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viernes, 23 de julio de 2010

Corazón oscuro 39

Episodio 39º

El clima se había vuelto frío y una serie de nubes oscuras comenzaron a acercase al punto que se encontraba sobre sus cabezas.
Un grupo de alumnos rodeó a Jun para evitar que esta escapase pero, aún así, la chica ni se había inmutado.
La verdad es que aquello que Saya le había dicho estaba empezando a resonar en su cabeza como si de un disco rayado se tratase.
Por su parte, Michael parecía decaído.
No había hablado casi nada durante todo el día y ahora aparentaba estar deshorientado. ¿Estaría enfermo?
De ser así, hacía lo imposible por escondérselo a todo el mundo.
Al cabo de unos instantes, Jun levantó levemente la cabeza para mirarlo... no parecía él mismo.
Tenía la mirada perdida y no se movía de donde estaba.
-Ahora te llevaremos ante el director, así que no te resistas- le dijo con tono de malicia, Lissy.
Entonces la chica levantó más la cabeza, haciendo así que un poco de su flequillo le tapase su ojo derecho.
Por su parte, el izquierdo estaba completamente al descubierto y algunos alumnos habían podido ver su repentino color furia y sus pupilas cual gato.
Estos, al verlo, se quedaron semiparalizados.
-¿Véis? Lo que yo os decía. ¡Es una bruja!- gritó, histérica.
Después de eso, Jun avanzó unos pocos pasos y se paró en seco, sin dejar de mirarla.
Lissy estaba algo asustada. Después de todo, ella había sido la que la había puesto en evidencia. Aún así, ahora no podía echarse para atrás. Estaba convencida de que podría enfrentarse a ella de un modo que no la involucrase... demasiado.
-No os quedéis ahí parados, atrapadla para que podamos presentársela al director junto con la cinta de vídeo- dijo con un tono serio y lleno de malicia.
-¡Alto!- gritó una voz lejana.
Y entonces, a lo lejos, pudieron ver a Saya, la cual se acercaba corriendo hasta ellos, casi sin aliento.
-¡Detenéos ahora mismo, estáis todos equivocados!- gritó mientras se ponía al lado de Jun para así defenderla.
-¿Qué quieres, Saya Fujineko?- preguntó, irritada, Lissy.
-Esto es un error. Quien os dijo todo eso fui yo, y no ella. Mi hermana no tiene nada que ver con ese vídeo.
-¿Pero de qué hablas? ¿Cómo ibas tú a saber todo lo que pasó aquella vez con Michael?
-Ella me lo contó una vez por carta...
-¿Entonces por qué no nos dijiste que eras tú?
-¿Ahora me veniís con esas? ¡No me dejasteis hablar, maldita sea!
-Déjalo...- le susurró Jun.
-¿Qué?- preguntó, extrañada, mientas la miraba a ella ahora.
-No tienes que molestarte... Estoy cansada de todo esto...
-¿Qué quieres... decir?
-No aguanto más este lugar...- dijo mientras bajaba la cabeza-. No soporto que esas tres estén todo el día persiguiéndome y molestándome. No quiero que esas alumnas irritantes me miren más con odio solo por ser la novia de Michael... ¡Estoy harta de toda esta mierda!- gritó, furiosa y mirándolos a todos con odio.
-Hermana...
-¡Desde hoy, dejo esta puñetera escuela! ¡Y podéis irle con el cuento a quien queráis, me da absolutamente igual!
-¡Jun! ¡No digas eso!- le gritó Saya mientras la agarraba por los hombros.
-Con respecto a ti, Michael...- dijo mientras avanzaba un paso hasta él, ignorando así a su "hermana"-. Si tú, que eres mi novio, no me crees... entonces ya no veo motivo por el que tenga que estar junto a ti. No quiero como novio a alguien que no es capaz de dar la cara por mí y que se cree a la primera de cambio lo que estas puedan decir o mostrar sobre mí. Ya me cansé de todo esto. Puedes quedarte con cualquier otra, pues ya he visto que no me quieres nada.
-¡Jun!- gritó Ren-. ¿Cómo puedes ser tan cruel?
-¿Qué cómo puedo ser tan cruel, dices? ¡Vosotros sois los crueles! Os odio... ¡Os odio a todos!- dijo mientras se alejaba corriendo.
-¡Jun, espera!- gritó Saya mientras la perseguía.
Al cabo de un rato, el patio se quedó en completo silencio.
Todos fijaban sus miradas ahora en Michael, él cual permanecía de pie, sin decir ni una sola palabra.
-Capitán...- le dijo Tom mientras se le acercaba.
-¿Estás bien, Michael?- le preguntó, por su parte, John.
Pero esa pregunta no obtuvo respuesta, pues el chico seguía callado.
-Michael...- le dijo Ren mientras le ponía una mano sobre su hombro derecho.
Para su mayor sorpresa, éste estaba totalmente caliente.
