Episodio 5º
Michael no sabía qué hacer.
¿Y si le había pasado algo? Ella no era muy propensa a dejar sus cosas por ahí tiradas; es más, ahí donde se la ve, es la chica más ordenada de toda la clase y nunca deja nada fuera de lugar.
Ya habían pasado diez minutos desde que no sabía nada de ella, así que optó por mirar el registro de llamadas de su móvil. Cabía la posibilidad de que la hubiesen llamado y de la impresión de alguna noticia hubiese salido corriendo sin darle tiempo a guardarse el móvil siquiera.
Pero no, una vez lo hubo mirado pudo ver que el registro estaba vacío. Nadie la había llamado recientemente y, al parecer, nunca. Pues la única llamada que se veía marcada era la que él hizo a su casa de cuando se quedaron encerrados en el gimnasio.
Y entonces... ¿dónde podía estar?
Lo más normal sería pedir ayuda, pero la había dejado en un lugar demasiado apartado de la gente como para que alguien hubiese podido ver nada de lo ocurrido.
Después de pensarlo durante unos instantes, se encaminó a buscar un policía dejando la comida allí.
Caminó durante cinco minutos hasta que encontró a un guardia que iba patrullando por el lugar. Se acercó hasta él y lo detuvo.
-Disculpe, he perdido a una amiga... ¿Podría ayudarme?
-Claro, chico. Dime, ¿cómo se llama y cuales son sus rasgos más característicos?
-Pues se llama Jun, Jun Fujineko. Es un poco más baja que yo, delgada. Tiene el pelo largo, negro, ondulado y lo lleva suelto. Sus ojos también son negros e iba vestida con un pantalón pirata negro y una blusa de manga corta... con un dragón impreso.
-De acuerdo, llamaré a algunos agentes más para que nos ayuden con la búsqueda. Quédate aquí, enseguida vuelvo.
-Vale...
El agente se fue corriendo hasta una caseta cercana.
Michael esperó durante unos instantes y, por fin, cuatro policías salieron corriendo en su dirección.
-Bien, chico. Tú espéranos dentro de la caseta, nosotros iremos a ver si la encontramos. Dentro encontrarás a una agente, si necesitas algo, házcelo saber.
-Gracias...
-No te preocupes, seguro que aparece. Ten fe.
-Sí...- dijo yéndose hacia la caseta.
Cuando entró dentro, la agente que había en ésta le invitó a sentarse.
Una vez en la silla, puso sus codos sobre sus rodillas y apoyó la cabeza sobre sus manos.
No podía creerse que algo pudiese haberle sucedido. Tendría que haberse quedado con ella o, al menos, llevarla consigo. Estaba totalmente destrozado y no sabía cómo reaccionar. ¿Qué podía hacer? ¿Y si no salía de esta?... solo le quedaba esperar.
-Tranquilo, chaval. Ellos podrán encontrarla. ¿Es pariente tuyo?
-No...- dijo sin levantar la cabeza-. Es una amiga del instituto...
-Vaya... Ánimo.
-Gracias...
Inesperadamente, el teléfono que se encontraba situado en la mesa donde la agente estaba escribiendo sobre algunos documentos comenzó a sonar.
Después de que ésta lo cogiese, su expresión cálida se volvió fría de repente.
-Sí... bien. ¿Qué condiciones tiene?- dijo poniendo en marcha la grabadora que se hallaba al lado de éste-. De acuerdo.
Seguidamente, colgó.
-¿Qui... quién era...?
-Lamento tener que decirte esto, chico. Pero tu amiga... ha sido secuestrada.
-¡¿Cómo?!- dijo levantándose con tal brusquedad que tiró la silla de espaldas al suelo.
-Tengo que llamar a mis compañeros...- dijo marcando un nuevo número sobre el aparato.
La chica esperó unos segundos hasta que le cogieron el teléfono y explicó todo lo sucedido. Después colgó de nuevo y se dirigió a Michael, que estaba con una expreción gélida en su rostro que inspiraba temor.
-Haremos todo lo posible por rescatarla, te lo prometo- dijo poniéndole una mano sobre el hombro.
-Debí... debí protegerla...
-No fue tu culpa. Tranquilízate un poco y respóndeme con claridad. ¿Sabes dónde están sus Padres? ¿Crees que podrías decirnos su número de teléfono o móvil?
-No sé dónde pueden estar... Cuando fui a recogerla estaba sola en casa...
-¿Algún pariente cercano que conozcas?
-No...
-La encontraremos, tranquilo. Siéntate y espera.
-No... debo hacer algo... fue por mi culpa... Debí estar con ella en todo momento y protegerla...
-Si hubieses estado con ella, tal vez te habría cogido a ti también. Ahora solo puedes esperar.
-Pero... ha sido culpa mía.
-No lo es. Haremos lo que esté en nuestra mano para encontrarla y salvarla. Por ahora sabemos su aspecto, solo nos queda buscarle. Después de todo, ya estuvo preso.
-Sí... oí algo en las noticias...
