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viernes, 23 de julio de 2010

Corazón oscuro 44

Episodio 44º

Todas se reunieron de nuevo para hablar sobre la estrategia que tomarían a partir de ese momento.
En la cara de todas se podía ver la desesperación, pero ninguna era capaz de confesar la verdad.
-Me fastidia tener que decirlo, pero... ¿Cómo lograremos vencer a Rye si casi ni hemos podido con esos dos?
-De no haber sido por Jun, no lo habríamos contado...
-Arisa, Lirin, no es momento de flaquear. Tenemos que estar más unidas que nunca y enfrentarnos a este peligro todas juntas, sin echarnos atrás ni un milímetro.
-Tienes razón, princesa, pero... eso no quita que Rye sea duro.
-Bien es cierto que él es alguien difícil de vencer, pero tenemos a la unión más poderosa que jamás se halla podido formar de nuestra parte.
-Em...
-Me refiero a Jun, claro está. No os olvidéis de que ella es la unión de mi energía mágica con la suya. Estoy segura de que aquí, nuestra pequeña adolescente, es bastante poderosa. Solo tenemos que confiar en ella y apoyarla en todo lo necesario.
-Yo no estoy muy segura de poder hacerlo bien... Él tiene más experiencia que yo y eso influye bastante.
-No importa, querida hija. Mañana saldremos de aquí con la cabeza bien alta y, cuando lo hagamos, lucharemos lo mejor que podamos. Recordad que esto lo hacéis, en el fondo, por alguien a quien queréis.
-Tienes razón, ahora más que nunca debemos esforzarnos al máximo.
-Descansemos pues. Mañana nos espera un día muy movido.
-Sí, tienes razón.
Entonces, todas las presentes se fueron a una cama cada una.
Por otro lado, Lirin se acercó hasta Jun, la cual estaba pensando sentada en una silla cercana.
-¿Te pasa algo, Jun?
-Verás... no estoy muy convencida de esto... No deberíais estar ayudándome. Si caigo yo, debo ser la única.
-No digas eso. Todas estamos aquí para ayudarte. Además, lo hacemos porque nos importas.
-Si eso lo sé, y os lo agradezco, pero no quiero que muráis por mi culpa.
-¿Quién va a morir? Nosotras somos más fuertes de lo que te crees.
-Bueno... no habéis podido con esos dos... Eso ya me dice algo...
-Minucias. Simplemente nos pillaron desprevenidas. La próxima vez no pasará.
-No habrá próxima vez. Le voy a decir a mi Madre que quiero continuar sola.
-Ni en broma. Nos necesitas.
-No os necesito. No necesito ver cómo morís.
-No vamos a morir tan fácilmente, créeme. Después de todo, somos algo así como tus defensoras. Cada una tenemos un poder único. Todas juntas podremos con ese desgraciado de Rye.
-Eres muy positiva...
-Y tú muy negativa. ¿Por qué tienes que ver el lado malo de las cosas? Si permanecemos unidas, podremos hacer bastante más que separadas.
-Si tú lo dices...
-Anda, vamos a la cama. Hoy ha sido un día duro y necesitamos descansar adecuadamente.
-Vale... hasta mañana.
-Hasta mañana.
Acto seguida, cada una se acostó en su cama y cerraron poco a poco los ojos.
Al cabo de un tiempo sin producirse ningún incidente, Jun abrió los párpados y pudo comprobar que todas estaban plácidamente dormidas.
Se incorporó lentamente, sacó los pies de la cama, se puso los zapatos y se dirigió hacia la puerta de la salida sin hacer el más mínimo ruido que pudiese delatarla.
Una vez hubo salido fuera y cerrado la puerta cuidadosamente, echó a correr rumbo a la más profunda oscuridad.
A la mañana siguiente, todas se levantaron con mala gana y se prepararon para la batalla.
-Un segundo, ¿dónde está Jun?- preguntó Arisa, alarmada.
-¿Habrá ido al baño o algo así?
-No lo creo... Ella suele tardar bastante en despertarse.
-Aquí no está- dijo Saya mientras volvía del lugar nombrado.
-¿Dónde se habrá metido? Es muy importante que esté con nosotras.
-Espero que no haya ido ella sola.
-¿Qué dices, Lirin?
-Anoche... anoche me dijo que no quería que muriésemos. También me dijo que te iba a decir de quedarnos aquí nosotros e irse ella.
-¡No puede ser! Somos un equipo, no puede irse así.
-Arisa, cálmate. Ahora debemos correr para alcanzarla.
-Pero a saber desde cuándo estará fuera...
-Tenemos que detenerla antes de que haga alguna locura. Corred.
Seguidamente, todas salieron de allí corriendo en dirección a la torre negra que se encontraba más adelante.
Mientras tanto, en la gran plaza de las tinieblas, Jun estaba dando vueltas.
-Siento la energía oscura de Rye por aquí cerca...
Siguió avanzando por las calles hasta que llegó a un negro y tenebroso parque, el cual tenía más oscuridad dentro que la noche misma.
-Una corazonada me dice que él está ahí... he de comprobarlo y acabar con esto de una vez por todas.
Corrió lo más rápido que pudo hasta que se adentró dentro del tenebroso bosque.
Avanzó unos pasos hasta que se topó con una fuente llena de raíces secas y marchitas, donde los bichos habían creado un enorme cementerio de animales, a los cuales se estaban comiendo poco a poco.
-Puaj... qué asco...- dijo para después seguir de largo.
Mientras andaba por el camino, no podía dejar de pensar en aquellas a las que dejaba atrás. ¿Ya se habrían levantado y habrían visto que no estaba? ¿Cómo habrían reaccionado ante tal noticia? Y lo más importante de todo... ¿la estarían buscando?
Fuese como fuese, no quería que ellas estuviesen juntas. Tenía que protegerlas de alguna manera, y esa era la forma que se le ocurría.
-Vaya, vaya... parece que por fin apareces. Y... a pesar de lo que pensaba, vienes sola- dijo una voz desde las profundidades del bosque.
-¿Algún problema con que esté sola? Así no tendré contemplaciones.
-Eso dices ahora, pero... ¿cómo será dentro de unos minutos, cuando me supliques por tu vida?
-Bah... qué tontería. Los dos sabemos que el que acabará suplicando vas a ser tú.
-Qué insolente. Y pensar que eres mi hija...
Y entonces, Rye salió de entre la maleza y se acercó hasta ella por un lateral.
-Si no te hubieras empeñado en hacerme la vida imposible, hasta podríamos haber sido aliados.
-Jamás ayudaría a alguien tan rastrero como tú. Antes muerta.
-Bueno... eso se puede solucionar pronto.
Seguidamente, las raíces que se encontraban alrededor de la estancia se levantaron y fueron rápidamente hasta donde Jun se encontraba de pie.
Dichas raíces zigzaguearon y se enredaron en los dos pies de la chica, levantándola momentos después en el aire y colocándola boca abajo.
-¡Bájame ahora mismo!
-Cómo desee, princesita...
Y entonces, las raíces la hicieron impactar contra el duro suelo, haciendo así que se golpease duramente la cabeza.
Momentos después, de ella salió un poco de sangre.
Se levantó como pudo y miró a su enemigo fijamente.
-Vaya... parece que aún puedes ponerte en pie. Veamos si aguantas otro asalto como ese... ¿qué te parece?
-¡No te dejaré intentarlo!
Rápidamente, varias raíces salieron de su espalda y se interpusieron entre ella y Rye, actuando así de barrera.
Tiempo después, algunas de las raíces negras de Jun salieron del escudo para ir directas hacia el susodicho, pero este hacía que se cortasen nada más entrar en contacto con el aire que éste respiraba.
-No puedes hacer nada con eso. He mejorado bastante desde aquella vez que luchamos. Ahora controlo el aire a mi alrededor. Todo lo que se me acerque saldrá en tiras muy finas. Ja, ja, ja...
-Será mejor que no te confíes. Aún puedo hacer muchas más cosas.
En seguida, las raíces negras regresaron al lado de Jun y se juntaron todas alrededor de su brazo derecho, formando así un enorme y oscuro puño.
Acto seguido, Jun corrió a toda prisa en dirección a su padre.
Justo cuando se hubo hallado frente a él, le propinó un fuerte puñetazo, el cual iba dirigido a su rostro.
Lamentablemente, el hombre pudo esquivarlo fácilmente haciendo una majestuosa pirueta hacia atrás hasta posarse sobre la rama de un árbol cercano.
-Es una pena que no me hallas podido alcanzar. Habría sido un golpe fatal.
-¿Tú crees?
Y entonces, Rye no pudo mantenerse más tiempo de pie, pues una raíz de Jun había conseguido colarse en su defensa hasta romper la rama que lo sujetaba, haciendo así que éste cayese al suelo.
Una vez hubo llegado hasta allí, varias raíces más pudieron llegar a cortarle los laterales de la cara antes de ser desintegrado.
-Tsk...
-Casi lo consigues... Bastante inteligente, sí señor. Pero eso no basta para derrotarme- dijo mientras se levantaba.
-Bueno, aún así no es todo lo que tengo. Espera y verás de lo que soy capaz.
Unos minutos después, una enorme roca negra cayó del cielo justo encima de donde Rye se encontraba.
Para su mayor sorpresa, no pudo esquivarla bien, y los bordes de dicho pedrusco le cortijearon un poco los brazos.
-¡Maldita roca!- exclamó, furioso.
-Te dije que aquello no era lo único que podía hacer. ¡No bajes la guardia!- gritó Jun.
Justo en ese instante, ésta apareció encima de su Padre y le propinó una fuerte parada en lo más alto de la cabeza, haciendo así que se estampase contra el suelo. Después de eso, desapareció para aparecer momentos después a unos pasos de su contrincante.
-Eres dura...- dijo éste mientras se incorporaba apoyándose en el suelo con sus manos.
-Y que lo digas. Pero aún no he acabado.
-Yo tampoco.
Después de haberse levantado, juntó las manos en el aire, dio una palmada y luego las fue separando poco a poco la una de la otra.
-La oscuridad más tenebrosa siempre estará presente en este mundo. Para que eso se haga realidad, invoco el poder de la piedra negra, la causante del poder más maligno de todo el planeta. Hágase la voluntad de la oscuridad, rebosante de maldad. ¡Bola oscura del caos!
Una vez lo hubo dicho, una enorme esfera negra se formó sobre su cabeza.
El poder que emanaba de allí era atroz. Cualquiera podría notarlo, incluso Saya.
Pero ese no era el momento adecuado para preocuparse por eso, antes tenía que esquivar aquella bola y acabar con Rye.
-Espero que no te mueras demasiado rápido. Antes quiero que sufras un poco- dijo justo después de lanzarla.
La esfera se acercaba a una velocidad vertiginosa mientras que todo lo que se hallaba a su alrededor se vaporizaba en el acto.
¿Sería aquel el final de Jun? ¿Estaba destinada a acabar su vida así de mal?
¿Cuál será el flamante final de esta trágica historia de venganzas y sueños?

