Episodio 3º
Jun seguía leyendo aquel libro tranquilamente.
La verdad es que nunca había visto a Michael tan furioso, pero... le estaba bien empleado por haberse relacionado con ella.
Ahora que se acordaba... esas tres chicas lo iban a pasar mal aquella tarde; después de todo, así funcionaba ¿no? Ella se enfadaba con alguien o le empezaba a guardar rencor y, misteriosamente, esa misma tarde algo le sucedía a la persona en cuestión.
Desde siempre había sido así, pero no conocía la razón de aquello. Era algo que había nacido con ella y de lo cual no podía librarse. Esa era la razón por la que decidió no volver a relacionarse con nadie nunca más.
Para su sorpresa, Michael apareció por la puerta otra vez y se acercó de nuevo hasta ella. Se plantó justo en frente suyo y se sentó en la silla que se hallaba más cercana. Acto seguido, se apoyó sobre su mesa y comenzó a mirarla con detenimiento.
Algunos chicos que pasaban por allí se quedaron bastante extrañados, ¿qué hacía Michael allí plantado mirando detenidamente a la chica más terrorífica del instituto?
Un grupo se quedó allí algunos minutos, pero luego siguieron su camino intentando olvidar lo que habían visto.
-¿Me vas a decir qué te dijeron o tendré que seguir con mi decisión de dejar el fútbol?- dijo de repente.
Jun, sorprendida, despegó su mirada de la lectura que la tenía atrapada y le miró.
-Lo que oyes. Como ninguna de las dos partes implicadas me ha querido decir qué ha pasado, he tenido que pasar a mayores. He dejado el fútbol hasta que alguien me lo diga.
La chica no podía creerse lo que Michael había hecho. ¿Por qué lo hacía? ¿Tan importante era aprender matemáticas o literatura? ¿O... a caso quería otra cosa? ¿Qué era lo que hacía que éste chico tan popular se fijase precisamente en ella?
Ésta lo siguió mirando, bastante extrañada.
-Si sigues mirándome así vas a conseguir borrarme, eh- dijo en plan burla e inclinándose hacia atrás en la silla, mirando así hacia el techo.
La pobre no sabía cómo reaccionar, ¿la estaría mintiendo para que así volviese a querer relacionarse con él? ¿tan importante le resultaba aquello a Michael?
-Bueno, todavía queda media hora para que empiecen las clases de la tarde. ¿Quieres que hagamos algo mientras?
Jun se relajó un poco y, acto seguido, continuó leyendo. Michael pudo ver que sus ojos habían vuelto a cambiar y, esta vez, para un poco mejor.
Su expresión facial ya no era tan brusca y sus ojos tenían un nuevo brillo especial. Su aura negra se había enclarecido y ya no era tan intenso el color.
Entonces volvió a levantar la cara y le miró a los ojos, ¿qué estaría pensando? ¿por qué diantres lo hacía?
-Ah, ¿pasa algo?- dijo al ver que le miraba como pensando.
Ésta ni se inmutó y siguió observándole.
-Si te ocurre algo puedes contármelo, eh... ¡Ah, ya sé! Te estás preguntando por qué lo hago, ¿a qué sí?- dijo inclinándose sobre la mesa para mirarla mejor.
Jun afirmó con la cabeza lentamente y después se hizo un poco para atrás.
-Verás...- dijo mirando para otro lado-. Digamos que ahora me interesa aprobar las demás asignaturas- dijo volviendo a mirarla con una cara aparentemente feliz.
Jun puso una cara de "no me lo trago" y éste se rio.
-Ja,ja,ja, nunca te había visto con esa cara. Deberías dejar ver esa parte de ti más a menudo, ¿sabes?
Ésta se sorprendió y volvió a adoptar su expresión de siempre. Después de eso, volvió al libro.
-Bueno... la verdadera razón es esta- dijo cruzando los brazos en la mesa e inclinándose cada vez más hacia ella-. Quiero oir tu voz.
Jun volvió a mirarle rápidamente. Así que era eso... vaya, nunca lo habría dicho.