-Ahora siéntate y descansa. ¿Quieres que llame a tus Padres?
-No, lo último que me faltaba ahora es oir a mi Madre poniéndose histérica...
-Vale, de acuerdo.
Mientras tanto, en una casa abandonada no muy lejos de allí...
Jun se encontraba sentada en una silla y atada de pies y manos. Delante suyo, el secuestrador daba vueltas de un lado a otro.
-Reza por que no tarden demasiado en darme el dinero y el billete de avión, porque si no, tú serás la perjudicada- dijo mientras le ponía su afilado cuchillo sobre el cuello.
Ésta, como siempre, no dijo nada de nada y se limitó a observarle con una inexpresión terrorífica en su rostro.
-¡¿Por qué coño no hablas, Mocosa?!- dijo apretando más el filo del arma contra su piel.
Ella seguía sin hablar.
-Bah, no puedo matarte tan pronto...- dijo separándose de ella-. De todas las niñatas del mundo, he tenido que coger a la más rara...
Jun miró a su alrededor. La estancia estaba totalmente vacía y solo habían unas cuantas cajas más la silla donde ella se encontraba.
-Lo más normal del mundo es que estuvieses gritando... Aunque te advierto que no te serviría de nada, aquí nadie puede oirte.
La chica le miró con sus ojos fríos y éste se asustó. ¿Cómo era posible que una chica pudiese intimidarle?
Aún así, la necesitaba para que le diecen el dinero y el billete de avión, si no, jamás podría salir del país. Éste se acercó hasta ella, se agachó para ponerse a su altura y comenzó a pasear el cuchillo por los alrededores de la chica, intentando intimidarla.
-Bien, dime cómo te llamas.
Ésta no habló y continuó mirando al frente, sin prestarle atención al arma que danzaba por delante suya.
-¡Maldita mocosa insolente!- dijo mientras la golpeaba con el puño derecho sobre su mejilla izquierda.
El golpe fue tal, que le reviró la cara y, cuando esta volvió a mirarle, se podía apreciar que la había hecho sangrar y que la zona afectada empezaba a ponerse morada e hinchada.
Entonces en el rostro de Jun se marcó una sonrisa malévola.
El atracador no podía creerse lo que estaba viendo. ¿Cómo podía alguien reirse en semejante situación?
Tal acto lo hacía quedar como un imbécil, así que volvió a golpearla, esta vez en la otra mejilla y luego en la barriga.
-¡No te atrevas a reirte de mí, Criaja de mierda!- dijo mientras se alejaba dándole la espalda a ésta.
Cuando Jun levantó la cabeza poco a poco, su sonrisa seguía puesta sobre su cara y sus ojos habían adoptado un color negro más intenso aún de lo que ya estaban antes.
El secuestrador se giró lentamente y se llevó una mano a la cabeza para intentar tranquilizarse.
Al ver su rostro, éste no pudo contener la ira y se acercó para volver a golperarla pero, justo en ese instante, el techo se vino abajo justo encima suyo.
El golpe fue tal, que hasta el suelo que se hallaba bajo sus pies cedió y cayó, junto con todos los escombros, al piso de abajo.
Jun miró por el agujero desde donde estaba sentada y aún mantenía la sonrisa diabólica. Desde ahí se podía ver su rostro lleno de sangre y se podía apreciar que estaba quejándose levemente.
Misteriosamente, las cuerdas que ataban a Jun se deshicieron por arte de magia y ésta quedó libre. Se levantó y bajó al piso de abajo por las escaleras que se hallaban a una distancia de donde se encontraba.
Una vez allí, se acercó hasta los escombros y el secuestrador giró lentamente la cabeza para mirarla desde abajo. Ésta le miraba con su expresión de siempre, pues había dejado de sonreir.
-Mo... monstruo...- dijo, casi sin aliento.
Jun le miró unos instantes más y salió de la casa, dejándolo allí.
Después de un buen rato caminando, consiguió llegar a la feria, la cual ya había cerrado sus puertas y tenía a bastantes agentes de policía corriendo por los alrededores.
Ésta se acercó a la puerta e intentó entrar, estaba segura de que Michael seguía allí y con él, su móvil.
Algunos agentes pasaron por su lado y se la quedaron mirando, pero no la reconocieron puesto que daban por hecho que a la que buscaban estaría atada, amordazada y retenida en algún recondito y cercano lugar.
La chica no tuvo problemas para entrar y se coló sin problemas.
Avanzó por las casetas vacías hasta que pudo ver que una a lo lejos contenía luz, así que se acercó a un ritmo suave pero ligero, como el que siempre había tenido.
Una vez se halló al lado de la puerta, pudo oir a una mujer diciendo unas aparentes palabras de consuelo.
-No desesperes. Estará bien...
-No anima demasiado... Debí quedarme con ella... ¡maldita sea!- dijo golpeando algún objeto cercano.
Reconocía esa voz, era Michael.
Al parecer estaba furioso consigo mismo. Era normal, cualquier amigo de víctima de un secuestro se echaría la culpa, y más sobre todo si esa persona está cuando le ocurre la desgracia.
