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sábado, 17 de julio de 2010

Corazón oscuro 27

Episodio 27º

El trayecto hasta la casa de Jun les llevó su tiempo debido a la herida que padecía la chica en la planta de su pie derecho, lo que provocó que ambos estuviesen más juntos todavía.
Por el camino, algunas personas se les quedaban mirando, pues conocían a Michael de antes y no sabían nada de que tuviese una novia, que era lo que parecía en ese presiso instante.
Al llegar, Jun sacó como pudo la llave de dentro de su cartera y se adelantó para introducirla en la cerradura de la puerta.
-¡Michael! ¡Jun!- les gritó una voz conocida.
Cuando ambos se giraron, pudieron ver a Tom acercándose hasta ellos desde la entrada de su casa.
-¿Qué hacéis los dos aquí?- les preguntó al llegar.
-Es que Jun se ha hecho daño en el pie y la he acompañado a casa.
-Soy algo torpe, je,je,je.
-Quién lo diría...
-¿Por qué lo dices?
-Bueno, viendo lo buena que eres en los deportes... Digamos que me soprende un poco, nada más.
-Cada uno tiene un mal día, je,je,je.
-Sí, también es verdad. Bueno, os dejo, que tengo que ir a casa de unos amigos a hacer unas cosas. Adiós- dijo mientras les pasaba de largo y se iba corriendo por la calle.
Después de esa pequeña interrupción, Jun abrió por completo la puerta de su casa y entraron dentro.
Una vez allí, dejó su cartera sobre un estante cercano a la entrada y Michael la acompañó hasta el sofá. Acto seguido, se sentó.
-Déjame ver, anda...- le dijo mientras se sentaba a su lado y le cogía el pie afectado para quitarle el zapato.
-Ah, no hace falta... en serio.
-No seas testaruda, solo miraré un poco a ver si se te ha inflamado o algo. Puede que la herida esté cerrada, pero dices que te duele, ¿no? Por algo será- dijo mientras la descalzaba lentamente.
-Bueno... vale, pero no te quejes si huele un poco mal, eh.
-Tranquila, mujer, je,je,je.
Cuando le hubo quitado del todo el zapato, pasó a quitarle también el calcetín.
Al cabo de hacerlo, miró con detenimiento la planta de su pie y pudo ver un pequeño moretón en el centro de esta.
-Vaya... lo tienes algo morado...
-Bueno, mejor eso que una herida sangrando a borbotones, ¿no?
-Sí, supongo que sí...- dijo mientras bajaba la mirada.
-¿Qué te pasa?
-Es que... no... no me gusta que te hayan hecho eso.
-¿Otra vez con lo mismo? Sabes que no pasa nada...
-¡No me importa!- gritó, cortándola.
La chica se quedó medio sorprendida. ¿Cómo podía haberse enfurecido tanto? Él sabía de sobra que aquello, en comparación con todo lo que había vivido, no era nada. Y entonces... ¿por qué se enfadaba de ese modo? Ella no era normal... no importaba en absoluto que la hubiesen herido así, al fin y al cabo, no le ocurría gran cosa más que aquel pequeño moretón en la zona afectada.
-Michael... no deberías ponerte así...- dijo, desviando la mirada hacia abajo.
-Jun, ellas no sabían nada de tu condición ni de tu fuerza, y aún así intentaron agredirte con semejante arma propia de unos macarras. ¿Cómo quieres que me ponga, entonces?- dijo, furioso.
-Lo... lo siento...- musitó.
-¿Eh?- dijo, medio calmándose.
-No pensé que te fueses a poner así... no debí decir que no pasa nada... perdóname...- dijo mientras cerraba los ojos suavemente y agachaba aún más la cabeza.
-No... no es culpa tuya... Perdóname tú a mí, no debí gritarte- dijo mientras le agarraba dulcemente la cara y se la levantaba lentamente para que le mirase-. Si tú dices que no pasa nada, no pasa nada.
-Pero... debí pensar en tus sentimientos al respecto...
-No importa. Lo verdaderamente importante es que tú estés bien, lo demás es irrelevante.
-Michael, yo...
-Tranquila... no pasa nada...- dijo mientras iba acercando su rostro al suyo.
Después de unos instantes, el chico le dio un profundo beso y pasó sus brazos alrededor de su cuerpo, por la cintura y posando ahora sus manos sobre la parte superior de su espalda. Ella, por contraste, pasó su brazos por encima de los del chico y le posó sus delicadas manos sobre su robusta espalda.