Corazón oscuro 43

Episodio 43º

Cuando llegaron a la calle, la mayor parte de la gente se había dispersado para dejar paso a los médicos.
Aunque no lo pareciese, Jun estaba viva, y eso era algo que no todos creían.
Michael, Lirin y Arisa se acercaron rápidamente y se quedaron a unos pasos de la herida.
-¿Cómo está?- le preguntó Lirin a un médico que pasaba por allí.
-No lo sabemos... si al menos supiéramos desde dónde ha caído...
-¿Cree que sobrevivirá?
-Lo más seguro es que sí. Aunque parezca increible, no tiene ningún hueso roto ni ninguna contusión. Estamos todos bastante alterados y sorprendidos a la vez.
-Comprendo... gracias.
-No hay de qué.
Seguidamente, los doctores la subieron a una camilla y la adentraron de nuevo en el hospital.
Las horas siguieron pasando y Jun continuaba inconsciente.
Lirin intentaba entrar en su cuarto para verla, pero todos le decían que en ese momento no era posible.
Michael, por su parte, estaba muy preocupado y no dejaba de dar vueltas de un lado para otro.
-Hijo, tranquilízate. Seguro que está bien.
-Ya lo sé, pero es que...
-Ya oíste al médico, no tiene ningún hueso roto. Lo más normal es que esté bien, ¿no?
-¿Crees que... que ya estará bien del todo?
-¿Te refieres a la energía de más que tenía? Seguro que sí.
-Espero que tengas razón...
-¡Ey!- gritó Lirin mientras se les acercaba-. Dicen que ya podemos entrar a verla.
-¿En serio? Pues vamos- dijo Michael, sobresaltado.
-Tranquilo, ve despacio. No sabemos cómo puede estar mentalmente. Esa energía era demasiada...
-Lo sé, lo sé.
Los tres avanzaron a través del pasillo hasta llegar a la puerta tras la que se encontraba Jun.
Mientras que una parte de ellos quería atravesarla, la otra le decía que no, que esperase a estar segura de que ella sería "normal"
Finalmente, Michael fue el primero en reaccionar y llevó su mano derecha directa al manillar de la puerta para abrirla.
Cuando lo hubo hecho, los tres entraron de golpe y se acercaron lenta y dudosamente hasta la camilla.
-¿Jun?- preguntó Lirin, algo preocupada.
Nadie contestó.
Aquello solo podía significar dos cosas; o bien estaba inconsciente aún o, por otro lado, seguía en aquel drástico estado.
Michael avanzó y se sentó en el bordillo de la camilla, contemplándole así el rostro a la chica.
-Jun...- dijo mientras le cogía de la mano.
Y entonces, justo cuando lo hizo, una especie de descarga eléctrica le sacudió de repente.
-¡Ay!- exclamó, dolorido.
-¿Qué pasa?- le preguntó su Madre, desconcertada.
-Me ha dado una pequeña descarga.
-Me parece que ya está preparada- dijo una voz desde la lejanía.
-¿Quién...?
-¿Princesa?- preguntó Lirin.
-Sí... soy yo- dijo y, acto seguido, apareció frente a ellos.
-¿Preparada? ¿Qué quieres decir?- preguntó Michael, confuso.
-Es el momento de partir. Tenemos que ir al mundo demoníaco a derrotar a Rye. Ha llegado la hora de hacerle pagar.
-¡¿Pero qué dices?! ¡¿No ves cómo está?! ¡Es imposible que vaya, ni siquiera está consciente!
-Da igual. La pequeña descarga que has notado indica que ya tiene la fuerza suficiente como para que ni siquiera ella pueda controlarla. Es una buena señal.
-¡No pienso permitir que la alejes de mí! ¡En este estado ni siquiera sé si volverá!
-Es un pequeño riesgo que debemos tener...
-¡Jamás te dejaré!- gritó mientras se levantaba para encararla, furioso.
-Detente, Michael- le dijo su Madre- la princesa tiene razón, no podemos perder más tiempo.
-Cuando más tardemos, más fuerte se hará su Padre. Y para entonces, no seremos capaces de hacer nada, ni aún haciéndonos más fueres si cabe.
-Pero...
-Yo la protegeré en todo lo que pueda, Michael, no te preocupes por eso.
-Lirin...
-Yo también iré. Hace mucho tiempo que no entro en acción, pero aún así quiero ayudar.
-Mamá, tú no puedes ir.
-Debo vengar la muerte del Padre de Lirin. Esto es algo que me incumbe a mí también.
-Entonces decidido, iremos las cuatro juntas.
-Di más bien las cinco- dijo una voz a sus espaldas.
Cuando todos miraron en la dirección de la que había venido la voz, pudieron ver a Saya entrando en la estancia.
-No pienso dejaros ir solas. Además, si surgiera algún problema, siempre os vendrá bien el tener un muñeco vital a mano que poder usar como cebo, ¿no?
-Saya... es demasiado peligroso. No tienes poder alguno con el que poder ayudar.
-Princesa... aún así, tengo que ir. Podría servir como escudo.
-Jamás podría usarte con tal fin.
-Sé que no, pero también sé que, llegado el momento, lo harías si fuese necesario para salvar a Jun. Después de todo, es tu hija, ¿no?
-Sí, pero... eso no quita que no sea capaz de hacerlo.
-Si llegase el momento, yo misma me metería en medio. Así que tranquila, yo respondo por mí misma.
-Bien... entonces... nos vamos.
-Pero...
-Michael, yo también cuidaré de Jun. Me encargaré de que regrese sana y salva. Puedes confiar en tu Madre.
-Mamá...
-En marcha, pues.
Después de decir aquellas palabras, la princesa abrió una puerta plateada, la cual fue atravesada por todas.
-Cuidaremos de Jun, tranquilo- le calmó Arisa mientras cogía a Jun en brazos.
-Sé que lo haréis, confío en vosotras. Tened mucha suerte.
-Gracias.
Acto seguido, desaparecieron.
El cambio de mundo fue rápido, pues a penas pasaron tres segundos hasta que las cinco llegaron al gran campo negro que rodeaba la ciudad oscura que podía verse en las cercanías.
-Vaya... así que así es cómo es esto...- comentó Saya, algo asustada.
-Sí... parece malvado y desolado, pero en realidad es un mundo como otro cualquiera. Puede resultar algo malévolo, pues la hierba es negra y el cielo rojo, pero aún así es bastante calmado.
-Hasta que Rye llegó, claro está.
-Bueno, Lirin, puede que sí, pero de todas formas, el poder de "los de arriba" se ha ido degradando poco a poco. Antes de que Rye subiese hasta su puesto, algunos superiores ya habían empezado guerras inútiles contra las ciudades cercanas, donde la hierba es plateada y el cielo blanco como el papel.
-Nunca entendí por qué debía enfrentarme a aquellos guerreros alados. No parecían feroces y su tierra siempre fue pacífica como la nuestra.
-Bueno... sí, pero precisamente por eso, "los de arriba" los veían como una amenaza. Para ellos, todo aquello que fuera diferente tenía que ser eliminado.
-Lo sé, pero...
-En todo caso, hasta donde mis recuerdos llegan...- continuó Arisa- creo recordar que ya había conflictos entre las ciudades de la oscuridad y las ciudades de la luz.
-Sí... pero nunca llegaron a consolidarse como guerras. Solo eran conflictos de orden. Mientras que para una sociedad, lo adecuado era regir las normas de una forma, para la otra lo era de una forma distinta.
-Sea como sea, seguro que todo ello se vio influenciado por Rye. Si acabamos con él, todo se solucionará.
-¿Pero quién nos confirma eso? ¿Estás completamente segura de que él es el único malo y de que no hay nadie moviendo los hilos desde atrás?
-De eso no puedo estar segura, pero... algo me dice que él es el responsable. Después de todo, siempre trabaja completamente solo.
-O eso es lo que quieren que pienses. No puedes estar segura de todo, princesa.
-Sí, pero...
-Como sea... tenemos que darnos prisa. Cuando más tiempo pasa, más fuerte se hace él.
