, eh...- dijo, en plan irónico.
-Y ahora, si me disculpas, tengo que entrar en clase. No quiero seguir perdiendo el tiempo inútilmente.
-Vale, vale... ya nos veremos.
-Sí, por desgracia...- dijo mientras se alejaba.
La forma en la que había actuado la afectaba profundamente, pero no podía hacer nada más que aquello.
La verdad es que nunca se había imaginado diciendo aquellas palabras hirientes y carentes de afecto, pero era algo que debía hacer si quería pasar desapercibida y disculparse ante Michael.
Cuando llegó al aula, se sentó en el sitio donde se suponía que debía ir Saya y se puso a leer algo interesante dentro del libro de lengua extrangera.
Una vez hubo empezado la clase, se dio cuenta de que Michael no había acudido.
-Veamos... ¿Kirikawa?- preguntaba la profesora mientras pasaba lista.
-Aquí- dijo la alumna correspondiente mientras levantaba la mano para indicarle de que estaba realmente en la sala.
-¿Mireni?
-Aquí.
-¿Risuoka?
Lo preguntó dos veces más, pero no obtuvo respuesta.
-Él está enfermo, señorita- respondió finalmente, Ren.
-Ah, entiendo... ¿Qué ha sido, lo sabes, Asita?
-Tenía una fiebre elevada ayer y se desmayó. Fue llevado al hospital después de que su Madre viniese a verlo- respondió Ren.
-Entiendo... tendré que informar a los demás profesores y al director para que no le pongan parte por esto.
Jun se había quedado conmocionada.
¿Podría haber sido a causa de lo que le dijo? Si había sido así, no podía perdonarse. Jamás podría.
Michael era muy importante para ella. No aguantaría que le pasase algo, y mucho menos si era por su culpa.
Rápidamente, se levantó de donde estaba, cogió su cartera y se apresuró a la salida.
-¿A dónde cree que va, señorita Fujineko?
-Debo irme enseguida.
-¿Y se puede saber por qué? Apenas hemos empezado el día de hoy. ¿Se encuentra mal?
-No, pero tengo que irme.
-Me temo que no podrá ser.
-Déjeme pasar, por favor.
-No puedes irte sin excusa convincente.
-Usted no puede retenerme.
-¿Te pones así, jovencita?
-No me pongo de ninguna manera, sólo déjeme pasar.
-Saya, por favor, siéntate- le dijo John, desde su asiento.
-Tú a callar.
-Si no desistes, tendré que ponerte una falta grave. No solo por fuga, sino también por enfrentarte a mi autoridad como tutora.
-Póngame las faltas que le dé la gana, no me importa. Sólo déjeme irme, quítese de en medio.
-Bien, como quieras. Pero si sales por esa puerta, prepárate para un severo castigo- dijo mientras se quitaba, segura de que no se iría ante tal amenaza.
Y justo cuando el camino estuvo libre, la chica abrió la puerta sin demora y se fue escaleras abajo.
La profesora se había quedado anonadada. Nunca antes le había pasado aquello. Todos los alumnos amenazados de aquella forma habían regresado serenamente a sus asientos y se habían estado tranquilitos hasta el final de las clases. Pero ella no, ella tenía tanta confianza en sí misma que se había ido a la primera de cambio.
-Bueno... empecemos la clase...- dijo para intentar disimular su verguenza.
Mientras tanto, Jun corría sin parar calle a través en busca de algún taxi.
La desesperanza la corcomía por dentro y no podía esperar hasta estar en la misma sala que Michael.
Había ido al instituto con la esperanza de hacer las paces pero, a cambio, se había encontrado con una terrible noticia. Al parecer, la fiebre del chico era elevada y se había desmayado. Si había sido por su causa, debía remediarlo inmediatamente e ir a ayudarlo y a disculparse.
Justo al cabo de unos minutos, un taxi asomó por la esquina que tenía en frente.
La chica, apresurandose, corrió un poco más y lo llamó, asegurándose antes de tener suficiente dinero como para pagarlo.
Una vez se hubo subido en él, indicó rápidamente a dónde quería dirigirse.
-Al hospital, por favor.
-Enseguida.