Poco a poco, ambos se fueron dejando llevar por la intensidad del momento y pasaron a tumbarse sobre el sofá. Jun debajo y él encima, aún abrazados.
Al cabo de unos instantes, éste se separó poco a poco de ella y la miró a los ojos, la cual los había abierto al separarse el uno del otro.
-Te quiero mucho, Jun- le dijo.
-Yo también a ti, Michael- le respondió.
Seguidamente, este se movió, tumbándose a su lado, y ambos se quedaron mirando hacia arriba.
-Ojalá pudiésemos estar siempre así.
-Cuando derrotes a tu Padre, todo podrá ser así para siempre. Si tú quieres, claro.
-Claro que quiero...
-¿Pero?
-Pero temo por nuestro destino. ¿Seré capaz de hacer tal azaña?
-Por supuesto que sí, eso ni lo dudes.
-Entonces todo arreglado. Si gano... esta casa será nuestra.
-¿Eh?
-Tendríamos la vida solucionada, solo deberíamos preocuparnos por los estudios y el trabajo...
-¿Ya piensas en eso?
-Hay que ser optimistas, ¿no decías tú eso?
-Sí, pero eso sería ir demasiado lejos...
-Te lo prometí, ¿recuerdas? No fallaré la misión y así podré regresar aquí... junto a ti.
-Me gustaría poder ir para ayudarte...
-Quedándote aquí me ayudas suficiente. No soportaría el hecho de que te hiciesen daño...
-Estamos iguales, así que ya me dirás quién se tiene que sacrificar...
-Está claro que yo. Soy la única capaz de derrotar a Rye, es mi misión...
-Lo sé. Te estaré esperando... y, aunque no aparezcas nunca, lo seguiré haciendo hasta el final. Siempre te esperaré, por mucho que tardes.
-Gracias...
Acto seguido, Jun se abrazó a él y permanecieron así hasta que se acabaron durmiendo.
Mientras tanto, en el mundo oscuro en el cual se encontraban Rye, Greck y Lirin, el segundo nombrado no paraba de dar vueltas alrededor del depósito en el cual se hallaba descansando la espectro.
El tiempo era oro en aquellos momentos y no se creía capaz de aguardar ni un segundo más, pero si quería que todo saliese bien, debía esperar más.
Había estado allí durante algo más de un año y ya se veía al borde de la locura, pero entonces alguien tocó a la puerta, interrumpiendo así sus pensamientos.
-¿Quién es?- preguntó, asustado por que lo hubiesen descubierto.
-¿Greck? Soy una amiga de Lirin. Déjame pasar, por favor.
-¿Cómo sé que dices la verdad?
-Soy la Madre de Jun, Yenilda Rykuara.
-¿La...la princesa?
-Esa misma. Déjame entrar, te lo pido por favor.
-En... ¡en seguida, alteza!- dijo mientras corría hasta la puerta, la abría y hacía una pequeña reverencia.
-Tranquilo, no te tomes tantas formalidades. Vengo como amiga de Lirin y de Jun- dijo, pasando dentro.
Una vez se hubo hallado cerca del tanque donde reposaba Lirin, se acercó hasta su estructura y la examinó con determinación.
-Vaya... sí que es un modelo antiguo... ¿Lleva así un año entero?
-Sí...
-Yo diría, por el modelo empleado, que tardará, al menos, dos meses más.
-Pero... ¡no podemos esperar tanto!
-Lo sé... quién sabe lo que será capaz de desarrollar Rye su poder en ese tiempo. Voy a tener que hacer unos pequeños ajustes...
-¿Usted sabe de eso?
-Claro que sé, me especialicé en la maquinaria y el funcionamiento de la recomposición de células muertas y en estado de putrefacción. Además de que tengo títulos que demuestran mi integridad con la materia revitalizadora y soy una de las principales científicas que están estudiando el regreso progresivo de las almas perdidas tras la muerte del cuerpo físico.
-No... no me imaginaba tal cosa...
-Tranquilo, todos piensan que no tengo muchos estudios cuando, en realidad, los tengo casi todos.
-Me supongo que harán falta piezas...
-No te preocupes, no es necesario. Puedo hacer que estas funcionen mejor con el simple uso de mi energía potencial.
-¿Eso no la dejará dévil?
-No, estoy acostumbrada a que se use mi energía para el funcionamiento de máquinas que requieren mucha más que esta de la cual hablamos.
-Entonces, y si me lo permite, dese prisa, por favor.
-Eso está hecho- dijo mientras se acercaba al monitor del aparato.