-Tienes razón. Vayamos a la base que Greck me dejó preparada para este momento.
-Sí. Ahí podremos pensar en algún plan.
Una vez lo hubieron decidido, todas se pusieron en marcha rumbo a la base cercana a la puerta noreste de la ciudad principal.
Cuando llegaron, entraron una tras otra y cerraron la puerta una vez estuviesen todas dentro.
Arisa se acercó hasta las camas que allí estaban preparadas y colocó a Jun sobre una de ellas, para que descansase mejor.
-Bueno... ¿cuál es el plan?- se adelantó a preguntar Saya.
-No estoy segura. Según mis investigaciones, Rye no tiene ningún punto dévil.
-Entonces no será nada fácil.
-Me temo que no. Pero tampoco será muy complicado. Solo hay que saber ver la oportunidad.
-Lo primero será infiltrarse en la torre negra, donde se sitúan todos "los de arriba"
-Pero eso está custodiado por miles de guardias centellas, no podremos entrar sin ser vistas.
-Tal vez no haga falta el ir, tal vez solo tengamos que pillarlo fuera de allí.
-"Los de arriba" nunca salen de su fortaleza.
-Eso es imposible. Rye siempre iba de un lado para otro fuera de la torre, ¿no?
-Tienes razón , Arisa, pero eso no quita que solo fuera una misión. Ahora es muy probable que no salga de allí.
-Entonces la llevamos clara...
-Si pudiera infiltrarme...
-Lirin, eso es imposible. Eres una de las espectros más buscadas de toda la dimensión oscura. No pasarías desapercibida ni aunque te cambiases de cara.
-Ella no, pero... ¿y yo?
-Saya, por favor... se darían cuenta en seguida de que no eres ni humana ni espectro.
-Pero...
-Ja, ja, ja... míralas qué decididas están a entrar en el castillo negro y en la torre- dijo una voz desconocida.
-¿Quién anda ahí?
-Claro, claro... las hemos interrumpido... lo mejor será presentarse, ¿no crees?- dijo otra voz también desconocida.
De repente, dos hombres extraños aparecieron frente a ellas.
Uno de ellos era gordo y bajito, mientras que el otro era alto y desgarbado. Ambos llevaban en sus manos una especie de cuaderno azul marino con bastantes hojas y un bolígrafo de pluma.
-¿Quienes sois?
-Somos los ayudantes de Rye. ¿Os pensabais que íbamos a dejar las posibles entradas sin vigilancia? Soñáis.
-¡Quiero nombres! Así sabré a quién juzgar cuando llegue el momento- sentenció la princesa.
-Yo me llamo Hein.
-Y yo Mainer.
-No pasaréis de aquí.
-Bueno... sería más exacto decir que solo pasarán dos. Las demás moriréis aquí.
-¿Pretendéis llevaros a Jun y a la princesa, verdad?
-Cómo se nota que eras la capitana del escuadrón más fuerte. Lástima que te retirases.
-Basta de tonterías, no permitiremos que os llevéis a nadie. Es más, moriréis aquí los dos para que vuestras almas puedan ser juzgadas después.
-Yo no lo veo tan claro.
-Cierto... antes debéis enfrentaros a nosotros.
-Claro... ¿qué tal si usamos "eso", Hein?
-Sí... es una buena idea. Usémoslo.
-¿Qué?
Y entonces, una nube oscura cubrió la sala por completo.
-Puaj, no veo nada con esta niebla negra- dijo Saya, por un lado.
-¿Dónde estáis, chicas?
-No os separéis, es peligroso.
-Fíjate, Hein, están dudando- dijo Mainer desde un lugar lejano.
-Sí... ya lo veo, ¿empezamos?
-Claro, no veo por qué no.
-Ju, ju, ju...
-¡Ay!- gritó Saya, desde donde estaba.
-¡¿Qué pasa?!
-¡Ah!- gritó Arisa ahora.
-¡Arisa!
-¡Estad atentas, nos atacan desde la oscuridad!
-¡Princesa, póngase a salvo!
-¡No puedo estar al margen! Es hora de que yo misma haga algo. No puedo permitir que sea mi hija la única que se enfrente a este tipo de situaciones. ¡Tiraos todas al suelo!
-¡Pero princesa!
-¡Haced lo que os digo, deprisa!
-Ja, ja, ja... se creen que podrán hacer algo.
-Están muy equivocadas, ¿verdad, Hein?
-Claro, Mainer, seguro.
-No lo tengáis tan claro- pronunció la princesa-. ¡Sello negro!- gritó mientras juntaba sus manos.
A continuación, todo el suelo tembló.
Pasaron los segundos y, de repente, el suelo se abrió.
De las grietas salieron unas cadenas bastante gruesas y se dispersaron rápidamente en todas direcciones.
El tiempo pasó, y entonces la niebla se esfumó.
Cuando todas se dieron cuenta, los dos hombres estaban ahora atados de pies y manos por causa de las cadenas y no podían moverse en absoluto.
-¿Y ahora qué, eh?
-Bah, ni siquiera te acercas a derrotarnos.
-Puede que estemos inmóviles, pero eso no quiere decir que nos hayas vencido.
-¿Pero qué decís? Ella os ha inmovilizado.
-Bueno... eso es lo que parece, ¿verdad?
-¿Sí, verdad?
-Je, je, je...
-Ja, ja, ja...
Seguidamente, sus cuerpos se convirtieron en líquido y pasaron de las cadenas al suelo, liberándose de este modo de su detención.
-Imposible...
-No puede ser...
-Me temo que así es...- dijo uno de ellos mientras tomaban forma humana de nuevo.
-Y eso no es todo, mirad a vuestros pies.
Cuando todas miraron, pudieron ver unos pequeños charcos de agua que se habían formado de repente.
-Preparaos para la... ¡jaula de agua!
Y entonces, sin previo aviso, el agua tomó forma alrededor de todas ellas, impidiendo así que pudiesen moverse.
-¡¿Pero qué...?!
-¡Dejadnos!
-Ju, ju, ju...
-Je, je, je...
-Estáis acabadas...
-Perdidas...
-Inútiles...
-Idiotas...
-¿Os estáis olvidando de mí, verdad?- dijo Saya desde otro lado de la estancia.
-Imposible...
-¿Por qué no estás dentro?
-Ah... no me digas que...
-Exacto, yo no tengo magia alguna en mi interior, por lo que no habéis podido detectarme con vuestra agua mágica y, por lo tanto, no he caído presa.
-Bueno...
-Sea como sea...
-Estás acabada.
-No puedes hacer nada...
-Por ti misma...
-Eres una inútil...
-Un estorbo...
-Una carga...
-Puede- les interrumpió-. Pero al menos sé lo que tengo que hacer para dejar de serlo- dijo mientras señalaba hacia las camas.
Cuando los dos miraron en aquella dirección, pudieron ver que Jun, la hija de su jefe Rye, estaba en pie mirándolos fijamente.
-Puede que no haya sido lo más adecuado, pero es lo único que se me ocurre. Adelante, Jun.
-Encantada de hacerlo- respondió ésta.
Acto seguido, una raíz negra salió de su espalda.
Dicha raíz bailoteó un poco en el aire hasta que, cinco segundos después, impactó rápidamente contra la pared que se hallaba detrás de las jaulas de agua.
-Ja, ja, ja... has fallado. Qué torpe.
-¿Tú crees? Deberías echarle un vistazo a tu querido líquido.
Y entonces, se dieron cuenta.
Como el agua encantada seguía todo aquello que poseía poder mágico, ésta se veía ahora atraída por la fuerte energía que aquella raíz desprendía.
-Imposible...
-No puede ser...
-¡Ahora, Mamá!- gritó Jun.
Seguidamente, una fuerte bola de energía azul cielo salió de las manos de la princesa e impactó de lleno en el estómago de Hein, llevándoselo así por delante.
Tres segundos después, una segunda bola impactó contra el pecho de Mainer, haciéndolo así caer hacia atrás.
-Puede que nos hayáis vencido...
-Pero Rye es mucho más poderoso...
-Acabaréis en un foso...
-Sin salida y sin salvación...
-Ja, ja, ja...
-Je, je, je...
Sus risas se fueron perdiendo mientras desaparecían, transformándose así en polvo rojo.
Aquello era solo el comienzo de una gran batalla.
¿Serían capaces de soportarlo? ¿O, por el contrario, acabarían como aquellos dos malévolos hombres habían dicho?
Todo estaba ahora en manos de aquello a lo que todos llamaban... destino... o suerte, según cómo lo viese... cada uno.