Michael siempre había estado acostumbrado a que le hablasen, era normal que quisiera aquello. No sabía cómo no pudo habérsele ocurrido eso antes, estaba más que claro... Pero bueno, fuese como fuese, él nunca lograría su objetivo. Después de todo, lo menos que quería ella era que le pasase algo como lo de aquella vez a nadie.
Y entonces, para mayor sorpresa de Jun, que podía ver la puerta desde donde estaba situada, pudo ver que el profesor de Educación física y los tres amigos de Michael se acercaban a paso ligero hacia ellos. El profesor los lideraba y ellos iban detrás, como perros siguiendo a su amo.
Entonces estos se pararon justo detrás de Michael y el profesor le tocó en el hombro.
Éste se viró para ver de quién se trataba y acto seguido, al comprobarlo, volvió a virarse hacia Jun y les ignoró completamente.
-Qué cobardes que ni pueden solucionar sus problemas por sí mismos- dijo mirando hacia Jun con cara de tranquilidad.
-Michael, ¿se puede saber qué quiere decir eso de que dejas el equipo de fútbol?- le dijo el profesor, casi gritando.
-Pues a que lo dejo, ¿no está claro?- dijo mientras jugueteaba un poco con las hojas del libro que Jun estaba leyendo.
-No puedes dejarlo ahora, te necesitamos para el campeonato del festival deportivo de la semana que viene.
-Me temo que tendréis que buscaros un nuevo capitán. ¿Por qué no se lo pides a John?, estoy seguro de que le encantaría, a pesar de ser un cobarde que se oculta tras su profesor.
-Michael, yo solo lo hago por tu bien, somos amigos, ¿no?
-¿Amigos? ¡Ja! no me hagas reir. Un amigo no intenta dominar al otro y le dice lo que tiene que hacer en cada momento. Tú no eres mi amigo y nunca lo has sido.
-Michael, no digas eso, tío. Los tres solo miramos por tu bien.
-Ren, tú no puedes saber lo que es mejor para mí. ¿Sabes por qué? Porque ni siquiera sabes lo que es mejor para ti, como para saber lo de otra persona...
-¿Se puede saber qué te ha pasado como para que te pongas así ahora?
-Pues no sé, Tom... Tal vez sea el hecho de que los que yo pensaba que eran mis amigos me hayan manipulado para que haga lo que creen mejor cuando, en realidad, solo me han estado utilizando para sus fines personales.
-Sabes perfectamente que te necesitamos en el equipo, Michael. Sin ti no podremos ganar y lo sabes.
-Pues os las arregláis. Buscaos a otro, porque yo no pienso jugar.
-Solo lo haces por esa chica. Estás echando a perder tu futuro por un capricho del momento. Además, estoy seguro de que ni sabes nada sobre ella.
-¿Y qué si no lo sé? La conozco desde hace dos días apenas.
-¿Quieres saber qué le dijeron esas tres? Ellas solo se preocupaban por ti, ¡pues no querían que te pasase lo que le pasó a una pobre niña hace diez años!
-¿Qué?- dijo virándose para mirarle a la cara.
Jun despegó los ojos del libro y miró a John. Éste la miraba con una sonrisa endemoniada y parecía que iba a contarle todo a Michael.
Ésta no quería que eso se supiese, y mucho menos que alguien volviese a despreciarla, pues sabía que si eso pasaba algo le pasaría a la tarde siguiente, así que se planteó el interrumpir a John, pero... no podía romper el sello que tenía sobre sus labios, no podía siquiera enfadarse, pues nunca había mostrado ningún tipo de reacción similar. Así que se calmó y se levantó. Acto seguido, recogió el libro y salió de la clase en dirección a la azotea.
Michael hizo un amago de intentar seguirla, pero Tom le agarró del brazo y lo mantuvo sentado.
-Ahora conocerás lo que pasó- le dijo John mientras se sentaba cerca de él.
Pasaron los minutos y Jun se había sentado en un banco de la azotea a mirar el paisaje. Sabía que justo en ese momento, Michael la estaría despreciando, pero no podía hacer nada por evitarlo. Fue por eso por lo que se decidió a dejar de hablar, así que no importaba demasiado; después de todo, iba a cortar toda relación con él en cuanto le viese.
