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viernes, 16 de julio de 2010

Corazón oscuro 9

Episodio 9º

Mientras la luz de la luna iluminaba las vacías calles, Arisa iba avanzando con la maleta que portaba las pertenencias de Jun.
Aquella mujer no podía entender cómo eran los sentimientos de su propia hija, y eso la enfurecía. Tenía ganas de volver a aquella casa y molerlos a palos, pero sabía que iba contra la ley, así que se abstuvo de tal acto.
Después de avanzar por las calles, llegó a su casa y entró en ella.
Al entrar, su marido la miró y su hijo, que la había visto desde la ventana, bajó para recibirla.
-Arisa, cariño...
-¿Qué?- le preguntó con expresión de desafío.
-Mamá, no los habrás matado, ¿verdad?- le preguntó Michael, algo asustado.
-¡¿Eso es lo que piensas de tu Madre?!- le encaró, a pesar de ser algo más alto que él.
-Tengo razones para pensarlo- le dijo sin dejar de mirarla a los ojos con la misma expresión que ella.
-Bueno, sea como sea, no, no lo he hecho. Aunque me han entrado ganas. Gracias a que después del bofetón que le di me calmé, que si no...- dijo sentándose en el sofá.
-Me lo temía...- dijo su marido, algo abatido.
-Bueno, ¿qué queríais que hiciera? Esa mujer era horrible. Ni os imagináis lo que dijo de su pobre hija...
-Prefiero no saberlo...- le dijo Michael mientras se apoyaba en la pared.
-Es espantoso. Cuando lo oí no pude creerlo.
-Esa pobre chica lo debe de haber pasado fatal...- dijo el padre de Michael.
-Hablando de eso... ¿dónde está? ¿sigue en tu cuarto?- le preguntó su Madre.
-Sí, se ha vuelto a quedar dormida después de comerse tu caldo. Creo que tiene poderes curativos o algo, porque la fiebre le ha bajado.
-Todo lo que tiene cariño es capaz de cualquier cosa.
-Si tú lo dices...- dijo mirando al techo.
-En cualquier caso... debemos llevarla al cuarto de tu hermano...
-No te preocupes por eso, ya lo he preparado. Él se llevó casi todas sus pertenencias, así que ha sido fácil. Solo he tendido que abrir las ventanas para que se ventile y cambiar las sábanas. El resto estaba totalmente ordenado.
-¿No había nada suyo en los armarios?
-No, se lo llevó todo. Parece como si hubiese querido borrar su paso por esta casa- dijo dándole una pequeña patada a una mesita.
-Bueno... él dijo que quería empezar de cero. Tened en cuenta que ya es mayor y puede hacer lo que quiera siempre y cuando esté dentro de los parámetros de la ley- dijo el Padre.
-Sí, gracias al cielo en eso no salió a Mamá.
-Oye, niño- dijo con tono de enfado.
-Admite que nunca te ha gustado mucho seguir las leyes.
-Bueno, de pequeña robé algunas cosas... pero eso no significa que no la cumpla.
-Porque tienes a una familia a la que mantener, que si no...
-Da gracias de que sea responsable al menos.
-Sí, y rezo también por que siga así.
-Dejadlo ya los dos.
Entonces, lo tres oyeron un ruido en las escaleras.
Cuando se pudieron dar cuenta, Jun estaba bajando cuidadosamente por ellas.
Michael se acercó al final de éstas y la miró desde abajo.
-Jun... no deberías levantarte. Puedes marearte de nuevo.
Ésta lo miró con la mirada algo cansada.
-Vaya... ¿te hemos despertado?- dijo la Madre de Michael mientras se acercaba y se apoyaba en la cabeza de su hijo.
-Oye... quita de ahí- le dijo mientras intentaba soportar el peso del brazo de su madre.
-Jun, tu habitación ya está preparada. Michael, llévala- dijo yendo hacia el sofá-. ¡Ah! y toma esto. Son sus cosas- dijo dándole la maleta.
-Vale, vale...- dijo cogiéndola-. Vamos, Jun.
Después de eso, subió las escaleras y pasó su mano libre por la cintura de Jun para ayudarla así a subir mejor.
Una vez arriba, éste la condujo hasta un cuarto cercano al suyo.
-Bueno, aquí es donde vas a dormir. Si tienes algún problema, ya sabes dónde está mi cuarto, ¿no?- le dijo mientras la ayudaba a sentarse en la cama.
Ésta afirmó con la cabeza y se acostó de nuevo.
-Ah, te dejo la maleta aquí. Mañana ya podrás colocarla en el armario de ahí- dijo señalándolo.
Jun se giró y se echó a dormir.
Acto seguido, Michael cerró cuidadosamente la puerta y bajó a la planta baja.
-Ya está...- dijo sentándose al lado de su Madre.
-¿Qué crees que haces?
-Pues ver la tele, ¿no se ve?
-A dormir ahora mismo- dijo mirándole de reojo.
-No tengo sueño. Con todo este lío no hay quien pegue ojo...