Corazón oscuro 42

Episodio 42º

El ambiente estaba algo distorsionado.
Michael no sabía qué era lo que Jun se proponía pero, aún así, quería creer en ella y en que funcionase.
Poco a poco, la distancia que separaba sus labios era cada vez más corta. A medida que ella se iba acercando, una especie de corriente eléctrica proveniente de los labios de Michael se iba notando mejor.
Después de un tiempo, la distancia ya no existía y los pequeños rayos que podían verse saltaban desde los labios del chico hasta los de la chica.
El dolor era intenso para ella, pero aún así lo soportaba.
El chico, al ver lo que ésta se proponía, abrió los ojos tanto como pudo e intentó separarla de él. Pero antes de que pudiese poner sus manos en ella para alejarla, Jun ya le había cogido las dos manos para evitarlo.
Aquello parecía un beso forzoso, pues él no quería hacerle daño.
A medida que se besaban, los rayos se veían con más frecuencia y ella cerraba los ojos fuertemente a causa del dolor que sentía.
El tiempo pasaba y las descargas iban cesando poco a poco.
Al cabo de un rato, éstos ya no se sentían y Jun cayó, desmayada. Michael, por su parte, estaba completamente recuperado. El cansancio que había sentido hasta hace apenas unos minutos había desaparecido y estaba totalmente bien.
-¡Jun, Jun! ¡Despierta, Jun!- dijo, mientras se incorporaba y la agarraba por los hombros.
A pesar de sus esfuerzos, la chica parecía no poder despertarse por mucho que quisiera.
Entonces, optó por acostarla a ella sobre la cama para que pudiese descansar y, acto seguido, ir en busca de su Madre y Lirin.
Una vez hubo hecho lo primero, se puso las zapatillas que allí se encontraban y salió a todo correr de la habitación.
Se acercó hasta los ascensores y pulsó el botón de llamada.
Estuvo esperando tres minutos y, cuando dicho elevador se abrió, entró casi volando.
Después de un rato, pudo llegar a la planta baja sin problemas y se avalanzó hacía la cafetería.
Cuando entró, pudo ver, sentadas en una mesa, a su Madre y a Lirin hablando tranquilamente, aunque con un aparente tono pensativo en sus rostros.
Al verlas, corrió hasta ellas y, poniendo sus dos manos sobre la mesa para que lo mirasen ambas, dijo:
-Lirin, Mamá, venid rápido.
-¡Michael! ¿Qué haces aquí? ¿Ya estás mejor?
-Sí, Mamá, pero ahora no hay tiempo para eso.
-¿Qué pasa?
-Lirin... es por Jun. Dijo que se le había ocurrido algo para ayudarme y lo siguiente que recuerdo es que me estuvo besando por lo menos unos diez minutos. Después de eso, se desmayó y lo único que sé es que ahora estoy perfectamente. No tengo fiebre y no siento ningún dolor muscular. Además de que, como podéis ver, ando perfectamente y no me siento mareado en lo absoluto.
-¿Que hizo qué?- preguntó, extrañada, Lirin.
-Sí... me besó y entonces una fuerte energía salió de mí para ir directa hacia ella...
-Oh... puede que ahora tu energía esté dentro de ella... Es muy posible que ahora sea ella la sobrecargada.
-Pero... ¿no vamos a poder desprendernos nunca de esa energía o qué?
-No... Jun tiene más posibilidades de expulsarla. Después de todo, puede usar sus poderes. Esa energía que le has brindado la hará invencible por un tiempo. Por lo menos, hasta que la gaste toda.
-Entiendo... Entonces... ¿no corre peligro?
-En lo absoluto. Yo dirá que, más bien, son los demás los que lo corren. Si no es capaz de controlarse bien... podría causar grandes daños a quienes la rodeen.
-¿Y qué hacemos ahora?
-Por el momento solo podemos esperar. Volvamos a la habitación para intentar despertarla.
-Sí, será lo mejor.
Las dos mujeres se levantaron rápidamente y fueron, junto con el chico, hasta los ascensores.
Al parecer, ambos estaban ocupados, por lo que tuvieron que esperar algo más de tiempo a que estos fuesen desalojados por completo para poder introducirse dentro.
Cuando llegaron a la planta estimada, pudieron oir el grito de una enfermera que, momentos después, se acercaba hasta ellos corriendo.
En el preciso instante en el que llegó a su altura, Lirin la agarró por lo hombros, preocupada.
-¡¿Qué ha pasado?!
-Es... es... ha destrozado toda la habitación y ha atacado a cuatro enfermeras y a dos doctores.
-¿Quién, quién ha sido?
-Una chica con el pelo largo y negro recodigo en una coleta. Está como poseida, sus ojos están completamente rojos.
-Oh, madre mía...- dijo la espectro mientras hacía a un lado a la interrogada y se echaba a correr en dirección a la habitación.
A su vez, Michael y su Madre la siguieron hasta su destino.
Seguidamente, los tres se hallaban en la puerta, abierta de par en par, del cuarto donde Jun se había quedado reposando.
El cuarto estaba totalmente destrozado y, entre todos los muebles rotos, se encontraba ella, totalmente desorientada y perdida.
-Jun, cielo...- dijo Arisa mientras se adentraba a paso lento.
La chica, sobresaltada, se giró bruscamente para mirarla.
Su rostro expresaba miedo, pero a la vez ira. Podía apreciarse que no sabía dónde estaba y que no sabía qué hacía allí.
Lo único que quería era escapar, pues eso le dictaba su instinto.
Tanto poder era algo extremo para ella, y no era capaz de soportarlo.
-Arisa, no deberías acercarte tanto.
-No creo que quiera hacernos nada... solo está asustada...
-Si hubieses dicho eso al frente, nos habrían matado a todos.
-Lo sé, pero he sido Madre. Estas cosas se notan.
-Vale, pero ten cuidado. Podría reaccionar bruscamente y podrías salir herida.
-Correré el riesgo- dijo mientras seguía avanzando lentamente.
Después de eso, se paró a uno o dos metros de la chica.
-Jun, tranquilízate. Ahora mismo estás bastante confundida y, creeme, es normal que te sientas así. Has absorvido tal cantidad de energía, que ahora mismo tus sentidos se te han nublado y solo es capaz de reaccionar tu instinto animal. Solo deja de hacer eso y cálmate, por favor.
La chica se había quedado parada mientras la escuchaba pero, segundos después, una raíz negra salió de su espalda y golpeó a Arisa con tal fuerza que la hizo estamparse contra una de las paredes de la habitación.
-¡Mamá!- gritó Michael mientras corría hasta ella para ver cómo estaba.
-¡Arisa, ya te dije que era peligroso!- gritó Lirin, mientras materializaba su espada negra y se ponía en guardia.
Pero, inesperadamente, el techo se abrió sobre sus cabezas y un extraño cuerpo cayó del agujero que se había formado.
-¿Pero qué...?- se extraño la espectro mientras se cubría los ojos con su antebrazo izquierdo.
-Vaya, vaya... parece ser que aquí estabas, después de todo- se oyó una voz como de monstruo.
Cuando el polvo se hubo dispersado, todos los presentes pudieron ver a un extraño ser que parecía la mezcla de un cocodrilo con una serpiente.
-No puede ser... ¿tú?- preguntó Arisa.
-Pero qué tenemos aquí... Si es la ex-capitana del escuadrón de asesinos del ejército negro. Nunca pensé que podría encontrarte aquí. Lamentablemente, no vengo a cobrarme tu vida, sino a llevarme a alguien.
-¿Sigues haciendo trabajos de ese tipo, Hairol?
-Exacto. Pero tú ya no estás en posición de decirme nada. Es mi trabajo como bandolero y debes respetarlo al igual que yo respeto tu aburrida vida de humana.
-¿He... he oido bien?- preguntó Lirin-. ¿Hairol? ¿El asesino de asesinos?
-Parece que mi fama se ha expandido incluso en gente como tú, pequeña espectro. Es una lástima que no pueda quedarme a jugar. Tengo cosas que hacer ah...
Pero justo antes de que pudiese terminar su frase, una raíz negra lo atrapó rápidamente y lo elevó en el aire.
