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viernes, 16 de julio de 2010

Corazón oscuro 13

Episodio 13º

Michael se la quedó mirando con tristeza.
¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Acaso era algún tipo de maldición? Tenía que despertarla como fuese.
-¡Jun! ¡Jun!- le dijo mientras la zarandeaba.
Al tiempo que éste la miraba a los ojos para intentar que le mirase, sus Padres llegaron corriendo con algunas vendas en las manos.
Arisa se arrodilló a su otro lado y la miró a la cara. Parecía no tener vida...
A continuación, le cogió la mano herida y la vendó como pudo.
-La hemorragia atravesará las vendas pronto... será mejor que la llevemos al hospital cuanto antes- dijo la Madre de Michael mientras la ayudaba a levantar.
Jun se dejó llevar sin oponer resistencia alguna y fue junto con Arisa hasta la planta de abajo.
El Padre de Michael las siguió de cerca para llevarlas hasta el centro hospitalario en su coche. Sin embargo, Michael se quedó allí parado, de pie frente a los trozos del cristal que se habían esparcido por la estancia.
-Uh... no pensé que pudiese ponerse así... je,je,je- dijo la voz espectral a la vez que uno de sus ojos color rojo sangre iba apareciendo en cada uno de los trozos de espejo situados en el suelo.
-¿Quién diablos eres y qué quieres de ella?
-Si que estás pesadito con eso... pero bueno, ahora te toca a ti. Cuida de ella eh... si no... tendré que castigarte, ja,ja,ja- dijo mientras iba desapareciendo.
Una vez ésta hubo desaparecido de los cristales, Michael golpeó con furia el marco de madera del espejo.
-¡Maldita sea!- gritó, furioso.
Acto seguido, se encaminó hacia las escaleras para bajar hasta donde los demás se encontraban.
Una vez llegó allí, pudo ver que su Madre mantenía la mano vendada de Jun entre sus manos, presionándola así para evitar que saliese más sangre todavía.
-¿A qué esperamos?
-Tu Padre ha ido por las llaves. ¡Cariño, date prisa!- le dijo para que pudiese oírla.
Seguidamente, éste apareció por el pasillo portando entre sus manos un pequeño manojo de llaves.
-Vámonos- dijo mientras abría la puerta y les daba paso.
Cuando se encontraron afuera, se encaminaron sin pararse hasta donde se hallaba situado el coche.
Los cuatro se subieron, quedando así Michael y su Padre en la parte de alante y Jun y Arisa en la de atrás.
El trayecto fue algo largo, pero llegaron rápidamente a causa de que el coche era bastante veloz.
Las horas de espera fueron mortales, pero finalmente el doctor encargado de Jun salió para darles las nuevas noticias.
-¿Son los familiares?
-No... somos amigos de la familia. Jun se está quedando en nuestra casa actualmente, por eso la hemos traído nosotros.
-Ya veo...
-¿Pasa algo malo?- le preguntó Michael, algo preocupado.
-Ella está bien físicamente. Solo hemos tenido que darle cinco puntos de sutura. Pero...
-¿Pero?
-Su estado mental nos tiene preocupados. No reacciona ante los estímulos, está como en estado de shock y no hay garantías de recuperarla...
-Ya nos temíamos algo así cuando ni siquiera gritó al cortarse...
-¿Qué le pasó como para que se pusiese así?
-No lo sabemos, estaba en el piso de arriba y...
-Ya veo...
-Rompió un espejo de un puñetazo- aclaró Michael.
-Um... vaya...
-¿Cuándo le darán el alta?
-Puede que mañana por la mañana ya esté pero, aún así... queremos tenerla en observación durante esta noche. Dependiendo de cómo reaccione en estas horas, veremos si le damos el alta o no.
-Muchas gracias, Doctor. ¿Podemos entrar a verla?
-Me temo que en estos instantes está durmiendo. Pero si lo desean pueden pasar...
-Gracias.
-Es mi trabajo, Señora. Pasen una buena noche- les dijo mientras se iba tras una puerta cercana.
Poco a poco, los tres fueron entrando en el cuarto para ver cómo se encontraba Jun.
Se acercaron lentamente hasta la cama y la miraron desde arriba.
-Incluso cuando duerme tiene esa expresión seria...
-Debe de haber sufrido mucho en su vida...
-Michael, tu Padre y yo iremos a tomarnos algo a la cafetería. ¿Quieres quedarte o te vienes con nosotros?
-Me quedaré un rato más... ahora os alcanzo.
-Vale, tómate tu tiempo- le dijo su Madre mientras arrastraba a su Marido fuera.
Una vez cerraron la puerta, se encaminaron hacia los ascensores.
-¿Los has querido dejar solos a propósito?
-Claro que sí. A lo mejor así, Jun consigue abrir su corazón. Nosotros solo entorpeceríamos ese paso.
-Estás muy pesada con el tema.
-Cariño, yo solo quiero que mi hijo sea feliz y lo sabes.
-Si me alegro por eso, pero...
-¿Pero qué?
-Lo que más me preocupa es la pobre chica. Con una suegra así seguro que acaba por suicidarse...