Entonces su Madre le pegó un cogotazo en la cabeza y le quitó el mando, pues lo había cogido al sentarse.
-¡Ay! ¡Eso duele, maldita sea!- le dijo mientras se llevaba una mano a la zona afectada y miraba a su Madre.
-¡No le hables así a tu Madre, criajo!- le dijo pegando su frente a la de su hijo.
-¡Pues tú no me des, que tienes la mano muy grande!
-¡¿Insinuas que tengo las manos grandes?!
-¡¿Acaso no lo ves o qué?!
-¡Pues ya puedes ir besándolas porque estas manos son las que te dan de comer y las que traen el dinero a casa! ¡¿No ves que el inútil de tu Padre no trae suficiente?!
-¡Hey, a mí no me metas, Arisa!- dijo el Padre desde una distancia prudente.
-¡Sea como sea, ve a dormir! ¡No ves que son más de las doce de la noche ya?! ¡¿Mañana no tienes escuela o qué?!
-¡Estamos en la semana del festival deportivo! ¡Yo mañana solo participo en relevos, y éstos empiezan más tarde, por lo que puedo llegar a otra hora!
-¡Me da igual! ¡En esta casa se hace lo que yo digo y punto!
-¿Queréis callaros? La chica está durmiendo, ¿no querréis desperala no?
-Vale, vale- dijo la Madre separándose de su hijo.
-Sí...- dijo levantándose-. Me voy a dormir entonces.
-Adiós.
-Sí, sí, adiós- dijo subiendo las escaleras y perdiéndose en las alturas.
-Ha sido escuchar su nombre y ha hecho caso...- le dijo su marido.
-¿Ves lo que te dije? Eso es el amor juvenil, querido.
-Lees demasiadas novelas- le dijo mientras volvía a su lectura del periódico.
-Puede que sea cierto, pero tú lo has visto con tus propios ojos, ¿no?
-En eso tienes razón- dijo pasando página.
Después de eso, la noche transcurrió sin ninguna otra disputa.
Al día siguiente, el sol salió por el este como siempre lo había hecho.
Michael se había encaminado solo hacia la escuela, pues Jun todavía se encontraba algo mal como para correr.
Cuando llegó al instituto, se dirigió a la sombra de un árbol en la cual se encontraban sus amigos.
Al llegar, se sentó junto a ellos.
-Hola, capitán. ¿Cómo estás esta mañana?
-Bien, algo cansado...
-¿Y eso? ¿No has dormido?- le preguntó John.
-Digamos que tuve algún problemilla...
-Cuéntanos.
-Pues... Jun tuvo algunos problemas en casa, así que salí a buscarla. Hoy no puede venir porque pilló un resfriado por la tormenta de anoche. Actualmente se va a quedar en nuestra casa por unos días...
Los tres abrieron los ojos como platos y se miraron entre sí.
Seguidamente, Tom le dio golpecitos en el hombro.
-Eso es vivir en pecado, amiguito- le dijo sin parar.
-¿Pero qué dices, idiota?- le preguntó quitándole la mano de su hombro.
-Pues lo que oyes, chaval.
-No digáis tonterías. Solo le estamos haciendo un favor.
-Sí, ya... así se le llama ahora...
-Bah, no se para qué os digo nada- dijo levantándose.
-¿A dónde vas?
-Voy a beber agua. Ahora vengo.
-Vale, vale.
Cuando llegó allí, pudo beber tranquilamente.
Después de un rato, cuando se disponía a regresar al lugar de antes, dos chicas se acercaron a él. Éste se paró frente a ellas.
-Esto...- le dijo una de ellas.
-¿Sí? Dime- le dijo con cara extrañada, pues nunca las había visto antes.
-Verás... es que... como últimamente estás mucho con esa chica misteriosa... pensamos que tal vez sabrías por qué no ha venido...
Vaya... ¿dos chicas preguntando por Jun? Qué extraño...
De todas formas, nunca las había visto antes, así que no sabía qué pensar.
-Ah, es que está enferma... ¿por qué lo preguntáis?
-Ah... es que... como tenemos que correr con ella en los relevos y no la habíamos visto por aquí...
-Pues lo siento, ella no podrá venir hoy.
-Bueno, pues... se lo diremos al profesor... Gracias... Ah, y deséale que se mejore si la ves...- dijo mientras se marchaban.
-Sí, claro...- dijo rascándose la parte de atrás de la cabeza.
Qué raro...
¿Desde cuando había gente además de él que se preocupase por Jun?
Aquello era extraño. ¿Qué pasaba?
Aún así... cuando Jun lo oyese no se lo creería. Pensaría que se lo estaba inventado para que se sintiese mejor, pero no era así.
Bueno... fuese como fuese, debía volver.
El día transcurrió sin más problemas y por fin llegó la hora de regresar a casa.
Cuando Michael llegó a la puerta, la abrió y entró.
Y entonces lo vio.
En la mesa del comedor se hallaba un gran banquete. Éste contenía platos de todo lo conocido por él hasta ahora y más cosas desconocidas.