-Grr... parece que... puedes hacer este tipo de cosas... ¿eh?- preguntó con tono de burla-. Es una pena que no sea suficiente.
Y entonces, desapareció.
Ninguno de los allí presentes sabía dónde podía haberse metido ni qué haría ahora. Estaban completamente sorprendidos, pues tenía más velocidad de la que aparentaba.
Al cabo de unos segundos, este volvió a caer del techo para ir directo a la cabeza de Jun, la cual estaba algo despistada mirando al frente.
-¡Ja! ¡Ya te tengo, mocosa!- dijo mientras caía sobre ella.
Lamentablemente, algo lo golpeó en el aire justo antes de que cayese sobre ella y lo llevó a estamparse contra una pared cercana.
Después de recuperar la compostura, pudo ver que varias raíces negras se habían situado alrededor de la chica, impidiendo así cualquier movimiento que implicase el acercase a ella.
Acto seguido, ésta se viró hacia él y esbozó una sonrisa malévola.
-No puede ser... ¿Qué se supone que eres tú?- preguntó, asustado.
-Vaya, vaya... ¿El gran Hairol asustado por una pequeña niña?- preguntó una voz lejana con tono de mofa.
-Lucha tú contra ella si puedes, Reinald.
-Bueno, si me lo pides así...- dijo a la vez que aparecía justo en frente de él.
Esta vez se trataba de un ser que podía ser perfectamente la mezcla de un zorro con un coyote.
-Te supero en velocidad y destreza, así que esto será coser y cantar para mí- dijo a la par que se desvanecía.
-Veamos si es cierto- dijo, refunfuñando y alejándose unos metros más de la chica objetivo.
Al igual que Hairol momentos antes, el nuevo personaje había desaparecido de la vista y nadie sabía dónde podía estar.
Después de un rato, una sombra se movió detrás de Jun y ésta se giró bruscamente, en busca del individio.
Entonces, un jarrón voló hasta ella con tal velocidad y fuerza, que ésta no pudo hacer nada y dicho objeto le impactó en un lateral de su frente, produciéndole así un profundo corte, del cual salía un chorro de sangre.
La chica se llevó la mano a la herida y se la pasó por sus alrededores para quitar parte del fluido sanguíneo. Seguidamente, ésta se miró la mano, algo sorprendida.
-Sa... sangre...- pudo decir, casi en un gruñido.
-¡Jun! ¡¿Estás bien?!- gritó Michael, desde donde estaba.
-Sangre... sangre... ¡Sangre!- gritó, furiosa.
Seguidamente, más raíces comenzaron a salir de su espalda y comenzaron a formar una especie de torbellino alrededor suya.
Al cabo de unos instantes, una de las raíces golpeó a Reinald, pues se movía en las cercanías de la chica cuando aquello comenzó a girar. Éste, algo herido, cayó al suelo, llevándose una mesa y tres o cuatro sillas por delante.
Antes de que pudiese darse cuenta, el remolino había cesado su movimiento y ahora todas las raíces se dirigían hacia él.
No podía hacer nada para esquivarlas, estaba completamente acabado.
Pero, para su mayor sorpresa, Hairol se había puesto delante con algunos objetos en su poder para intentar detener semejante ola de ataques.
-Ha... ¡Hairol!
-Eres mi camarada en esta misión. No pienso dejar que mueras tan rápido.
-Eso me alegra pero... quizás deberías mirar al frente.
-¿Qué...?- preguntó mientras lo hacía, pues le había estado mirando a él.
Una vez hubo hecho lo que su compañero le había dicho, pudo ver que Jun se hallaba ahora entre él y los objetos que había puesto como barricada.
-¿Có... cómo te me has acercado tan rápido sin apenas haberlo podido notar?- preguntó, asustado.
-¿Te gusta... la sangre?- preguntó la chica a la vez que le miraba desde abajo mientras sus ojos se volvían de un color rojo sangre.
-¿Qué?
Y, justo en ese momento, algo lo partió por la mitad.
-¡Hairol!- gritó el que se encontraba en el suelo.
La parte de arriba del torso cayó al suelo a unos metros de él, mientras que la parte de abajo caía de rodillas en el acto.
Cuando Reinald volvió a mirarla, esta estaba impregnada de la sangre de su compañero.
A pesar de ello, esbozaba una tenue sonrisa que podía hacer estremecerse a cualquier ser vivo, por muy sanguinario que fuera.
-¡Monstruo!- gritó.
-¿A ti también... te gusta este color tan... rojo?- preguntó mientras se acercaba unos pasos.
-A... ¡aléjate de mí!- dijo mientras se arrastraba alejándose de ella.
-¿No... te gusta...?- dijo mientras inclinaba ligeramente la cabeza.
Seguidamente, Reinald no pudo seguir avanzando y tuvo que detenerse, apoyado contra la pared que le había impedido su arrastre.
Después de eso, Jun se acercó cada vez más y se agachó justo en frente suya.
Y, mirándolo con una mirada pasiva, algunas de sus raíces se elevaron sobre su cabeza y comenzaron a danzar apuntando al herido.
-Por... por favor...
-No eres nada divertido...
Acto seguido, la cabeza del susodicho voló, separándose así del cuerpo.
-¡Jun!- gritó Michael.
-Michael, no te acerques a ella.
-¡Pero debo hacer algo! Si sigue así... podría matar a alguien más.
-Por favor, hijo, quédate aquí.
-¡Pero!
-Michael, será mejor que le hagas caso a tu Madre. Ella sabe tratar con este tipo de personas.
-Está... bien...
Cuando pudieron darse cuenta, Jun ya se había incorporado de nuevo y se acercaba hasta ellos con paso ligero.
Al cabo de un rato, se paró a unos metros de Lirin.
La chica inclinó la cabeza y luego dio media vuelta y avanzó hasta la ventana.
Una vez se hubo hallado a su altura, la abrió y se subió a la cornisa.
-¿Qué pretende?- preguntó Michael, algo preocupado.
-A lo mejor piensa echarse a volar hasta otro lugar.
-Pero... en su estado...
-Debemos dejarla a su aire un tiempo. Así seguro que vuelve a la normalidad.
-Lo decía porque está cubierta de sangre. ¡Así no puede ir a ninguna parte!
-No intentes detenerla, es inútil.
-Jun...- balbuceó.
Unos instantes después, la chica se había dado la vuelta, mirándoles.
-Esa mirada...
-¿Qué quieres decir, Lirin?
-Creo que... una parte de ella le dice cómo debería volar y, sin embargo, la otra le dice que no sabe volar. Si no hacemos algo... es muy probable que se acabe cayendo a la calle...
-¡Pero estamos en un piso muy alto! ¡No sobrevivirá!
-No lo sé... puede que eso la ayude a librarse de toda esa energía.
-¡Jun, no lo hagas!- le gritó al ver que se estaba cayendo hacia atrás.
Pero ya era tarde, no había llegado a tiempo para poder agarrarla y la chica cayó.
Mientras iba bajando a toda velocidad, el aire la golpeaba en todo el cuerpo, moviendo así sus ropajes y su cabello negro azabache.
Después de unos segundos, su cuerpo impactó contra el duro suelo, cayendo así sobre el asfalto de la carretera que se encontraba en frente del hospital.
Toda la gente cercana se acercó aún más corriendo para ver de qué se trataba y, cuando la vieron allí, inconsciente, sobre el suelo, no pudieron evitar temerse lo peor.
"Se ha suicidado" "Ha caido del cielo"... esos eran, entre otros, unos de los comentarios más escuchados desde entonces.
-¡Jun!- gritó Michael mientras miraba hacia abajo desde la ventana por la cual la chica había caido.
-Vamos, Michael, seguro que está bien.
-¡Ha caído desde aquí! ¡¿Cómo puedes esperar que esté bien?!
-¡Ey! ¡No le hables así a tu Madre!- gritó mientras le golpeaba duramente en la cabeza.
-Vale, vale...- dijo mientras se llevaba las manos a la zona afectada.
-Bajemos, será lo mejor.
-Sí...
Seguidamente, los tres salieron de la estancia y se dirigieron a los ascensores.
Michael no estaba seguro de lo que debía hacer, pero algo estaba claro. Jun había hecho aquello por él. Lo menos que podía hacer ahora era devolverle el favor estando a su lado.
Seguro que eso sí que podía hacerlo, estaba totalmente convencido.

