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viernes, 16 de julio de 2010

Corazón oscuro 4

Episodio 4º

La mañana había comenzado cálida, como cabía esperar de una de primavera.
Jun ya había terminado de desayunar y ahora se disponía a subir a su cuarto para estudiar aunque fuese un poco hasta el almuerzo.
Las horas pasaron volando para ella, pues le encantaba estudiar. Pero, ahora que se acordaba, ¿qué les podía haber pasado al trío imbecil y al John ese?
Estaba segura de que algo les había pasado, pues se habían metido con ella, pero no sabía de qué se podía tratar. Después de todo, ella nunca decidía el "castigo", éste venía por sí solo y se manifestaba de una forma cualquiera.
La primera vez que le sucedió, fue una manera brutal de aparecerse, pero el resto que han ido viniendo han sido más o menos suaves. Al fin y al cabo, ¿qué son un pie roto y unas visiones comparadas con un atropello mortal?
Pero bueno, ese era ahora el menor de sus problemas, todavía le quedaba Michael.
Era tan pesado que ni se lo podía creer todavía, ¿cómo se le había podido meter en la cabeza semejante cosa como la de hacerse su amigo? ¿A caso no sabe que todo aquel que se relaciona con ella sale mal parado?
Aunque... visto por otro lado, a Jun le alegraba que hubiese alguien que quisiese intentarlo. Nadie había querido hacerlo desde hacía diez años y, se quiera o no, estar alejado de la sociedad durante ese tiempo no es demasiado agradable que digamos.
Por fin llegó la hora del almuerzo y ésta se lo preparó con esmero para poder comérselo después.
La verdad es que nunca había imaginado que comer sola fuese tan gratificante. Cuando lo hacía con sus Padres los fines de semana, siempre la arrollaban a preguntas del tipo: "¿Qué tal el instituto?, ¿has decidido volver a hablar?" y, como nunca responde, pues las preguntas se intensifican hasta que no tienen más que rendirse.
Sus Padres ya habían probado a castigarla por no hablar. El día que regresó de la guardería hacía diez años y no dijo ni una sola palabra, ellos se asustaron por si algo le podía haber pasado, pero cuando la profesora les explicó lo sucedido, no supieron qué hacer. Así que optaron por el castigo.
Pero, por mucho que hicieron, ésta no volvió a mencionar palabra alguna. Por lo que, cada vez que tenían ocasión, empezaban a preguntarle que si volvería a hablar ese mismo día.
Jun no podía entender cómo sus Padres no eran capaces de aceptarlo, pero después de todo, ¿a qué Padre o Madre le gusta que su hija no hable ni se relacione?
Lo mire por donde lo mire, ellos seguirían insistiendo.
Tal vez debería hablarles solo a ellos para que la dejasen en paz, pero estaba segura de que seguirían molestándola. Solo le quedaba ignorarlos.
Entonces terminó de comer y lavó los platos y cacerolas empleados.
Caminó hasta su cuarto y eligió una ropa adecuada para una feria: unos pantalones por debajo de las rodillas negros y una blusa de manga corta con la imagen de un dragón en sus dos caras.
Una vez se hubo vestido, bajó al salón y esperó viendo la tele a que Michael llegase.
Mientras tanto, en el cuarto de dicho chico parecía que hubiese pasado un huracán.
Toda la estancia estaba llena de ropa tirada y había balones de fútbol y baloncesto tirados por todas partes. Parecía que no hubiese sido limpiada en años y que la habitaba un ser de otro mundo.
Y allí, entre tanto desorden, se encontraba él. Estaba desesperado por buscar una ropa que no fuese de deporte, pues era lo único que solía llevar. Su vida estaba basada en el entrenamiento de fútbol, el de baloncesto y el de baseball.
Después de un buen rato buscando, optó por preguntarle a su Madre, aunque... ¿cómo reaccionaría al saber que se iba a la feria? Seguro que le gritaba y lo mandaba a estudiar hasta que no pudiese más.
Pero... no le quedaba de otra, pues ella era la esperta en ropa. Después de todo, era una de las mejores diseñadoras de ropa del país.
Michael bajó las escaleras con cuidado y se acercó hasta el estudio de su Madre, la cual estaba dibujando algunos bocetos en una libreta "dina 4" sobre una mesa inclinada.
-Mamá...- dijo acercándose lentamente.