Acto seguido, se desmoronó y calló al suelo, inconsciente.
-¡Michael!- gritaron los tres mientras se agachaban rápidamente para ayudarlo.
-¡Tenemos que llevarlo a la enfermería!- gritó Ren.
-Iré a llamar a un profesor, vosotros quedaos con él- dijo Tom.
-Sí.
Mientras tanto, en la calle, Jun seguía corriendo en dirección a su casa.
Saya la seguía de cerca, pero aún así no podía alcanzarla.
-¿Qué ha pasado? No lo he entendido muy bien- le dijo la voz de Lirin mientras corría.
-No lo sé. De repente se ha puesto así y ha cortado con Michael...
-Sabía que no debiste decir nada, eso fue la gota que colmó el vaso.
-¡No me eches ahora la culpa a mí!
-Pero es tu culpa.
-Si él no confiaba en ella, tarde o temprando se iba a dar cuenta. Yo solo he sido la que lo ha adelantado todo.
-Pero piensa que ahora es muy posible que ella no quiera enfrentarse a su Padre.
-¿Qué?
-El motivo por el que ella iba a luchar era para proteger a Michael. Ahora que se ha enfadado así... ¿crees que seguirá queriendo luchar por esa razón?
-Ya, pero... ¿qué podemos hacer?
-Solo convencerla de que no haga locuras... Y yo que pensé que la que me iba a dar problemas ibas a ser tú...
-Pues lo siento si ha sido al revés.
-De todas formas... síguela y evita que se meta en problemas. Tal como está la situación, es tu deber arreglarlo. Así que... ¡corre!
-Ya va, ya va...
Al cabo de unos minutos, Jun llegó a su casa, abrió la puerta rápidamente y se adentró en ella cerrándola de nuevo, pero sin llave.
Una vez que su perseguidora se encontró a la altura del portal, entró también.
Cuando hubo avanzado unos pocos pasos, pudo darse cuenta de que Jun se encontraba ahora recostada sobre el sofá, boca abajo y aparentemente, llorando.
-Si te ibas a poner así, no haber dicho lo que dijiste.
-Pero es que es cierto. Estoy harta de todo esto... ¿qué clase de novio no confía en su novia?
-Aquellos que no se dan cuenta de nada. ¿No viste como estaba? Parecía ido...
-Me da igual. Si se encontraba mal, habérmelo dicho.
-No querría preocuparte.
-Eso es que no confía en mí. Lo mires por donde lo mires, la respuesta me da la razón. Tal vez me equivoqué al pensar que él era diferente al resto...
-No creo que haya sido así.
-¿Cómo lo sabes?
-Pues...- dijo mientras se sentaba sobre el borde del sofá y le acariciaba la cabeza lentamente-. porque he estado dentro de ti mucho tiempo y he vivido lo que tú.
-De todas formas ya no puedo volver...
-¿Cómo que no?
-Dije que me iba, ¿recuerdas?
-Pero yo aún sigo.
¿Qué quieres decir?
-Somos gemelas. Puedes hacerte pasar por mí e ir de incógnito. Una vez allí, te disculpas con él y asunto zanjado.
-No sería capaz de mirarle a la cara...
-Oh, vamos. ¿Desde cuando eres una cobarde? Me estás dejando en evidencia.
-Lo siento, pero no puedo hacerlo... He sido muy dura con él... ¿Y si ya no quiere volver a verme jamás?
-Qué pesimista... Estás actuando como una adolescente humana.
-Es que lo soy.
-Tú eres de una raza superior. Nunca lo olvides.
-Ya... lo que tú digas.
-Eres de la realeza de nuestro mundo. Como para no serlo.
-Pero...
-De todas formas, es mi culpa. No debí enfrentarme a esas chicas. Perdóname.
-No es culpa tuya. Solo querías hacer que se alejasen de mí- dijo mientras se incorporaba y la abrazaba-. Gracias, Saya...
-No las merezco...- respondió mientras le correspondía el abrazo.
En ese mismo instante, en el instituto, se encontraban John, Tom y Ren en la enfermería, esperando a que les dijesen algo sobre el estado de su capitán.
En eso, la enfermera salió a comunicarles lo delicado del asunto.
-Parece ser que Michael tiene una fiebre elevada. Le hemos colocado el termómetro y éste nos indica que su temperatura es de unos cuarenta y dos grados. Aún no sabemos la causa aparente, pues no padece ningún otro síntoma de resfrío. En estos casos, lo mejor es llamar a sus Padres y que ellos decidan si enviarlo al hospital o no.
-Espere, ¿ha dicho cuarenta y dos grados?
-Sí. He mirado a ver si era que el termómetro estuviese averiado, pero está perfectamente. Voy a llamar a sus Padres, podéis pasar a verlo si queréis. Eso sí, no arméis escándalo, por favor, él necesita reposo.