Corazón oscuro 41

Episodio 41º

Jun se había quedado bastante extrañada.
¿Por qué decía Lirin que era culpa suya? ¿Qué tenía ella que ver con lo que le había pasado a Michael?
-Lirin... ¿por qué dices eso?
-Porque es la verdad. Es culpa mía que su Madre sufra así...
-Pero esto no tiene nada que ver contigo. Después de todo, tú no eres la causante de su enfermedad, ¿no?
-No, pero...
-¿Qué me ocultas, Lirin? ¿Qué es eso que no me quieres contar?
-Yo... yo conozco a la Madre de Michael...
-¿La conoces? ¿En persona?
-Sí... ella era mi antigua superior...
-¿Tu superior?
-Verás... Tiempo antes de que tú y Michael nacieseis, yo era una de las mejores luchadoras del ejército de nuestro mundo. En dicho ejército, existía un batallón llamado "batallón luna roja" Éste estaba compuesto por un grupo de espectros, hombres y mujeres, especializados en los asesinatos más crueles y sangrientos jamás vistos. Yo era la segunda al mando de ese batallón y mi superiora y, por lo tanto, mi maestra, era ella... Arisa Limlum.
-Ella... ¿era una de las mejores asesinas?
-Sí... Ella admiraba mucho a mi Padre, pues había ascendido hasta los mejores puestos del ejército y ésta seguía sus pasos como fiel discípula suya. Lamentablemente, cuando mi Padre falleció, Arisa se quedó muy impactada. Su fuerza y destreza fueron decallendo a la vez que su ánimo y pronto perdió las ganas de seguir luchando. Al cabo de un tiempo, dejó el batallón, dejándome a mí como primera al mando, y no volví a saber nada más de ella. Después de que pasase un tiempo, descubrí que se había exiliado al mundo humano y que no volvería jamás, pues eso había dejado escrito en una hoja que le fue entregada a su Madre.
-Vaya... así que ella era una como tú... No me lo esperaba, la verdad.
-Ya ves... yo tampoco me esperaba el encontrarla en la misión que me fue encomendada hace tanto tiempo...
-Pero... entonces, ¿qué le pasa a Michael?
-Como consecuencia de que su Madre tenga un poder espiritual elevado y que su Padre, al ser humano, no tenga ni pizca de él, se ha formado un gran desequilibrio de fuerzas. Michael ha heredado el gran poder mágico de su Madre pero, en cambio, ha obtenido el frágil cuerpo humano por parte de su Padre. En resumidas cuentas, Michael ha acumulado una gran cantidad de energía mágica que, si no puede usarla como es debido, hará que se... "sobrecargue", por así decirlo.
-Es decir... que tiene mucha energía dentro de sí y que, por no saber usarla, se acumula de tal forma que le hace enfermar así... ¿no?
-Exacto.
-¿Sabes algún método para que se cure?
-La verdad es que no, pero me supongo que una buena solución será que libere toda esa energía que tiene acumulada dentro de sí.
-Pero... ¿cómo podemos hacer que se desprenda de ella?
-Eso es lo que no sé decirte... Me temo que no hay nada que podamos hacer para ayudarle...
-¡Algo tiene que haber que podamos hacer!
-Si hay una forma, yo no la sé...
-¿Qué hay de mi Madre? Ella, como princesa de nuestro mundo, tiene que saber algo acerca de cómo curarle.
-Creo que eso no es posible... puede que sepa algo, bien es cierto, pero me parece que ella misma no será capaz de hacer nada.
-¿Y eso por qué?
-Verás... ella es nuestra princesa, sí. Pero, a cambio de eso, solo podría ayudarlo si él fuese uno de nuestra raza al completo. Al ser mitad humano, existe una incompatibilidad del ciencuenta por ciento. Es imposible que salga bien, pues juega en su contra el hecho de que él no haya usado su magia en su vida.
-Entiendo... entonces no hay nada que podamos hacer para ayudarlo...
-Solo un milagro sería capaz de hacer algo en una situación como esta... es lo que me temo.
-Ya veo... Pero, aún así... ¿por qué su Madre sufre así? ¿A caso no sabe qué es lo que pasa?
-No... creo que ella ya ha olvidado todo lo que su poder puede hacer...
-De todas formas... ¿por qué no has ido a verla? Hace mucho tiempo que estás aquí y... ¿me estás diciendo que no has hablado con ella ni una sola vez?
-Exacto...
-¿Por qué?
-Temía su reacción. Creí que si volvíamos a vernos, ella me rechazaría junto a la creencia de nuestro mundo. Después de todo, vino a este porque decidió olvidarse del suyo y se enamoró. No quería romper su felicidad humana. Aunque... creo que en el fondo no lo he hecho porque me dolería mucho el saber que mi mejor amiga reniega de mí y de su pasado conmigo...
-Pero no sabes si es verdad que se ha olvidado de todo eso... deberías hablar con ella y enterarte.
-Es que...
-¿Lirin?- preguntó una voz a sus espaldas.
-Ah... Arisa...- dijo la aludida, al virarse.
-Cuánto tiempo sin verte, ¿cómo estás?- dijo, emocionada, mientras se acercaba y la abrazaba.
-No... ¿no te has olvidado de mí...?
-Por supuesto que no. ¿Cómo iba a olvidar a la novata patosa?- dijo, en plan broma.
-Oh, qué graciosa...- dijo mientras se separaban lentamente.
-Y bueno... ¿qué haces aquí?
-He... he venido a ver a Michael...
-¿Ah? ¿Lo conoces personalmente?
-Sí...
-¿Cómo es eso?
-Bueno... luego te lo contaré con más detalle.
-Vale, vale. Oh... ¿también conoces a Jun?
-Sí. Luego te digo también.
-Perfecto, je, je, je.
-Arisa... ¿es cierto que... que no sabes qué le pasa a tu hijo...?
-No...- dijo tristemente, mientras bajaba la cabeza.
-Lo... lo siento mucho...
-¿Eh? ¿Pero por qué lo sientes?
-Pues... por no haberte dicho nada antes sobre lo que le pasa...
Entonces, los ojos de la mujer se abrieron de repente y ésta agarró por el cuello a Lirin, furiosa.
-¡Si sabes qué le pasa, dímelo inmediatamente! ¡Dime qué le pasa a mi hijo!
-Es que... pensé... que lo sabías...- dijo mientras se asfixiaba.
-¡Responde, Soldado!
-¡Señora Ryakai!- gritó Jun, algo asustada por aquella reacción.
-¡Dime qué es lo que tiene!
-Él... tiene demasiada energía espiritual y su cuerpo humano no puede soportarlo...
-¿Có... cómo...?- dijo, abatida, mientras la soltaba y bajaba los brazos.
-Ha heredado el cuerpo de un humano y la energía de un espectro. Es normal que haya una descompensación... Su cuerpo no puede soportar tanta energía y se sobrecalienta, es por eso que tiene tanta fiebre. Lo único que podríamos hacer es que expulsase esa energía, pero no sé de ningún método para hacerlo... Siento no serte de más ayuda...
-Quién iba a pensar que yo iba a ser la causa de sus problemas...
-No diga eso, Arisa- dijo Jun, algo aliviada por que se hubiesen separado-. Usted nunca habría podido imaginar que algo así pasaría. De todas formas, estoy segura de que Michael no le guarda ningún rencor. Él la quiere mucho, al igual que usted a él.
-Pero...
-No le des más vueltas, Arisa. Ven, vamos a tomarnos algo abajo...
-De acuerdo... Pero... ¿y esas pintas que llevas? Vas a destacar mucho.
-Tranquila, puedo cambiarme de ropa. Jun, ¿te quedas?
-Ah... sí, me quedaré un rato más junto a él...
-Vale, entonces. Te veo luego.
-Hasta después, Lirin...
Acto seguido, las dos se fueron cerrando la puerta tras de sí.
-Michael...
Y entonces, la puerta se abrió de nuevo.
