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viernes, 16 de julio de 2010

Corazón oscuro 15

Episodio 15º

Los minutos fueron pasando lentamente hasta que la puerta principal se abrió.
Jun se separó de Michael y ambos miraron hacia dicho luchar para averiguar de quién se trataba.
Tal y como era de esperar, Arisa entró en la estancia y su expresión infundaba miedo.
-¡Así que estabais aquí, eh!- les dijo.
-Ah, Mamá...- dijo Michael mientras se levantaba.
-¡No me vengas con "Ah, Mamá"!- dijo imitando la cara de su hijo-. ¡¿Qué te crees que haces sacando a Jun del hospital mientras intentaban tratarla?!
-Pero es que... ella ya está mejor y, pues...
-¡No quiero excusas baratas! ¡Nos volvemos de inmediato al hospital!
-Pero...
-¡Ni pero ni pera! ¡Andando!
Michael bajó la cabeza.
Todo el esfuerzo que había hecho para sacarla de allí había sido totalmente en vano. Si su Madre supiese lo que le pasaría si volvían...
Inesperadamente, alguien le puso la mano en el hombro y éste se viró para ver qué pasaba.
Detrás suya se hallaba Jun, que le había hecho un gesto como de "No pasa nada" y, acto seguido, se dirigió a la puerta.
Cuando salió por ella, la Madre de Michael la siguió pero, antes de salir, se viró para decirle algo a su hijo.
-Si quieres puedes quedarte, adiós- dijo desapareciendo tras la puerta y cerrándola después.
El chico se quedó en la estancia, pensando.
¿Qué pasaba si era Jun la que accedía ante tal "dolor"? ¿Serían él y su familia castigados igualmente? ¿Debía detenerla?
Para mayor sorpresa suya, la estancia tomó un color oscuro, terrorífico.
-Bueno, bueno... parece que se ha ido, je,je,je- dijo la voz de ultratumba.
-¿Qué quieres ahora?- le preguntó mientras bajaba la cabeza y cerraba los ojos y los puños.
-¿Yo? Nada, nada... je,je,je- dijo, en plan burla.
-¿Entonces qué haces aquí?
-¿No puedo venir a saludarte o qué? Serás grosero...
-No creo que hayas venido solo por eso, Lirin.
-Oh, sabes mi nombre. Qué gran honor, chaval.
-No te hagas la aludida. Dime qué quieres.
-Bueno, bueno. Tranquilízate, chico... Verás, he visto que a Jun no le causa molestia el ir a ese extraño lugar, así que no os pasará nada.
-Vale.
-Y...
-¿Algo más?
-Me alegra- dijo, poniéndose seria.
-¿Cómo?- dijo abriendo los ojos, sorprendido.
-Digo que me alegra verla así de contenta. Ya habíamos perdido la fe, ¿sabes?
-¿La... la fe?
-Sí. Fue exactamente hace unos dos o tres años cuando a Jun dejó de importarle todo lo que le sucedía. Estaba convencida de que terminaría sus días con ese sentimiento, pero... ahora que tú estás... no sé, veo que su expresión ha cambiado para mejor.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Tú eres su última oportunidad, chico. No me decepciones... je,je,je.
-¡Espera!
-Adiós...
-Maldita sea... siempre me dejas igual. ¿No voy a poder averiguar qué pasa nunca o qué?
Seguidamente, la estancia volvió a su anterior color y el ruido de la calle volvió a hacerse presente.
La verdad es que no sabía qué ocurría pero, según Lirin, él era el único que podía ayudar a Jun. Fuese como fuese, tenía que intentarlo.
Nuevamente, Michael recobró la vida y corrió hasta la puerta, la abrió y salió por ella cerrándola tras de sí.
Al parecer, su Madre y Jun ya se había ido, así que no le quedó otro remedio que ir a pie.