El increíble pavo, el pescado y los entrantes eran lo que más destacaba. Además de eso, los cuencos de arroz estaban preparados y llenos hasta arriba con tal majestuosidad que ni un grano se caía.
Michael, algo extrañado por que su Madre hubiese podido realizar aquello, se encaminó hacia la cocina y pudo ver a Jun frente a la nevera y a Arisa a su lado.
-¿Qué... qué es eso de ahí fuera?
-Oh, Michael, mira. ¡Mira lo que Jun ha preparado con lo que teníamos guardado!
-¿Eh...? Pero...
-Lo que oyes, lo ha preparado todo ella solita. Debe de ser su forma de darnos las gracias- dijo apoyándose en el poyo de la cocina.
Entonces Jun se viró y le miró con una cara sonriente.
La verdad es que nunca había visto esa expresión en su cara, así que no pudo evitar acercarse y tomarle la temperatura poniéndole la mano en la frente.
-¿Estás mejor?
Jun afirmó con entusiasmo y se viró para poder sacar las bebidas.
-Estoy deseando probarlo- le dijo la Madre mientras no podía evitar que se le cayese un poco la baba.
-Pareces una niña pequeña- dijo mientras le daba la espalda y se encaminaba a la puerta.
-¡Tú a callar!- le dijo lanzándole un cartón de leche a la cabeza.
Cuando éste impactó contra ella, Michael se inclinó hacia adelante del dolor.
Acto seguido, se viró y la miró con rabia.
-¡¿A qué ha venido eso?!
-No grites, que puede que a Jun le duela algo la cabeza todavía- le dijo sacándole la lengua.
-Grrrr.
Seguidamente, se fijaron que la nombrada ya no se encontraba en la sala y se encaminaron al comedor.
Una vez allí, pudieron ver que todo estaba listo ya.
Arisa se adelantó a su hijo y se sentó a esperar.
-Venga, Michael, ve a llamar a tu Padre, hazme el favor.
-¿Y por qué tengo que ser yo, a ver?
-Porque te lo digo yo y punto.
-Siempre igual... ya voy, ya voy...- dijo encaminándose al baño de arriba.
Después de esperarles un buen rato, los dos bajaron y se sentaron en sus respectivos asientos.
-Bueno, qué aproveche- dijo Arisa.
-Sí, sí.
A continuación, comenzaron a comer.
-¡Oh, dios mío!- gritó la Madre de Michael.
-¿Qué pasa, cariño?
-Esto... esto... ¡Está buenísimo!- dijo con cara de ilusión.
Jun sonrió.
La verdad es que no esperaba que alguien pudiera decir aquello de su comida.
Su Padres ya la habían probado otras veces, pero nunca le habían dicho ninguna palabra de alabanza. Todo aquello era nuevo para ella y no sabía si debía acostumbrarse a ello. Después de todo, su estancia allí sería nada más que unos pocos días.
-Bueno, Mamá. ¿Vas a seguir con esa cara o pretendes seguir comiendo?
-Claro que sí, y tú, querido hijo, no podrás probar nada de este delicioso manjar- le dijo como preparándose para la "batalla"
-Que te lo has creído, vieja.
-No me piques, que sabes que como más rápido que tú.
-Eso ya lo veremos- dijo preparándose también.
Seguidamente, ambos comenzaron a comer rápidamente de los platos.
Jun estaba contenta. Nunca antes había sido parte de una familia tan animada y llena de vida como aquella. Y pensar que Michael tenía esa enorme suerte...
Al cabo de un rato, el teléfono sonó y el Padre de Michael se apresuró a cogerlo, pues ya había terminado de comer.
-No os vayáis a atragantar- dijo mientras iba a por el teléfono.
Después de eso, lo cogió.
-Jun, es para ti.
Ésta se levantó con gracia y cogió el auricular.
Cuando se lo puso al oído, pudo oír una voz desconocida para ella.
Sin previo aviso, ésta lo soltó de la impresión que las palabras oídas le habían causado y se quedó petrificada.
Todos la miraron extrañados, ¿qué había pasado? ¿qué le habían contado?
Seguidamente, Arisa se levantó y recogió el auricular.
-¿Sí? ¿Dígame?
Después de un rato, ésta también se sorprendió.
-Entiendo... ¿Cómo ha pasado?- esperó-. Ya veo... gracias.
A continuación, ésta tapó la parte de abajo del auricular y se dirigió a su hijo.
-Michael, llévate a Jun arriba y no la pierdas de vista por nada del mundo.
-¿Pero qué ha pasado?
-Tú haz lo que te digo, ahora te lo cuento.
-Vale, vale...- dijo, algo preocupado ya.
Después, la llevó al cuarto que habían preparado para ella.
Cuando la sentó en la cama, ésta se abrazó fuertemente a él y comenzó a llorar.
Sus llantos eran intensos, pero éste seguía sin saber qué había pasado. ¿Qué habría sido? ¿Por qué se había puesto así?
De todas formas... tenía que hacer algo por ayudarla, o si no... ¿quién sabe lo que pasaría?

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