Después de fisgonear el panel central, se agachó y descompuso una puertecita metálica tras la cual se encontraban algunos cables.
La mujer introdujo la mano dentro de aquel lugar y sacó unos cuantos cables con una especie de pinzas en sus extremos. Las colocó cerca de su cara y se agarró las dos orejas y algunos puntos de piel blanda de su nuca.
Seguidamente, comenzó el traspaso de energía y el líquido verde en el que se encontraba Lirin empezó a medio hervir.
De vuelta a la Tierra, Michael y Jun seguían dormidos sobre el sofá del salón de la chica.
La noche se les había echado casi encima y el reloj ya daba las ocho.
Rápidamente, Michael fue el primero en despertarse. Tras incoroporarse lentamente, miró hacia Jun, que seguía dormida. Le dio un pequeño beso en la mejilla y se levantó sin hacer ruido.
Cuando miró el reloj, no pudo evitar sorprenderse. ¿Tan tarde era? Debía correr, aunque ya sabía que en cuanto pisara su casa, su Madre le echaría el gran sermón. En momentos como ese, desearía haberse podido llevar un casco de protección o algo por el estilo.
Instantes después, Jun se despertó también y se levantó mientras se pasaba dulcemente las manos sobre los ojos para intentar desperezarse.
-¿Qué hora es...?- preguntó con un tono aún medio dormido.
-Las ocho...
-¿Eh? Creo que mañana no llegarás vivo a clase, ¿no? ¿Quieres que vaya preparando tu funeral?
-Muy graciosa, no empieces como los chicos, anda...
-Ah, venga. Solo tienes que explicárselo y no te hará mucho.
-Como se nota que tu no vives con ella...
-Bueno, pero pasé un tiempo viviendo con vosotros, ¿no? Algo sé sobre tu Madre...
-Sí, pero... Uf... me duele todo con solo pensarlo...
-Ánimo.
-Sí, sí...- dijo mientras se acercaba hasta la puerta.
Una vez hubo abierto la puerta, salió a la calle y Jun se acercó hasta el marco de la susodicha para despedirle.
-Hasta mañana- le dijo mientras se hacia hacia adelante y asomaba su cabeza al exterior.
-Hasta mañana- dijo mientras le daba un beso en los labios y se iba calle a través.
Seguidamente, la chica se replegó sobre sí misma y cerró la puerta.
Mientras Michael iba caminando, no podía dejar de pensar en la que le esperaba en cuanto llegase a su casa. ¿Con que lo atacaría su Madre esta vez? ¿Con una sartén de titanio o... tal vez, con los dos cucharones grandes que se había comprado nuevos para hacer los caldos que, según ella, estarían para chuparse los dedos?
Fuese como fuese, tenía que apresuraste y no alargar más el castigo que le esperaba allá a donde iba.
Pasaron los segundos y por fin llegó a su destino.
Se sacó las llaves del bolsillo de su pantalón de uniforme y las introdujo en la cerradura de la puerta. Giró lentamente la llave y entró casi sin hacer ruido.
Avanzó lentamente y se asomó al salón; nadie. Vía libre para subir hasta su cuarto e intentar esconderse hasta el día siguiente.
Dejó las llaves sobre un cenicero cercano y caminó de puntillas hasta las escaleras.
Cuando le quedaba a penas medio metro, alguien se aclaró la voz a su espalda.
El chico se paró en seco y se temió lo peor. Lentamente se fue girando hasta que vio a su Madre, plantada detrás de él, con los brazos cruzados y por los cuales asomaba uno de los grandes cucharones que el chico había recordado momentos antes.
-¿Se puede saber dónde has estado?
-Esto... en...
-¡No hay peros que valgan, no esperes compasión por mi parte, niño!- gritó, cortándole.
-¡Pero si ni siquiera me has dejado hablar, vieja!- le respondió.
-¡Ni falta que me hace, pequeñajo! ¡Eres mi hijo y harás lo que yo diga!
-¡No seré un niño eternamente! ¡Es hora de que me dejes más libertad!
-¡Ni libertad ni pimientos en vinagre! ¡¿Te crees que porque haya vuelto Jun, voy a dejar que te vuelvas un dejado?! ¡Saliste de clase hace más de cinco horas!
-¡Tuve que acompañar a Jun a casa, ¿vale?! ¡Quieres controlar todo lo que hago!
-¡Pues claro que sí, ese es el deber de toda madre! ¡Ya lo comprenderás cuando tengas tus propios hijos!