-¿Saya?- se oyó una voz conocida a su espalda.
-Ah...- dijo ésta al verles.
-¿Qué haces aquí?
-Eso, eso. ¿No decías que no querías malgastar tu tiempo inútilmente con gente como nosotros?
-Lárgate de aquí, anda.
-Pero... yo no soy...
-Nada de excusas, vete de aquí. Michael es amigo nuestro, así que también debes catalogarlo como "gente como nosotros"
-Tenéis que escucharme, os digo que yo soy Jun.
-No nos vengas con esas. Jun está enfadada con él y ni siquiera sabe que está aquí.
-Claro que siempre puedes habérselo dicho tú- prosiguió John.
-Por favor, tenéis que creerme. Yo no soy Saya, soy Jun.
-Venga, venga, a vacilar al parque- dijo mientras la agarraba por la muñeca y la conducía hasta la puerta.
Una vez se hallaron frente a la salida, los demás se viraron actuando de muro entre la chica y la cama donde Michael reposaba.
-Por favor, tenéis que hacerme caso. Yo soy Jun.
-A otro con esas, Saya- le dijo, sin soltarla aún.
-¿Qué... te crees... que estás... haciendo...?- preguntó una voz a sus espaldas.
-Ca... ¡Capitán!- gritó, sorprendido, Ren.
-Michael...- susurró Jun.
-¿Cómo... os... atrevéis... a hacerle eso... a... ella...?- dijo, casi cayéndose de lo mal que se encontraba.
-Capitán, nosotros...
-Suél... tala...- dijo mientras le agarraba del brazo por el que tenía sujeta a la chica.
Seguidamente, éste la soltó y Michael dejó caer su brazo.
Después de eso, Jun corrió hasta él y le ayudó a mantenerse de pie.
-Michael, no deberías haberte levantado...- dijo, preocupada.
-No... no me puedo... creer... que aún actueis... así...
-Vamos... vuelve a la cama...- le dijo mientras lo acompañaba hasta ella y le ayudaba a acostarse de nuevo.
-Jun... gracias por haber... venido...
-Tranquilo... era lo menos que podía hacer...
-Capitán... ¿cómo estás tan seguro de que dice la verdad y no es Saya realmente?
-Yo... yo soy capaz... de saberlo... aún estando... así...
-¿Y lo de ayer?
-¿Eh...?
-Dejadlo ya, ¿queréis?- dijo Jun mientras se viraba hacia ellos con un rostro bastante furioso-. No lo atosiguéis más, ¿acaso no véis cómo está? No es momento de tonterías como esas.
-Jun... creo que... ya estoy... mejor...
-Michael, no hagas esfuerzos. Aunque digas eso, yo sé que estás muy débil. Deberías dormir un poco más...
-¿Más... todavía...?
-Sí... tranquilo, no me iré a ninguna parte.
-Bueno... nosotros... nosotros nos vamos...- dijo Ren mientras arrastraba a los otros dos consigo.
-Que sepáis... que no os perdonaré... en mucho... tiempo...- dijo Michael antes de que éstos saliesen por la puerta, cerrándola tras de sí.
Cuando se fueron, la sala entró en un profundo silencio.
Jun había conseguido por fin el estar junto a él pero, ahora que podía hablarle, no sabía exactamente qué decirle.
Quiso empezar contándole todo lo ocurrido el día anterior, pero no encontró las palabras adecuadas y enseguida pasó a plantearse el contarle lo sucedido con su Madre y Lirin años atrás.
Descartada esta idea por el simple hecho de que podía ser demasiado impactante para él, optó por contarle lo que en realidad le pasaba pero, debido a eso, tendría que llegar a la parte en la que su Madre era un espectro procedente de su mundo.
-Michael... hay algo... que quiero contarte... Verás...
Mientras tanto, en la cafetería, Arisa y Lirin seguían conversando sobre lo que podían y no hacer.
-Te estoy diciendo que la princesa no puede hacerse cargo. Existe una total incompatibilidad.
-¿Pero no dijiste que era solo de un cincuenta por ciento?
-Sí, pero eso en estos casos siempre acaba en ruina. No podemos hacer algo tan peligroso.
-Entonces, ¿qué propones?
-Ya te lo dije, no sé qué deberíamos hacer. Para empezar, yo solo soy una ex-asesina, al igual que tú. Nuestro trabajo no era pensar, sino matar a la gente que nos encomendaban. Por otro lado, tampoco éramos especialistas en ningún tipo de arte curativa, por lo que no tenemos ni la base principal para poder pensar qué hacer. Es como si dos bebes intentasen pensar en cómo construir un edificio de treinta plantas con sus ascensores y todo.
-Esa metáfora estaba de más...
-Vale, lo siento. El caso es que es imposible que nosotras hallemos la solución al problema de tu hijo.
-¿Y qué perdemos preguntándole a la princesa?
-Su tiempo, claro está.
-Qué bonito. Mi hijo podría morir y tú te preocupas por el tiempo que la princesa pueda perder.
-No es eso... solo digo que a lo mejor no le presta mucha atención.
-No le conviene hacerme enfadar. Aún no he perdido todas mis facultades.
-Eso no lo dudo, pero... no sé, tal vez si esperamos... se solucione solo.
-¿Estás loca? ¿Y arriesgarnos a que le pase algo peor?
-Lo sé, lo sé... es algo suicida, pero... ¿entonces a qué nos aferramos?
-Ni idea...
-Ais... esto nos pasa por dedicarnos a seguir órdenes y a no pensarlas...
-Sí. Tal vez nos hubiera ido mejor dentro del instituto de investigación...
-Ja, ja, ja... ni en broma. No servimos para pensar, admítelo.
-Tienes razón, ja, ja, ja...
A su vez, Jun ya le había contado todo lo referente a su Madre.
El chico, al oir todo aquello, no sabía qué decir ni qué hacer. Tenía la mirada perdida y no articulaba ninguna palabra debido a la noticia.
-Michael... ¿estás bien?
-Sí... es solo que... me cuesta... creerlo...
-Sé que es difícil de creer, pero tu Madre me lo ha confirmado hoy al reconocer que conocía a Lirin. Además, normalmente, cuando la gente la ve, se asusta y, en muchos de los casos, sale corriendo. Pero Arisa la saludó cordialmente y le preguntó que cómo estaba...
-Entiendo... entonces... es cierto...
-Sí...
-Ya... veo...
-Ellas ahora mismo están hablando abajo. Intentan encontrar un modo de ayudarte a superar esta enfermedad, aunque... no creo que les vaya muy bien...
-Sí... a mi Madre... nunca se le dio bien... el pensar...
-A Lirin tampoco, en eso se parecen, je, je, je...
-Eso creo... je, je...
-Michael, yo... me gustaría ayudarte, pero no sé cómo... Si al menos supiese tanto como mi Madre...
-A mí... me basta con que tú... estés... a mi lado... Eso me dará fuerzas... para seguir adelante...
-Michael...
Poco a poco, Jun fue bajando su cabeza y sus labios se fueron acercando cada vez más.
Al cabo de un tiempo, la chica le besó profundamente y ambos cerraron los ojos.
Después de estar un rato así de "conectados", un pequeño calambre llegó hasta los labios de Jun, haciendo que ésta se separase unos pocos centímetros de él.
Ella, al abrir los ojos de nuevo y llevarse los dedos a la zona afectada, abrió mucho los párpados, como si una idea hubiese volado hasta su cabeza.
-Creo... que sé cómo ayudarte...
-¿Eh...?- preguntó, extrañado, Michael.
-Tranquilo... yo... te ayudaré...- dijo mientras se acercaba de nuevo hasta él.
La idea que había tenido era algo extraña, pero estaba totalmente desesperada por ayudarle, así que tenía que intentarlo.
Si aquello no funcionaba o si, por el contrario, funcionaba más de lo que debería, todo se iría al traste.
Tenía que funcionar, fuese... como fuese...