Mientras iba corriendo, iba esquivando todos los obstáculos que en la calle se le presentaban y, después de un buen rato, por fin consiguió llegar al hospital hacia el que se dirigía. Se había dirigido hacia allí todo lo rápido de lo que era capaz y, por lo tanto, ahora se encontraba exhausto y casi sin aliento.
Aún así, subió por las escaleras y llegó, por fin, al piso adecuado.
Estuvo unos minutos paseando por los pasillos que allí se encontraban pero, al final, consiguió encontrar en el que tenían a su amiga Jun.
Una vez llegó a la puerta, sus Padres aparecieron a su lado.
-Vaya, al final viniste.
-Sí...
-¿Estás bien? se te ve algo cansado...
-Es que... he venido... corriendo- dijo, medio jadeando.
-Debes entrenar más a partir de ahora.
-Su...supongo...
-Bueno, Jun está dentro. Unos cuantos médicos la están examinando, aunque antes han dicho que la ven mejor.
-Ya veo...
Entonces, y sin previo aviso, Arisa le dio un fuerte coscorrón a su hijo en la cabeza.
-¡Ah! ¡¿Se puede saber a qué ha venido eso?!
-Eso por llevártela sin decirnos nada.
-¡¿No tienes otra forma diferente de regañarme que pegarme?!
-Total, no tienes cerebro. No creo que importe si te pego ahí.
-¡Pero serás...!- dijo mientras la encaraba.
-Tranquilo, tranquilo- le dijo poniéndole una mano en la cabeza y acariciando su pelo de mala manera.
-¡No soy un perro, maldita sea!- dijo mientras se alejaba un poco de ella.
Seguidamente, uno de los médicos que se hallaban tratando a Jun apareció por la puerta, cerrándola a su paso.
-Parece que está mejor.
-Ah, eso es bueno- le dijo la Madre de Michael.
-Sí, pero...
-¿Qué pasa?
-Hemos descubierto que no puede hablar. Es como si su voz se hubiese apagado. Puede que sea psicológico o no, pero el caso es que no puede decir ni una sola palabra.
-Y nosotros que pensábamos que era que no quería hablar...
-Entonces, no es que no quiera, es que no puede...
-Exactamente.
-Vaya...
-Parece que ella no está afectada por ello, es más, me atrevería a decir que lo ha asimilado. De todas maneras, lo mejor será que no la forcéis a hablar. Sea cual sea su problema, deben apoyarla para que supere lo que le impide pronunciar palabra.
-Lo entendemos. Haremos cuanto podamos, descuide.
-Bien. El alta ya se está poniendo en marcha así que, esta misma tarde si quieren, pueden irse sin problemas.
-Gracias, doctor.
-Un placer. Ahora, si me disculpan...
-Sí, claro. Adiós y gracias.
Acto seguido, el hombre se fue por el pasillo y algunas enfermeras abrieron la puerta para que Jun pudiese salir.
Una vez ésta se hubo reunido con ellos, éstos la miraron.
-Vaya, Jun... no lo sabíamos. No te preocupes, nadie va a forzarte a que hables- le dijo Arisa, con cara alegre.
-Exacto, nadie quiere que empeores más.
Ésta les sonrió haciéndoles ver que no pasaba nada.
Estaba segura de que ellos no podían saber nada de lo que en verdad le ocurría, y es por eso por lo que no sucedía nada malo.
-Bueno, vámonos ya a casa...
Todos afirmaron y se pusieron en marcha.
Después de que en recepción le diesen el alta firmada, los cuatro salieron por la puerta, se subieron al coche y se fueron.
El tiempo pasó sin más incidentes y llegó el último día del festival deportivo del instituto al que acudían Jun y Michael.
Parecía mentira que hubiese estado faltando tanto a la escuela, pero por fin había regresado. Era su manera de evadirse de la realidad y ella lo sabía bien, así que no pudo evitar alegrarse un poco de estar allí.
Michael la acompañó hasta la hierba y se sentaron juntos sobre ella.