-¡Entonces espero no ser como tú en un futuro, los acabaría amargando!- gritó, encarándola.
-Arisa... deja que se explique, cariño- dijo el marido mientras aparecía por un pasillo.
-¡Pero bueno, ¿tú también?!
-Si no conocemos su versión, no podremos juzgarle, ¿no crees?
-Ais... vale, vale. Habla, a ver.
-Es que Jun... se hizo daño en la planta del pie y la tuve que acompañar hasta casa. Pero nos quedamos dormidos y nos despertamos hace poco...
-¿Quéeeeeeeee?- preguntó la madre mientras hacía un gesto de verguenza absoluta, a la vez que medio cómico-. Pero serás degenerado... pobrecita Jun... mancillada tan joven...- dijo mientras giraba la cara para no tener que mirarle a los ojos.
-¡Pero serás mal pensada! ¡No ha pasado nada de lo que crees!- gritó mientras se hacia hacia adelante y se ruborizaba un poco.
-Pero míralo... si te estás poniendo colorado... Uh...
-¡Qué no ha pasado nada, te digo!
-Vale, vale... lo que tú digas... ju,ju,ju...- dijo mientras se burlaba.
-Bah, cree lo que quieras- dijo mientras subía las escaleras.
-¡Eh, eh, eh! ¿A dónde crees que vas? Mereces un castigo por tardar tanto.
-Arisa... al menos sabemos dónde ha estado.
-¡Pero me ha tenido muy preocupada!
-Michael, promete que no volverás a hacerlo, anda. Eso, o prepárate para llevarte un sartenazo...
-Vale, vale... lo promerto.
-Entonces nada, ve arriba, anda.
-Sí...- dijo mientras subía del todo.
-Ah, lo dejas escapar...
-Arisa... déjalo, está en la edad.
-Siempre tan comprensivo...
-¿He de recordarte quién se encargaba de reñirle cuando era más pequeño? ¿Y tú qué hacías? Te aferrabas a él medio llorando y me pedías por favor que no fuese tan estricto. "Mi hijito, mi querido retoñito" decías.
-Bueno... las cosas cambian...
-Ya, ya lo veo...
Seguidamente, ambos se fueron hasta la cocina.
Mientras tanto, Jun se encontraba en su cuarto ojeando algunos libros del curso. Aparentemente, todos ellos hacían referencia a cosas que ya había dado, pues su Madre también la instruía en tales asignaturas, así que no se preocupó por sus estudios.
Después de eso, bajó como pudo por las escaleras y se dirigió hacia la cocina.
-Vaya... así que aquí estabas...- dijo una voz completamente desconocida para ella.
Al oirla, se sobresaltó un poco. No podía ser Rye, pues no era su voz. Pero entonces... ¿quién era?
-Pareces sorprendida... Es normal, no me conoces en absoluto.
-Entonces preséntate.
-Mi nombre es "Uno" y soy un enviado de Rye para asesinarte.
-Creo que mi Padre, lo único que quería, era librarse de ti. Parece mentira que piense que alguien como tú puede derrotarme...
-Menos hablar, es hora de que mueras.
De repente, apareció justo delante de ella portando una guadaña enorme en su mano derecha.
Rápidamente, éste la atacó con ella y la chica se intentó defender poniendo sus dos brazos en cruz delante de su cabeza. Por consecuencia, la hoja de dicha arma impactó contra ellos y la lanzó lejos de donde estaba, atravesando así la puerta de la calle y llegando a impactar contra el muro de la casa de enfrente.
Después de eso, Jun calló al suelo resbalando por la pared y quedándose así luego de rodillas sobre la acera.
Entonces levantó lentamente la cabeza y miró hacia el interior de su casa. Tenía algunas magulladuras en bastantes partes del cuerpo y un pequeño hilito de sangre procedente de la boca le bajaba por la barbilla.
Al cabo de unos segundos, el atacante salió de la vivienda y se acercó a paso lento hasta donde ella estaba.
-Yo que tú no me subestimaría.
-Lo mismo te digo...
-¿Eh?
Acto seguido, de todas las heridas que Jun poseía empezaron a salir esas raíces negras que la caracterizaban y se pusieron en posisión de ataque, apuntando a quien la había herido.
-¿Qué hora decías que era?- le preguntó Jun, en plan burla.
La lucha era inminente.
Uno de los dos estaba destinado a morir esa noche, y la chica sabía perfectamente que no sería ella.
Era el momento de mostrar todo el poder que había sido capaz de adquirir en ese tan duro año... de entrenamiento.

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