-¿Qué insinúas?- le preguntó con una mirada maléfica.
-No, nada, nada- le dijo mientras suspiraba.
Mientras tanto, en la habitación donde se encontraban Jun y Michael, el ambiente seguía estando tenso.
La verdad es que no sabía qué podía haberle pasado. ¿Y si resultaba que aquel extraño fantasma la había atacado?
Pero eso no tenía sentido, ¿entonces por qué le había dicho que la cuidase si no?
Fuese como fuese, todo aquello era extraño.
El chico se acercó hasta una silla cercana y se sentó, rendido.
-Vaya, vaya... seguramente andarás confuso, je,je,je-pronunció la misma voz temible de siempre.
Michael se sobresaltó. No se podía imaginar encontrársela allí, y menos con Jun delante, aunque estuviese dormida.
-Tranquilo, chaval. Es mi trabajo velar por ella.
-¿Con velar te refieres a atacarla?- dijo mirando en todas direcciones, buscando a la espectral chica.
-¿Quién te ha dicho eso, chico? yo nunca atacaría a mi protegida.
-¿Entonces cómo explicas que se haya herido así?
-Eso le pasa por ser demasiado impulsiva cuando se trata de mí. ¿Sabes que me tiene manía?
-Por algo será...- dijo sin dejar de buscarla.
-Lo único que he hecho durante todos estos años ha sido protegerla cuando lo creía necesario. Eso no es tan malo, ¿no?
-¿Pro... protegerla?
-Exacto.
-¿A... a qué te refieres exactamente?
-Um... me temo que no puedes saber más por el momento, je,je,je. Si cumples con mis expectativas... a lo mejor te permito saber más. Por el momento... tendrás que seguir machacándote el cerebro en busca de una respuesta coherente, ja,ja,ja.
-¡Respóndeme, maldita sea!
Por mucho que esperó, la respuesta no llegó.
Parecía que le estaba ignorando o, simplemente, ya no se encontraba en la estancia como para poder responderle.
-¡Mierda...!- dijo mirando al suelo, enfurecido.
Después de eso, volcó su mirada sobre Jun, que seguía dormida sobre la camilla.
Al parecer, su expresión no había mejorado ni siquiera un poco. Se la veía tan... tan mal...
No podía soportarlo, no podía seguir viéndola así. No le gustaba nada...
Su deseo de oírla hablar había sido cambiado por el de que se encontrase bien. No sabía cómo había podido ocurrir, pero se dio cuenta de que ahora lo único que deseaba era que ésta se mejorase y sonriera como lo hacía siempre.
Estaba seguro de que le pasaba algo, aunque no quisiera hacerselo ver.
Éste se acercó hasta ella y la miró a la cara. Puso una mano a cada uno de los lados de la cama y se fue agachando poco a poco.
La distancia que separaba sus rostros era pequeña y podía acortarse aún más. Los labios del chico se fueron acercando lentamente hasta los de ella pero, después de recortar la distancia que los separaba, éste se alejó bruscamente y se llevó las dos manos a la boca.
¿Qué había estado a punto de hacer?
No podía siquiera pensarlo. Estaba confuso y no sabía qué pensar. ¿Cómo había podido ocurrírsele que así iba a regresarla a la normalidad?
Seguidamente se calmó un poco, cerró los ojos y se volvió a sentar donde estaba.
Con el tiempo, el sueño se hizo presente en él y acabó por dormirse. Al cabo de media hora, la puerta se abrió y los Padres de Michael se asomaron para ver qué sucedía.
Al encontrarse a su hijo dormido con una aparente cara de preocupación, sonrieron levemente y volvieron sobre sus pasos.
Una vez fuera, ambos se sentaron en los asientos que allí habían y se apoyaron el uno en el otro hasta que se quedaron dormidos también.
A la mañana siguiente, los pajarillos cantaban como si nada hubiese perturbado la paz que allí había.
Michael se fue despertando poco a poco y miró, como pudo, hacía la cama donde Jun había pasado la noche.
Para mayor sorpresa suya, ésta no se encontraba allí. Se levantó algo sobresaltado y se puso a mirar hacia todos los lugares. Después de un rato, su Madre entró en la habitación para ver si su hijo se había despertado.
-Buenos días, dormilón- le saludó de buena gana.
-No me vengas con "buenos días", ¿dónde está Jun?
-¿Temes que hayamos secuestrado a tu amorcito, pillín?- le dijo haciéndole una cara de incitación.
-¡¿De qué mierdas hablas?! Solo me preocupo por ella- gritó mientras se ponía algo rojo.
-A mí no me engañas, pillín, ja,ja,ja- dijo mientras le daba un pequeño coscorrón por la entonación de su voz.
-¡Ay...! ¡¿A qué ha venido eso?!- dijo llevándose las dos manos a la parte donde había recibido el golpe a la vez que se tranquilizaba un poco.
-No le hables así a tu Madre, anda...- le dijo con una sonrisa fría como el hielo.
-Vale, vale...
-Bueno, respondiendo a tu pregunta... ella está en otra sala. El doctor quiso examinarla más a fondo.
-Ah... vale...- dijo mirando al piso, derrotado.