El día estaba hermoso, pues no había ni una sola nube negra en el cielo que anunciase tormenta.
-Ais... parece mentira que por fin hayamos regresado a la escuela- le dijo mientras se echaba hacia atrás sobre el césped.
Ésta lo miró desde donde estaba sentada y no pudo evitar sonreír.
Todo aquello la animaba, a pesar de que su destino fuese una caja de sorpresas.
Después de un buen rato mirando al cielo, una sombra le tapó la luz a Michael el cual, sorprendido, se incorporó para ver de quién se trataba.
Como cabía esperar, sus tres amigos de siempre se alzaban allí junto a él.
-Vaya... por fin apareces. ¿Dónde te metiste ayer, Capitán?- le preguntó Tom, algo enfadado.
-Ah... estaba ocupado.
-¿Ocupado? ¿Con qué?
-Pues... Jun se cortó y tuvimos que llevarla al hospital.
-¿Y por eso faltas tú?
-Pues sí, ¿algún problema?
-N...no, no...- le dijo mientras se hacía algo hacia atrás.
La verdad es que nunca le había visto aquella expresión, y era por eso por lo que Tom se asustó algo al verlo así.
-Bueno... ¿te vienes al campo? vamos a empezar la final de fútbol...
-Ahora voy, id yendo que os alcanzo.
-Vale...- le dijo mientras se iban.
Una vez se fueron, Michael volvió a recostarse sobre la hierba con las manos por detrás de la cabeza y continuó mirando al cielo.
Jun, algo sorprendida, le agarró de la camisa y, cuando éste le hubo mirado a los ojos, la chica le preguntó con la mirada que si iba a ir a donde sus amigos le habían dicho.
-Ah... ahora iré. Solo quiero disfrutar un poco más de esta vista...- dijo mientras volvía a mirar hacia arriba.
La verdad es que el tiempo estaba perfecto y no indicaba ningún tipo de problema.
Todo lo que en días anteriores había sucedido era ya como agua pasada y parecía no afectarles en absoluto.
Después de haber pasado un tiempo totalmente relajados, Michael se incorporó nuevamente y se levantó para ponerse rumbo al campo de fútbol. Jun lo imitó y fue junto con él hasta el lugar predestinado.
Una vez allí, la chica se sentó en uno de los banquillos y él se dirigió hacia donde Tom y Ren estaban calentando.
-Ya estoy aquí- les dijo mientras se iba acercando.
-Menos mal, ya pensábamos que no venías.
-Lo siento, es que el cielo de hoy me ha hipnotizado, je,je,je...- les dijo a modo de excusa.
-Ya, ya... calienta un poco, anda.
-Sí, enseguida- dijo mientras se ponía manos a la obra.
Al cabo de unos instantes, el partido comenzó y todos empezaron a jugar como sabían.
Ella nunca se había fijado en cómo jugaban los amigos de Michael, y fue por eso por lo que se sorprendió bastante al ver que no se les daba nada mal aquel deporte.
Los pases que Tom le daba eran sorprendentes y nunca fallaban.
Por otra parte, Ren era bastante ágil y conseguía mantener el balón fuera de la portería casi sin esforzarse.
Por unos momentos, Jun pensó que, tal vez, a ella también le gustaría jugar algún día, aunque nunca lo hubiese probado antes. Pero, el caso era que antes debía encargarse de serios asuntos personales que también incluían a Michael, por lo que no tenía tiempo de relajarse.
Aunque, por otro lado, tal vez era aquel tipo de vida el que lograría sacarla de su desdicha.
Fuese como fuese, no sabía ni a qué ni cómo reaccionar, así que procuró olvidarse del tema por el momento.
Los minutos pasaron y el equipo de Michael iba ganando uno a cero. Finalmente, el descanso llegó y todos descansaron un poco.
Él, por su parte, se acercó hasta Jun y se mantuvo de pie frente a ella.