El tiempo pasaba y el coche iba cada vez más despacio.
Al parecer, un atasco se había formado justo a esa hora y no había manera de saltárselo.
Después de esperar parados casi diez minutos, la chica no aguantó más y, al ver que ya se encontraban cerca de su destino, pagó el viaje hecho y se bajó del vehículo.
Rápidamente, se puso en marcha y avanzó con paso ligero hasta el centro hacía el que se dirigía.
Cuando llegó, entró sin demora y se acercó hasta el mostrador de información.
-Perdone...
-¿Sí? Usted dirá.
-Me gustaría saber si han ingresado aquí a un chico llamado Michael Ryakai.
-¿Ryakai? Un segundo, por favor.
La chica tecleó el nombre del chico en la base de datos y enseguida le dio a Jun la respuesta de la búsqueda.
-Sí, ingresó aquí ayer al medio día.
-¿Podría decirme la sala en la que está?
-¿Es usted algún familiar?
-No, pero...
-Entonces me temo que no puedo darle esa información.
-Por favor, tengo que verlo enseguida. Es urgente.
-¿Jun?- preguntó una voz de mujer a su espalda.
-Ah... usted es... la Madre de Michael...- dijo al virarse.
-Sí, soy yo. ¿Vienes a ver a Michael?
-Sí...
-¿Tan temprano? ¿Tú no deberías estar en el instituto?
-Es que me he enterado esta mañana de repente de que habían ingresado a Michael aquí, así que vine enseguida.
-Qué considerado por tu parte, pero me temo que él no está despierto aún.
-¿Está durmiendo?
-Sí... algo así. No ha despertado desde ayer...
-Vaya... Lo... lo siento...- dijo mientras le corría una pequeña lágrima por su mejilla izquierda.
-¿Pero qué dices?- le preguntó con voz dulce-. Esto no ha sido culpa tuya.
-Sí que lo es... yo... ayer... le dije unas cosas horribles...- dijo a la vez que se llevaba las dos manos a la cara, de la verguenza.
-Tranquila, Jun... Te digo yo que esto no ha sido culpa tuya. Confía en mí, ¿vale?
-Está bien...
-Ven... ¿quieres verlo, no?
-Si no es mucha molestia...
-Sígueme, te llevaré hasta su cuarto.
-Gracias...
Después de eso, la mujer le cogió la mano a Jun y la condujo hasta los ascensores.
Subieron a la tercera planta y la acompañó hasta una puerta con el número doscientos treinta escrito.
-Bueno, te dejo que estéis a solas. Yo me voy a tomar un café abajo, ¿vale?
-Claro... muchas gracias de nuevo.
-Tranquila, sé que lo quieres mucho.
-Eso no debe dudarlo...- dijo casi en un susurro.
Una vez que Arisa se hubo ido, Jun entró en la habitación donde se suponía que Michael descansaba.
Cuando estuvo dentro, cerró a su paso la puerta y avanzó hasta la camilla donde el chico dormía.
-Michael, yo...- dijo mientras le ponía una mano en la cabeza-. Lo siento... lo siento tanto...
-Jun, ¿estás bien?- le preguntó una voz conocida a su espalda.
-Lirin... ¿qué haces aquí?
-He venido a ver cómo estaba él...
-Parece que ayer se desmayó... lleva dormido desde entonces.
-Ya veo...
-Y todo es culpa mía...- dijo mientras comenzaba de nuevo a llorar.
-Nada de esto es culpa tuya, Jun.
-Pero... yo le dije todas esas cosas horribles...
-Jun... hay algo... que deberías saber...
-¿Qué...?
-¿No puedes notarlo?
-¿El qué?
-Su energía...
-¿Energía? ¿A qué te refieres?
-Este chico... desprende una gran energía.
-¿Qué quieres decir con eso? no te entiendo...
-Lo que proboca la enfermedad de este chico es la posesión de una gran energía dentro de sí. Pero debido al total desconocimiento de ésta, no puede liberarla. Por consiguiente, dicha energía aumenta cada cierto tiempo al no ser usada y acaba por el cansancio total del sujeto en cuestión.
-¿Qué tipo de energía?
-Energía como la tuya y como la mía...