-Vamos, tienes que comer algo. Se te ve pálido...
-Ah, no es nada, Mamá...
-Vamos- le dijo lanzándole una mirada de furia asesina.
-¡Sí, señora!
-Así me gusta, je,je,je- le dijo mientras le pasaba una mano por la espalda y lo acompañaba hasta el lugar en cuestión.
Mientras se dirigían hacia donde se encontraban los ascensores, una enfermera bastante asustada corrió pasando a su lado. Se la veía alterada y parecía estar herida, pues tenía algunas manchas de sangre en las manos.
Éstos le hicieron caso omiso a aquello, pues pensaron que se trataría de alguna emergencia de algún paciente, y siguieron avanzando con normalidad.
En cuanto llegaron a las puertas de los ascensores, éstas se abrienron y Arisa entró en él. Michael, sin embargo, se quedó parado frente a ella y miró hacia un pasillo que se encontraba a un lado.
Tenía un mal presentimiento...
-Ah, ahora voy, Mamá... quiero mirar una cosa por allá- le dijo mientras señalaba el lugar al que tenía que ir.
-Vale, pero no tardes- dijo pulsando el botón de la planta a la que quería ir.
-No, tranquila...- dijo mientras las puertas se cerraban y se encaminaba hacia el fondo del pasillo.
A medida que iba avanzando, unos gritos se podían ir oyendo.
Michael se estaba preocupando bastante, así que aceleró el paso y se dirigió hacia la sala de la que parecían proceder todas aquellas voces.
Cuando abrió la puerta de golpe para ver qué estaba pasando, pudo ver varías cosas.
La primera era a Jun. Estaba sentada en una camilla con los pies colgando y su expresión se mantenía fría mientras miraba al suelo.
La segunda era a algunos doctores en el suelo y a algunas enfermeras gritando despavoridas mientras cerraban sus ojos con fuerza.
Y la tercera cosa era que algunos utensilios de enfermería, como jeringuillas, electrodos y algunas cosas más, estaban volando por los aires y atacando a los allí presentes.
Una vez pudo fijarse mejor, se dio cuenta de que todas aquellas personas estaban heridas en alguna parte de sus cuerpos.
Entonces, uno de los doctores se fijó en que Michael había aparecido y le gritó desde el suelo.
-¡Chico, chico! ¡Llama a alguien, rápido!
-¿Qué... qué está pasando...?
-¡No lo sabemos, creemos que ha sido un problema de ventilación! ¡Llama a alguien, date prisa!
-¡Ah!, S...sí- dijo mientras echaba a correr por el pasillo por el que había llegado.
Después de haber recorrido ya parte del trayecto, una silla cayó extrañamente delante de él y éste se tropezó y cayó al suelo.
-¡Ahh!- gritó al caer-. Qué daño...- dijo mientras se ponía a cuatro patas.
-Ni se te ocurra avisar a nadie- dijo la voz escalofriante de siempre.
-¿Qu... qué?- dijo mientras comenzaba a elevar la cabeza para mirar hacia arriba.
Cuando pudo darse cuenta, se fijó en que la espeluznante chica se hallaba frente a él, mirándolo desde las alturas y con una cara que daba mucho más miedo que de costumbre, al parecer, estaba enfadada.
-¿Qué... qué pasa?- le preguntó, aterrorizado.
-No pienso dejar que sigan vivos- le dijo mientras sus ojos se volvían de un color rojo más intenso.
-Pero... ¿por qué?- dijo, temblando un poco.
-Le han hecho daño a Jun y eso no puedo perdonarlo.
-¿Da... daño?
-Le han clavado agujas y le han sacado sangre. Además de eso, la han metido en una extraña máquina que hacía mucho ruido... Ella sufre con esas cosas, así que debo castigarles- dijo, manteniendo la expresión de furia.
-Pero... es... es su trabajo.
-¡¿Su trabajo?! ¡Entonces con más razón he de exterminarlos! ¡Hacerle eso a la gente es horrible!
-Ellos lo hacen para saber qué les pasa a las personas, a ver si están enfermas o algo así... Si no lo hicieran, no descubrirían las enfermedades o virus y las personas podrían morir.
-Pero... no me gusta verla así.
-¡Eso se lo has causado tú solita!- le dijo mientras se levantaba bruscamente y la encaraba.
-¿Eh?
-¡Para empezar, ella está aquí por tu culpa! ¡Si no fuera porque te la apareciste, ella no habría golpeado al espejo y ahora no estaría así!- le gritó, furioso.
-Ah... ¿tienes agallas para gritarme, humano?- le preguntó mientras sus pupilas se hacían más verticales.
-Eh...
-Vaya... veo que sí que las tienes. Y pensar que eres un simple y mísero humano... si la felicidad de Jun no dependiera de ti, te exterminaría ahora mismo.
-¡¿Có... cómo?!
¿Qué le estaba diciendo?
La felicidad de Jun... ¿dependía de él?
Eso era del todo imposible, ¿le estaría mintiendo?
Tenía que descubrirlo pero, para ello, debía introducirse en un terreno del cual cabía la posibilidad de que no volviese... jamás.

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