-¿Qué quieres?- dijo sin despegar la cabeza de lo que estaba haciendo.
-Necesito que me digas si tengo alguna ropa limpia que no sea de deporte...- dijo mientras se mantenía algo apartado.
-¿Por qué lo preguntas?- le preguntó mientras trazaba unas líneas al boceto.
-Es que voy a salir y...
-¿A salir? ¿A dónde? ¿Con quien?- dijo virándose rápidamente para ver la expresión que pondría su hijo al responder.
-Vo...voy a ir a la feria... con... con una amiga...- dijo haciéndose algo para atrás del susto.
Su expresión era de miedo total, pero entonces recordó que tenía que ser firme ante ella. Después de todo, era su Madre y no un ogro, aunque a veces lo pareciese...
-¿A la feria? ¿No tienes que estudiar? ¡Espera! ¿Una amiga? ¿es guap...?
-¡Deja esa preguntita ya!- dijo, cortándola.
-Me preocupo por tu bien, hijo. Y lo sabes de sobra. ¿Y los estudios qué?
-Ella me va a ayudar. No te preocupes por eso...- dijo desviando la mirada.
-Hum...- dijo mientras se acercaba hacia él.
Entonces le puso las manos en los hombros y se agachó para ponerse a su altura, pues solía usar tacones hasta dentro de casa.
-A por ella, hijo.
-¡¿Qué... pero qué dices, Mamá?!- dijo, algo exaltado.
-Una Madre sabe muchas cosas, hijo mío. Y yo, como Madre tuya que soy, sé que esa chica te gusta.
-No digas tonterías. No me gusta, solo es mi amiga, nada más.
-Ais... los jóvenes de hoy en día... cómo les cuesta reconocer las cosas- dijo separándose y juntando las manos sobre su pecho.
-Mamá, lees demasiadas novelas románticas.
-No hables como tu Padre, hazme el favor.
-Sí, sí, vale. Lo que tú digas...- dijo mirando hacia otro lado.
-Bueno, sea como sea... que te diviertas. Ah, segundo cajón de la comoda roja, al lado de tu armario.
-Gracias- dijo mientras se iba.
Michael no podía creerse lo que su Madre le había dicho. ¿Gustarle? no, no era tanto como eso. Solo quería oír el sonido de su voz, nada más. Era su único propósito, aunque sí era verdad que le interesaba conocerla mejor.
Pero bueno, ahora no tenía tiempo para pensar en eso, solo le quedaban cuarenta minutos para que llegase la hora de recoger a Jun y todavía no sabía qué iba a ponerse.
Así que subió las escaleras corriendo y se dirigió a su cuarto. Cuando abrió el cajón que su Madre le había indicado, pudo ver que estaba lleno de vaqueros azules oscuros y camisas de todos los tipos; de botones, polos, chaquetas...
¿Cuándo había su Madre comprado todo eso?
Que él recordase, eso nunca había estado ahí y, lo más extraño de todo, ¿cuándo lo llevó a la tienda para que se probase todo aquello?
Fuese como fuese, ahora no tenía tiempo de pensar en eso, así que cogió un pantalón y una blusa cualquiera, se visitió, cogió la cartera con el dinero y bajó las escaleras a todo correr. Cuando se encontró frente a la puerta del baño, entró y se peinó adecuadamente.
Después de fijarse a ver si llevaba algo fuera de lugar, se encaminó a la puerta de salida y pasó por ella.
Su Padre, que había estado leyendo el periódico en una silla del pasillo, se quedó bastante sorprendido. Nunca había visto a su hijo así de arreglado, siempre iba con ropa de hacer deporte: chandals, pantalones cortos, ropa de equipo...
Se le hacía raro verle así, pero se supuso que serían cosas de la edad.
-Cariño, ¿qué le pasa a Michael?- le preguntó a su esposa desde donde estaba.
-Nada, Querido. El amor, que lo tiene loco.
-¿Tú crees que sea eso?- dijo volviendo a fijarse en las noticias que estaba leyendo.
-Soy su Madre y le conozco.
-Esto no es una novela de esas tuyas, Nena.
-No digas esas cosas que luego tu hijo se cree que puede decírmelas también.
-Vale, vale. Pero será mejor que tenga cuidado, en el periódico hay una noticia que dice que se ha escapado un peligroso secuestrador.