-No quiero sentarme por si acaso pierda el ritmo, je,je,je- le dijo mientras la miraba desde arriba.
Ésta le sonrió como siempre lo hacía.
La verdad es que no sabía lo que ella pudiese estar pensando pero, aún así, seguía sin poder tratarla de otro modo que no fuese ese.
-Ah, sí. ¿Podrías alcanzarme esa botella de agua que hay detrás del banquillo?
Ésta miró hacia donde éste le había indicado y pudo divisar la botella.
Seguidamente la recogió y se la tendió.
-Gracias- dijo antes de llevársela a la boca y beber del agua que ésta contenía.
Una vez hubo saciado su sed, enroscó la tapa y colocó la botella sobre el banquillo, al lado de Jun.
-Bueno, parece que el descanso va a terminar. Me vuelvo al campo.
Ésta le sonrió y él se puso en marcha.
Cuando llegó al campo, Tom se le acercó y se puso a su lado.
-Oye... ¿pasa algo con Jun?
-No, ¿por qué lo dices?
-Hoy estás muy pegado a ella, incluso más de lo normal.
-Bah, cosas tuyas- le dijo mientras miraba hacia otro lado.
-A mí no me la das, Capitán.
-Te digo que no es nada. Es solo que, como ahora vivimos juntos, pues uno no puede evitar las costumbres.
-No sé yo... A ti te ocurre algo y no me lo quieres contar.
-Qué no, pesado. Ponte a lo que estás, que el segundo tiempo va a empezar.
-Vale, vale.
Después de eso, el partido recomenzó y todos se pusieron en marcha de nuevo.
Jun los miraba desde donde estaba sentada y les prestaba la mayor de las atenciones. La verdad es que nunca había sabido mucho sobre aquel juego pero, ahora que lo veía de cerca y detenidamente, se estaba interesando un poco en él.
El tiempo pasó algo rápido y el partido terminó. Su equipo había ganado tres a uno y todos lo estaban celebrando, pues aquello significaba que habían ganado la copa que se le entregaba al equipo vencedor.
Algunas alumnas se acercaron corriendo hasta algunos de los jugadores para festejarlos.
Michael estaba medio asfixiado pero, aún así, logró salir de la montaña de gente que se había formado a su alrededor y se acercó hasta donde estaba Jun. Una vez allí, se sentó a descansar un poco y a retomar el aliento.
-Vaya... estoy más cansado que de costumbre. Debe de ser porque casi me asfixian.
Ésta sonrió.
La verdad es que sabía de sobra que todas las chicas del instituto lo admiraban, pero nunca pensó que serían capaces de matarlo de la alegría.
-No te rías de mí, mujer...- dijo, derrotado.
Después de eso, la miró y se rió también.
Aquellos momentos que pasaba junto a ella podían ser llamados maravillosos, pero eso no quitaba que siguieran preocupados por cierto asunto que se traían entre manos.
Aún así, se lo pasaban en grande.
Inesperadamente, una chica se acercó hasta ellos y se plantó frente a Michael.
-Esto... disculpa.
-Sí, dime- le dijo mientras la miraba.
-Esto... verás... Es que me gustas mucho y... me preguntaba si querrías... salir conmigo...- le dijo.
-Lo siento, en este momento no puedo.
-Pero... si es porque no me conoces... podemos darnos algún tiempo o algo así...
-No es por eso. Es que en este momento, mi corazón le pertenece a otra chica. Lo siento.
-Ah... entiendo...Adiós, entonces...- dijo mientras se iba.
Jun se quedó sorprendida.
¿Admitía abiertamente que estaba enamorado de ella? No podía creérselo.
¿Sería cierto que esta vez su pesadilla terminaría? ¿Podría vivir en paz por fin?
Fuese como fuese, aquello era algo de lo que estaba cada vez más cerca de conocer.
Ya no podía echarse atrás, debía continuar.

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