Entonces el timbre de comienzo de las clases sonó y ésta se levantó cuidadosamente. Se acercó a la puerta y bajó las escaleras. Después llegó a la clase y se sentó.
Cuando tuvo tiempo, se fijó en que Michael estaba en su asiento, mirando al frente y con una cara de tristeza enorme.
Ella sabía que, tarde o temprano, él acabaría sabiéndolo, así que optó por ignorarlo. Después de todo, era lo mejor, ¿no? Así él estaría seguro y ella no tendría que arriesgarse a que le pasase algo por su culpa. Además de que sabía que si eso pasaba, prácticamente todos los demás alumnos se lo echarían en cara y le harían la vida imposible. Y eso tampoco era bueno; al fin y al cabo, se seguiría repitiendo y sería como un círculo vicioso.
Las horas pasaron volando sin ningún contratiempo y por fin sonó el timbre que daba por finalizadas las clases. El día siguiente era Sábado, así que no tendría que volver hasta el Lunes. Ésta se levantó lentamente y se colgó la cartera al hombro. Después de eso, metió la silla en el pupitre y avanzó hasta la puerta.
Michael seguía sentado en su asiento, recogiendo lentamente todos sus objetos personales.
Sus tres amigos se le acercaron, pero éste los ignoró y se levantó. Acto seguido, fue hasta la puerta.
Sus cuerpos se cruzaron, pero Michael no levantó la cabeza para mirarla y siguió de largo.
Jun se sorprendió, pero igualmente pensó que así era mejor. Así no sufriría aún más el daño que ella podía causarle. La chica avanzó por la calle en dirección a su casa.
Cuando por fin llegó, abrió la puerta con su llave particular y pasó dentro.
Subió hasta su cuarto, dejó la mochila y se puso su ropa de andar por casa: unos pantalones largos negros y una blusa de tiras con el dibujo de una calavera impreso en su parte frontal. Fue hasta la cocina y se encaminó hacia la nevera. Cuando se aproximó lo suficiente, pudo darse cuenta de que en la puerta de ésta se hallaba una pequeña nota adhesiva. "Vamos a salir. Volveremos el Lunes por la mañana temprano. Tienes suficiente comida en la nevera como para este fin de semana y, si quieres llamarnos, ya sabes el número de móvil de tu Padre. Un beso muy grande. Mamá" Cuando Jun terminó de leer, cogió el papelito, lo arrugó y, acto seguido, lo tiró a la papelera más cercana.
Pasaron los minutos sin que nada nuevo ocurriese y, de repente, el timbre de la casa sonó.
Ésta se levantó del sofá, pues había estado viendo la televisión y se acercó a la puerta.
Cuando la abrió, se sorprendió bastante, se trataba de Michael.
Éste tenía todo el cuerpo mojado por la aparente lluvia que había comenzado a caer hacía tan solo una hora y su expresión era de arrepentimiento total.
-Por favor... perdóname...- dijo jadeando del cansancio.
Jun puso una cara de incertidumbre y se hizo a un lado como invitándole a pasar. Éste se acercó lentamente y se adentró por la puerta hasta pararse al lado del sofá.
La chica cerró la puerta y subió las escaleras cercanas a la cocina.
Michael estuvo esperando un rato hasta que ésta bajó con una toalla larga en sus manos.
Cuando se situó a su lado, se la tendió para que pudiese secarse. Michael la cogió medio temblando por el frío y comenzó a secarse con torpeza.
Pasaron los segundos lentamente y parecía que no podía secarse bien, así que Jun se acercó y empezó a ayudarle, haciendo que este lo dejase y permitiéndole a ella que lo hiciese sola.
La rapidez con la que movía las manos de un lado a otro era sublime y el pelo de Michael ya comenzaba a secarse. Éste mantenía la cabeza gacha, pero en el fondo le estaba muy agradecido por haberle dejado pasar así como así.
Una vez hubo terminado, ésta bajó las manos poco a poco dejando la toalla sobre la cabeza del chico. Acto seguido, esté levantó levemente la cabeza para mirarla a los ojos.