-¿Quieres decir que...?
-No es así del todo, pero... en parte, así es.
-Pero...
-De todas formas... es culpa mía- dijo, bajando la cabeza.
-¿Lirin?- preguntó, extrañada, mientras la miraba.
Mientras tanto, en la escuela, Tom, John y Ren se encontraban preocupados.
-Primero Jun, después Michael y ahora Saya. Parece que todos nuestros amigos se alejan cada vez más...
-¿Por qué incluyes a Saya?
-¿No está claro? Es la gemela de Jun, por lo tanto, es como si hubiese estado con nosotros desde siempre.
-Pero ya has visto cómo es realmente. Y no sé por qué, pero tiene una especie de aura maligna alrededor suyo...
-No seas exagerado.
-Es la verdad, Ren. ¿No la has visto hoy? Casi muerde a la tutora por no dejarla salir.
-Bueno... aún así... no sé...
-Veo que no tienes respuesta para todo.
-Claro que no, no soy ningún erudito.
-Bueno, como sea... iremos esta tarde a ver al Capitán, ¿no?
-Claro. Pero... ¿y si pregunta por Jun?
-Pues le decimos que no ha podido ir a verle porque también está enferma y que hoy no ha ido a clase tampoco. Después de todo, estando allí no puede corroborarlo, así que...
-¿Vais a ir a ver a Michael? Nos apuntamos- dijo una voz empalagosa justo enfrente del banco donde se hallaban sentados.
-Ni hablar. Como si no hubieseis hecho suficiente ya.
-Pero queremos ir a verle- dijo Lissy, irritada.
-Ni de coña, arpía- respondió Ren.
-Qué desagradable. Casi tanto como esa Saya. ¿Habéis visto lo que ha hecho hoy? Si yo fuera la tutora, la habría expulsado hace tiempo ya.
-Si solo lleva dos días. Bueno, ni eso. Ayer se fue en el recreo y hoy se fue apenas pasados veinte minutos.
-Pues lo que yo digo. Tiene que ser como la hermana o incluso peor.
-Con Jun no te metas- respondió Tom.
-Vaya... aquí llega el defensor de las brujas.
-Te he dicho que no te metas con ella. Deja de insultarla.
-¿Y por qué? ¿por que tú lo digas?
-Si no quieres comerte mi puño, será mejor que os largéis.
-Uy, qué miedo, mira cómo tiemblo- le dijo mientras hacía temblar sus manos intencionadamente mientras se las mostraba.
-¿Véis? Por eso precisamente no os soporta Michael.
-Bah, tú qué sabrás. Iremos a verle esta tarde y no se hable más. El hospital es un lugar público y podemos ir cuando queramos.
-Ya, ya... Si no quiere veros, no nos digáis nada luego.
-Ya lo veremos.
-Piraos ya, anda. Nos molestáis.
-Qué arrogantes. Vámonos, chicas.
-Sí, jefa.
Seguidamente, las tres se fueron por donde habían venido.
Los tres chicos se quedaron aliviados una vez lo hubieron hecho y dejaron de estar tensos.
-Has defendido bastante bien a Jun, Tom...- le dijo John.
-Bueno... es nuestra amiga, ¿no?
-Sí, pero... no sé, pensé que estarías más afligido después de lo de ayer.
-Estoy seguro de que tener a todas las chicas del instituto detrás de ti odiádote en secreto tiene que dejarte bastante irritado. La comprendo.
-Eso no decías antes...
-Yo nunca dije lo contrario.
-Como sea, ¿le llevamos algo al Capitán esta tarde? Estoy seguro de que allí la comida es asquerosa.
-Claro.
La verdad es que ninguno de los tres tenía pensado el ir a ver a Jun y contarle lo ocurrido, pues no querían que aquello empeorase.
¿Estarían en lo cierto al ocultarle todo aquello a ambos?
Por un lado, tenían que decirle a Michael lo ocurrido la tarde anterior y, por otro, también tenían el deber de decirle a Jun que su Capitán había sido hospitalizado debido a una elevada fiebre.
Fuese como fuese, esperaban que aquello se solucionase con el tiempo.
Eran sus amigos, después de todo.
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