-Claro, no molestaremos.
-Gracias. Si me disculpáis...
Seguidamente, salió de la sala tranquilamente.
Acto seguido, los tres pasaron la cortina que separaba las camas de la puerta de salida y se acercaron hasta el chico, el cual estaba aún inconsciente.
-¿Creéis que ha sido por lo de Jun?
-No lo creo... él estaba algo apagado desde esta mañana.
-Pero estoy seguro de que lo de Jun le ha afectado bastante y ha terminado de enfermarlo.
-El mal de amores es increible. Aunque supongo que es algo que nunca comprenderemos tanto como él.
-Por ahora, lo que debemos hacer es apoyarlo. Ahora más que nunca es cuando necesita a sus amigos.
-Tienes razón.
-Chi...cos... - susurró una voz seca.
-¡Capitán!- gritaron los tres al ver de quien se trataba.
-No deberías hacer esfuerzos, tienes mucha fiebre.
-¿Dón...de...?
-Estás en la enfermería.
-No... no es... eso...
-¿Entonces qué?
-Déjalo, Ren. Capitán, lo mejor será que no hables- le dijo John, preocupado.
-Jun... dónde...
-Capitán, ella no va a venir...
-¿No recuerdas lo que pasó antes de que te desmayaras?
-No...
-Michel, ella...
Pero justo antes de que le dijese nada, Tom le tapó la boca y lo alejó un poco para que no pudiese oirlos.
-Shhh, ¿pretendes que empeore o qué?
-Pero tenemos que decírselo. No puede seguir pensando que ella es su novia.
-Por ahora le diremos que ella está ocupada con algo y que no puede venir. No quiero que se ponga peor con lo de Jun.
-Sé que quieres ayudarlo, pero si se da cuenta por alguien que no seamos nosotros, ¿crees que seguirá queriendo ser nuestro amigo?
-Lo hacemos por su bien, además... aún cabe la posibilidad de que todo se arregle.
-No sé tú, pero yo veía a Jun muy convencida de lo que decía.
-Es posible que estuviese furiosa y no se diese cuenta del daño de sus palabras. Estoy seguro de que ella aún lo ama.
-Ya, pero... ¿por qué estás tan seguro de que volverán juntos?
-Porque ella no soporta ver a Michael sufrir. En cuanto lo vea así, se preocupará y se acercará corriendo a ver qué le pasa. Siempre ha sido así.
-No sé yo... Opino que sueñas demasiado.
-Tú mantente callado y punto.
-Vale, vale. No quiero sufrir tu cólera.
-Eso, eso. Más te vale.
Después de eso, ambos regresaron donde su capitán.
-Verás, Michael...- prosiguió Ren-. Ella está muy ocupada ahora mismo. Tanto, que ha tenido que irse del instituto un tiempo. De todas formas, lo más importante ahora es que tú te mejores. La enfermera ha ido a llamar a tus Padres. Estarán aquí en seguida.
-De... acuerdo...
Seguidamente, se durmió de nuevo.
-Vaya... parece que está agotado.
-Supongo que hasta él se enferma así de vez en cuando.
-Es un humano, tío. Claro que se puede poner enfermo.
-Bueno, bueno... solo lo decía porque nunca lo había visto así.
-Chicos, será mejor que salgáis ya- dijo la enfermera mientras entraba en la sala-. Michael debe descansar, además de que su Madre ya viene para aquí.
-Suerte, enfermera.
-Ánimo- dijeron mientras salían y cerraban la puerta a su paso.
-¿Eh?-preguntó extrañada.
Pasaron los minutos y, después de media hora, la puerta de la enfermería se abrió de manera brusca, dejando así pasar a una mujer elevadamente exaltada.
-¡Mi niño, ¿dónde está mi niño?!- gritaba, histérica.
-Tranquilícese, señora. Su hijo es Michael, ¿cierto?
-Pues claro, ¿acaso no se nota el gran parecido que tiene conmigo? Pero dejémonos de tonterías, ¿dónde está mi angelito?
-Está acostado en la cama, descansando. Si lo cree necesario, puedo llamar a una ambulancia para que venga a buscarlo. Antes le dije que su temperatura era de cuarenta y dos grados, pero en este tiempo ha aumentado un grado. Lo más lógico sería llevarlo al hospital.
-¡¿A qué espera, entonces?! ¡Llame a quien haga falta! Solo quiero que mi niñito se ponga bien de nuevo- dijo mientras hacía como que se secaba las lágrimas, aún cuando no tenía ninguna.
-Enseguida- dijo mientras salía al pasillo, aliviada por alejarse un rato de aquella escandalosa señora.
-Oh, Michael- dijo mientras se acercaba a la cama donde el chico descansaba-. Otra vez no...- susurró mientras le ponía una de sus manos sobre su cabeza, acariciándole así su suave pelo rubio-. Por favor... que esta vez no te pase nada...

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