-Siento haberme portado así antes. Es que...- apartó un poco la mirada- me impactó un poco lo que sucedió. Perdóname, aún quiero que sigamos siendo amigos...- volvió a mirarla.
Jun no podía creerse lo que estaba oyendo... ¿cómo era posible que Michael quisiera ser su amigo? ¿estaba loco? ¿le faltaba algún tornillo o algo por el estilo?
Nunca nadie le había pedido nada semejante, y sobre todo después del incidente. Esto era algo totalmente extraño para ella, y lo demostró claramente con su expreción de extrañeza.
-En serio. No me importa lo que los demás digan, yo no me creo eso de que tú fueras la causante del atropello. Estoy seguro de que fue pura casualidad, nada más...
Entonces este alzó la cabeza y avanzó hasta ella, cogiéndole así las manos.
-Por favor, perdona mi comportamiento de antes y seamos amigos. Estoy muy arrepentido.
Su cara mostraba valentía. Jun estaba convencida de que aquello que le pedía era real y que éste lo hacía a conciencia, pero... ¿y si pasaba lo de hacía diez años y se enfadaba con él por alguna tonteria? ¿y si aquello no fue tanta casualidad y éste sale mal parado con algún accidente que pudiese ocurrirle por su culpa?
Hacía mucho tiempo se había propuesto no volver a tener amigos, además de que el hecho de dar miedo la ayudaba bastante a espantar a todos; pero este chico había logrado sobrepasar las barreras de la oscuridad y acercarse hasta ella casi sin habérselo propuesto siquiera.
¿Qué podía hacer? Al no poder hablar, no podía darle razones, pero aún así, ¿por qué le costaba tanto decidirse?
Puede que, en el fondo, quisiese desafiar a esa maldición que la atormentaba desde que nació. Pero no quería que fuese a costa de la seguridad de un chico que no tenía nada que ver con ella.
Así que solo le quedó la opción de pensárselo.
Ésta cogió un papel cercano y escribió algo sobre él, acto seguido, se lo tendió.
"Me lo pensaré, te lo prometo", pudo leer.
-Gracias- dijo cerrando los ojos y sonriendo.
Entonces Jun volvió a coger el papel y escribió de nuevo.
Se lo extendió.
"¿Quieres quedarte a cenar? creo que he hecho demasiado para mí sola", ponía esta vez.
-Claro, me encantará. Pero... ¿y tús Padres?
Ésta señaló la puerta y Michael se supuso que salieron, así que no hubo ningún problema.
Entonces Jun señaló al teléfono.
-Ah, sí. Llamaré a casa, gracias por recordármelo- dijo encaminándose hacia el teléfono.
Marcó el número y esperó unos instantes.
La voz volvía a ser la de la otra vez.
-¿Dígame?
-Mamá, soy yo.
-¡Hijo, no vuelvas a salir corriendo en medio de una regañina, haz el favor!- dijo con un chillido histérico.
-Lo siento, lo siento. Solo llamaba para decirte que cenaré en casa de una amiga.
-¿Dónde? ¿Qué amiga? ¿Es guapa?
-¡Y dale! ¿Quieres parar de preguntarme esas cosas?
-Una madre tiene todo el derecho del mundo a saber con qué tipo de persona está su hijo.
-Es la chica de la otra vez.
-¿Esa chica tan maleducada? Ni hablar, vuelve a casa inmediatamente.
-Mamá, no digas eso. Es solo que... es tímida, nada más.
-Por muy tímida que sea una persona, no está bien irse sin decir al menos "hola". ¿Y dices que es tu amiga? Ya vas rompiendo esa relación de inmediato.
-Cómo te gusta darme órdenes. No es mala persona, no te pongas histérica.
-No le respondas así a tu madre. Además, te recuerdo que te estábamos regañando porque ibas mal en los estudios. A ver si espabilas. ¡Vuelve a casa ya!
-Mamá, mamá. Ella me va a ayudar con los estudios, así que no te preocupes por eso. Además, como he dejado el equipo de fútbol, ahora tendré más tiempo libre.
-Bueno, te creeré por esta vez. Pero como me estés engañando, ¡no sales en un mes de casa, ¿entendido?!