Pero no tendría que preocuparse más, al fin y al cabo, ahí estaba, ¿no? Sana y salva...
Así que se situó bajo el marco de la puerta y observó a Michael, que estaba sentado y agarrándose los laterales de la cabeza con las manos.
Entonces ambos miraron hacia la puerta, pues su sombra la había delatado.
Y la felicidad afloró en el rostro de Michael mientras que en el de la agente solo había extrañeza.
Éste se levantó rápidamente y corrió hasta ella. Acto seguido, la abrazó.
Jun estaba sorprendida. ¿Por qué tanto alboroto por eso? No la conocía de nada y... ¿se había puesto así?
Y allí seguían, ella parada como siempre y él abrazándola fuertemente.
-Menos mal que estás bien...- dijo sin soltarla.
-Así que ha escapado... tendré que tomarle declaración...- dijo acercándose.
-Me temo que no le dirá nada- seguía igual.
-¿Po... por qué?- dijo mientras se paraba en seco.
-Ella no habla.
-¿Eh? ¿Pero por qué?
-Es una historia muy larga...
Jun, bastante extrañada ya, intentó separarse poco a poco de él para que dejase de "asfixiarla", pero éste se negó a aceptarlo y continuó abrazándola.
-Pensé que te había hecho algo malo...- y entonces, unas pequeñas lágrimas brotaron de sus ojos.
Después de eso, se separó y puso sus manos sobre sus hombros, luego se agachó y se puso a mirarla cara a cara.
Ésta pudo ver que sus ojos estaban llorosos pero que, aún así, mostraban una felicidad enorme... ¿por haberse salvado? ¿Por qué lloraba? ¿se había vuelto loco? Pensaba que no merecía la pena ponerse así por ella, al fin y al cabo, tal y como había dicho el secuestrador... era un monstruo, ¿no?
-No vuelvas a hacerme esto nunca más, ¿me oyes?
La sorpresa fue tal, que se quedó sin parpadear durante casi cinco minutos.
Interrumpiendo, la agente se acercó hasta ella y se interpuso para que ambos se relajasen.
-¿Dónde ha ido el secuestrador?
Jun cogió un papel cercano junto con un bolígrafo y escribió una dirección.
-De acuerdo...- dijo mientras leía lo escrito.
Después de eso, llamó por teléfono y comunicó la ubicación del delincuente.
Cuando los agentes encargados llegaron al lugar de los hechos, volvieron a llamar a la chica y le contaron lo sucedido.
-¿Qué... qué le ha pasado a ese hombre?
-Al parecer, ha fallecido... El techo se le cayó encima y los escombros lo llevaron al piso de abajo. Murió desangrado y al parecer, fue hace poco. Menos de dos horas. El cuerpo aún seguía caliente.
-No sé si alegrarme o no...
-Ahora nos ocuparemos de todo, podéis iros tranquilos. ¿Queréis que un agente os lleve hasta vuestra casa?
La víctima negó con la cabeza y se dispuso a salir de la caseta.
Michael la siguió corriendo después de despedirse de la policía que tanto le había ayudado.
-¡Espera, no puedes irte sola!- le gritó mientras la seguía de cerca.
Cuando se halló a su lado, paró de correr y continuó caminando junto a ella.
Entonces se fijó en sus dos mejillas, que estaban algo hinchadas y parecía que algo de sangre había caído por sus labios.
-Oye, ¿qué te ha pasado?- dijo poniéndose delante suyo, cortándole así el paso.
Ésta miró hacia otro lado.
-¿Te ha golpeado?- dijo agarrándola de la barbilla y girando su cara para tenerla de frente a la suya.
Jun le miró a los ojos y, acto seguido, desvió sus pupilas hacia otro lugar.
-Déjame que te ayude- dijo sacando una especie de pañuelo.
Seguidamente, lo pasó suavemente por donde estaba la mancha de sangre bajo su boca y la limpió con delicadeza.
-Ya está... Cuando llegues a tu casa, ponte hielo en las mejillas para que baje el hinchazón. No te olvides- dijo mientras volvía a guardar el pañuelo.
Ella se sorprendió. ¿Cómo podía preocuparse tanto?
-Ah, lo sé porque ya se me han hinchado varias partes del cuerpo por forzarlas demasiado, je,je,je.
Fuese como fuese, había hecho lo que nadie antes: preocuparse por ella.
El camino de regreso fue tranquilo y Michael no habló casi nada.
Cuando llegaron a la casa de Jun, ésta abrió la puerta y pasó dentro.
-Bueno... nos veremos el Lunes...- dijo mientras se iba.
Pero ella lo detuvo agarrándole del hombro.
Luego le hizo un gesto con la mano para que esperase y corrió dentro. Una vez de vuelta a la entrada, le tendió una hoja de papel en la cual había algo escrito.
Le miró con dulzura y cerró la puerta.
Al cabo de unos instantes, cuando miró lo que ponía, pudo leer lo siguiente: "Gracias"
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