-No creo que les pasé nada. Ayer lo dijeron por las noticias también, pero comunicaron que era en el pueblo vecino.
-Nunca se sabe. En estos tiempos que corren todos estamos en peligro por cualquier cosa. En mi época solo nos preocupábamos por la guerra.
-Los tiempos cambian, Cariño.
-Lo sé. Solo espero que no les ocurra nada.
-Despreocúpate, Michael es fuerte.
-Si tú lo dices...
Mientras, Michael corría por la calle a más no poder.
Justo cuando iba a girar en una esquina, por ésta apareció un chico con muletas al cual no pudo verle bien la cara, por lo que chocó con él y ambos calleron al suelo.
-¡Ay! Ve con más cuidado, imbécil- dijo el chico.
-Lo siento, no me ha dado tiempo a frenar...- dijo levantándose.
Cuando pudo darse cuenta, se trataba de John.
-Pero, tío. ¿Qué te ha pasado?
-Eso pregúntaselo a tu "amiguita" Ya te dije que puede echar mal de ojo o algo. Seguro que esto fue una venganza por lo de ayer...
-No seas estúpido. ¿Qué pasó?
-Pues ayer mi Madre me pidió que ordenase los periódicos viejos que mi Viejo tiene guardados encima de la estantería más alta del garaje. Mientras los estaba cogiendo, una pila mucho más grande que se hallaba detrás se cayó hacia adelante y me caí hacia atrás. Los periódicos más toda la estantería se me cayó justo encima de mi pie derecho. El médico me ha dicho que no podré jugar al menos en cuatro semanas...
-Vaya, pues lo siento por ti...- dijo mirando al reloj después de haberle ayudado a levantar-. ¡Madre mía, llego tarde!
-¿A dónde vas?
-Es que voy a la feria... ¡y ya llego tarde! Te veo el Lunes, adiós- dijo echándose a correr.
-Siempre tan despistado...- dijo alejándose.
Jun se había quedado dormida mientras veía las noticias de las tres.
Al parecer, Michael se había retrasado ya unos quince minutos. La verdad es que ella nunca quiso ir, pero la impaciencia la hacía dormirse.
De repente, el timbre sonó y ésta se despertó, algo sobresaltada.
Se encaminó hacia la puerta y la abrió.
-Siento... el retraso...- dijo jadeando.
Ésta tenía una cara de sueño que no podía con ella, pero igualmente cogió las llaves, el móvil y, después de apagar la televisión y todas las luces, salió afuera cerrando la puerta tras de sí.
Entonces se encaminaron a paso normal hacia la estación de tren.
-¿Estabas durmiendo?
Jun afirmó con la cabeza mientras se quitaba algunas legañas de los ojos.
-Ja,ja,ja, pareces un gatito aseándose- le dijo, feliz.
Ésta le miró, extrañada.
Nunca nadie antes le había dicho nada parecido. Todas las comparaciones que le hacían eran del estilo: "Peor que un demonio, tan oscura como una sombra...", pero esa no, esa era "especial"
No pudo evitar sonrojarse un poco, pero aún así, siguió mirando al frente.
Ya llevaban un rato caminando y entonces pudieron ver, a lo lejos, un trío de chicas en silla de ruedas que avanzaba hasta ellos.
Cuando pudieron darse cuenta, se fijaron en que se trataba del trío imbécil.
Al cabo de un momento, éstas se pararon justo en frente suyo.
-¡Pero, chicas, ¿qué os ha pasado?!- dijo, algo sorprendido por verlas llenas de escayolas y arañazos.
-¡Es todo culpa tuya, Jun! ¡Mira lo que le has hecho a mi hermoso cuerpo!
-Eso, eso. Por tu culpa estamos así.
-Lissy, Eva... no creo que haya sido culpa suya.
-¿Qué no, dices? Ni que no supieses lo que les pasa a todos aquellos que la molestan. Debimos pensarlo antes de enfrentarnos a ella...
-Mery... exageras. ¿Qué os pasó, a ver?
-Pues ayer fuimos a dar un paseo al monte de detrás del parque y, cuando estábamos en la cima, la tierra se derrumbó a nuestros pies. Cuando nos pudimos dar cuenta, nos habíamos caído por el acantilado más alto- dijo con una voz muy "pegajosa"
-No creo que Jun probocase eso. Seguramente fue que pisasteis tierra suelta y acabó por caerse.