-Sí, sí, Mamá. Vale... adiós- dijo colgando antes de que ésta le gritase de nuevo.
Después de eso, se giró y pudo ver que Jun estaba poniendo dos platos y dos vasos en la mesa que se encontraba entre el sofá y el muro de la cocina. Éste se acercó a la mesa y se sentó en una de las sillas de un lateral.
La chica se acercó con un caldero hondo y lo depositó en el centro de la mesa. Acto seguido, lo destapó, dejando ver así los vapores del líquido que contenía.
Entonces cogió un cucharón y lo sumergió en el caldo.
Cuando esta lo sacó, vació su contenido sobre el plato de Michael y así lo siguió haciendo unas tres veces más.
Una vez éste se halló lleno, comenzó a hacer lo mismo con el suyo.
Al cabo de unos instantes, Jun se sentó también y cerró el caldero. Seguidamente, comenzaron a comer.
En esa misma mesa, a unos centímetros de sus vasos, se encontraba una botella de zumo de melocotón. Jun lo cogió y llenó los dos vasos hasta un poco más abajo de la parte superior de éstos.
-Gracias, de verdad- dijo sin dejar de comer.
Jun negó con la cabeza para decirle que no importaba.
Pasó media hora y ya estaba todo recogido, así que ambos se sentaron a ver un poco la tele.
Las noticias eran lo más destacado a esa hora y no había gran cosa en la programación, pero gracias a ello pudieron enterarse de varias cosas: en el pueblo vecino se había escapado de la comisaría un secuestrador, un avión se había estrellado en las cercanías del puerto de Hiruoka, un deportista famoso se había casado y algunas cosas más que no interesaban a nadie más que a una población selecta.
-Bueno, creo que va siendo hora de irme- dijo levantándose y encaminándose hacia la puerta.
Jun le acompañó y le abrió la salida. Éste salió fuera, pues había dejado de llover y se paró frente a ella.
-Gracias por todo. Oye... ¿quieres que vayamos a algún sitio mañana? Tengo entendido que hay una feria por aquí cerca, podríamos acercarnos a ver qué tal.
Ésta puso cara de espectación ante tal propuesta pero, igualmente no podía aceptar.
Nunca antes le habían pedido tal cosa, además tenía que estudiar y cuidar de la casa; no podía salir.
Así que negó con la cabeza y le enseñó un libro con "Matemáticas abanzadas" como título.
-¿Te estás estudiando eso?
La chica afirmó con la cabeza y luego volvió a dejar el libro sobre la mesilla de donde lo había recogido.
-Bueno, aún así... los examenes son en dos meses. Por favor... invito yo, ¿qué me dices?
Jun bajó la cabeza y cerró los ojos a modo pensativo, luego puso cara de afirmación por compromiso.
-Bien, entonces vendré a recogerte mañana por la tarde, sobre las tres. ¿Te parece bien?
Ésta afirmó a modo de resignación y este salió corriendo.
-Hasta mañana entonces- le dijo mientras se alejaba.
Tal como cabía esperar del capitán de varios equipos de tres deportes diferentes, en seguida le perdió de vista de tan rápido que iba.
La chica entró en casa y cerró la puerta con llave.
Acto seguido, apagó la televisión y subió a su cuarto. Se sentó sobre la silla del escritorio y se puso a leer algunos libros de Literatura que tenía guardados.
Pero aún así, por mucho que intentase evadirse, la realidad la asaltaba cada dos por tres y no podía evitar acabar pensando en la razón de por qué Michael se había encaprichado tanto con ella.
Ya sabía que era porque quería oír su voz, pero nadie podía volverse tan maniático solo por eso, era totalmente raro y ella lo sabía bien.
Aunque... ¿y si era verdad que solo quería oirla hablar?
¿Y si había hecho algún tipo de apuesta con alguien para que la hiciesen hablar?
No... eso no podía suceder porque todos a su alrededor se oponían a su relación con ella, así que la apuesta quedaba descartada al instante.
Solo le quedaba una cosa a la que aferrarse, y era en confiar en que solo lo hace porque de verdad quiere oír el sonido de su ya apagada voz.
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