-Antes que nosotras, una pareja había comido justo encima de esa misma tierra que pisamos momentos después- dijo Eva, algo furiosa.
-Casualidades de la vida.
-Michael, en serio. Ya conoces su pasado, ¿por qué te empeñas en seguir adelante con esto? Aléjate de ella antes de que algo de esto te pase a ti.
-Lissy... yo no creo en ese tipo de cosas.
-Pero...
Jun seguía inmóvil al lado del chico.
Ya había escuchado bastantes tonterías con respecto a ella durante toda su vida, así que estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.
Pasaron unos minutos y Michael les dejó bastante claro que no iba a desistir en ser su amigo, así que se fueron lentamente. Como pudieron, vamos. Pues tenían los brazos llenos de arañazos.
-Qué pesadas que son, ¿eh?- dijo retomando el camino junto con ella.
La chica le miró de reojo y luego volvió a mirar la acera que se alzaba frente a ellos.
-Nunca me creeré nada de lo que me digan, puedes estar segura de eso.
Jun se sorprendió. ¿Por qué rechazaba a su entorno habitual para estar con ella? Se suponía que esos a los que rechazaba eran sus amigos, los que siempre habían estado con él y le habían apoyado. Y entonces... ¿por qué se alejaba ahora de ellos?
El caso es que no podía creerse lo que había hecho. Primero había sido el fútbol, luego sus fans, después sus amigos, ¿qué sería lo siguiente? ¿los demás equipos de baloncesto y baseball?
Y, lo más importante, ¿por qué lo hacía? y... ¿dejaría que lo rechazace todo solo por ella, una completa extraña?
-Pareces pensativa- le dijo de repente.
Ésta le miró seguidamente a los ojos y recobró su estado de siempre.
Ya iría descubriendo lo que se planeaba poco a poco.
Al cabo de unos instantes, llegaron a la estación, pagaron el pasaje y montaron en el tren.
Pasó una media hora y se bajaron en la parada estimada. Caminaron un poco más y llegaron a la feria.
Había de todo: casetas de peluches, noria, montaña rusa, ruleta, coches de choque, pesca de peces con papel, tiendas de comida, tiendas de caretas, casa del terror...
-Bueno, voy a comprar dos entradas, espérame aquí- dijo encaminándose a la caseta donde se vendían estas.
Estuvo esperando un buen rato, pues había una cola tremenda. Pero después de veinte minutos, regresó junto con ella y le tendió su entrada.
-Vamos- le dijo mientras iban a la puerta principal.
Las horas pasaron rápidamente.
La verdad es que Michael parecía divertirse bastante; ella, sin embargo, no aparentaba ni felicidad ni tristeza. Seguía teniendo la misma expresión de siempre.
Aunque la verdad es que nunca hubiese imaginado que conocería tantas cosas del chico más popular del instituto. La casa del terror fue demasiado para él, se asustaba hasta con el paso de las luces del techo, la altura de la noria le pareció exesiva, pero aún así se montó con Jun...
Pero, sin embargo, tenía bastante buena puntería en las pistolitas con premio y pescó algún que otro pez cuando parecía que el papel iba a rompérsele.
Llegó la hora de la cena y ya ambos empezaban a notar el hambre sobre sus estómagos.
-Espérame aquí, voy a por algo de comer. ¿Quieres un batido y una hamburguesa?
Ésta le señaló.
-¿Lo mismo que yo dices?
Afirmó.
-Vale, ahora vuelvo- dijo mientras se iba alejando entre la multitud.
La verdad es que la había dejado en un sitio bastante apartado, pero así era mejor. El bullicio de la gente la molestaba y, mientras estuviesen apartados, no lo oiría demasiado.
Los minutos pasaron y empezó a sentir algo extraño. Era como si la observacen...
De repente, oyó unos pasos y alguien le tapó misteriosamente la boca con fuerza. Todo se volvió negro...
Cuando Michael regresó, no la encontró por ningún lado.
¿Dónde se había metido? ¿Se habría aburrido e ido a casa? ¿Estaría en el baño?
Entonces se sentó en el banco y dejó la comida a un lado.
Algo le pareció extraño, si se hubiese ido se habría despedido al menos, aunque... él le dijo que la invitaba, así que no podía haber tomado el tren de regreso, no tenía dinero como para tal.
Y entonces, lo vio. En el suelo... era su móvil...

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