Corazón oscuro 40

Episodio 40º

El tiempo pasó lentamente y, a medida que avanzaban los minutos, más insoportable se hacía la espera.
La ambulancia había llegado bastante rápido y enseguida lo transportaron al hospital, donde los médicos decían una y otra vez que no tenían ningún resultado aún.
Cuanto más gente pasaba por el pasillo, más interminable se hacía todo aquello.
La Madre de Michael, por su parte, no paraba de dar vueltas de un lado a otro en espera de alguna respuesta convincente.
Al cabo de una media hora más, uno de los primeros doctores que habían entrado en la sala hora antes, salió portando consigo una carpeta llena de folios escritos.
-¡¿Y bien?!- preguntó, desesperada, ella.
-Me temo que la historia se repite. Lo hemos estabilizado e impuesto algunas bolsitas con hielo para intentar bajar su temperatura, pero aún no despierta.
-¿Y todavía no saben qué enfermedad es?
-Lo siento, pero no. La última vez que le sucedió esto intentamos por todos los medios encontrar una razón, pero no tuvimos éxito alguno. Hoy en día, aún estamos incapacitados para darle algún motivo aparente.
-Pero él es tan jovial... siempre está activo y se mueve de un lado para otro. No entiendo cómo puede ser que un día esté feliz y animado y al siguiente tenga una fiebre enorme y no pueda ni levantarse de la cama...
-El cuerpo humano es así de misterioso. Todavía quedan muchos misterios que nosotros no podemos resolver.
-¿Y a qué espera? Póngase manos a la obra. Necesito saber qué le pasa a mi dulce hijo.
-Le prometo que haré lo que esté en mi mano para encontrar la respuesta al enigma.
-Por favor, haga lo que sea.
-De acuerdo. Ahora, si me disculpa, he de ir a encargarme de algunos asuntos.
-Claro, claro... no lo entretengo más. Muchas gracias de nuevo, doctor.
-Tranquila, para eso estamos. Puede pasar a verlo si lo desea.
-Sí, claro...
Seguidamente, el doctor se fue por el pasillo y ella entró por la puerta del cuarto donde su hijo reposaba.
Una vez dentro, avanzó hasta la camilla y lo miró desde arriba. Después de dos minutos mirándolo fijamente, le pasó una mano por su cabeza y una lágrima calló de su mejilla.
-Por qué tiene que pasar esto... yo solo quería vivir una vida feliz alejada de todo mi pasado. No entiendo por qué el destino quiere maldecirme de esta forma torturando así a mi pobre hijo...- dijo, casi en un susurro.
Mientras tanto, en la casa de Jun parecía que no tenían ninguna solución todavía.
-¿Por qué no haces lo que te digo, Jun? Seguro que así aclaras algo.
-Ya te he dicho que no puedo ir. No me atrevería ni a mirarle a la cara. Es demasiado doloroso después de todo lo que le dije...
-Tienes que ser valiente. ¿Y se supone que tú serás la que nos salvará a todos? Si ni siquiera puedes enfrentarte a algo que tú misma has dicho.
-Lo sé... y lo siento mucho, pero no puedo.
-Si no vas por tu propio pie, tendré que obligarte.
-Por favor... no me hagas ir...
-Jun... recuerda que él fue quien te salvó de tu destrucción segura. Si no hubiese sido por ese chico y sus sentimientos, tú no estarías aquí ahora.
-Sé que le debo mucho, pero...
-Pero nada, haz lo que te digo y punto. Será lo mejor, ya verás.
-De acuerdo... pero no te prometo nada...
-Entonces decidido. Mañana irás alegando que eres yo y te disculparás con él. Así seguro que se arregla todo.
-Esperemos que sí, Saya... esperemos que sí...
La tarde se hizo presente sobre la ciudad y las lámparas de las calles ya comenzaban a encenderse una detrás de otra.
Las horas pasaron y pronto llegó la noche.
Al día siguiente, Jun se levantó y vistió para el instituto.
Tal como cabía esperar, se peinó diferente, estilo Saya, para que no la reconociecen y salió a la calle, rumbo a la escuela.
Después de unos minutos caminando, llegó a la puerta principal del centro, donde vio de lejos a Ren, el cual estaba esperando.
La chica, algo avergonzada, pasó de largo sin saludarle.
-Adiós, Saya. ¿Qué pasa? Ahora que no viene Jun, ¿no nos vas a hablar más?
-Lo que ella haga no es asunto mío- dijo con el tono que Saya solía emplear.
Aquello era algo cruel por su parte pero, tal como había pensado mientras iba hacía allá, tenía que comportase como su hermana lo haría para no levantar sospechas.
-Qué arrogante...
-Sí, ¿pasa algo? Que ella os hablase y os tratase como si fueséis sus mejores amigos no quiere decir que yo vaya a ser igual. Yo no estoy tan ciega como para ir por ahí acompañada de gente como vosotros.
-Qué agradable puedes llegar a ser cuando quieres, eh...- dijo, en plan irónico.
-Y ahora, si me disculpas, tengo que entrar en clase. No quiero seguir perdiendo el tiempo inútilmente.
-Vale, vale... ya nos veremos.
-Sí, por desgracia...- dijo mientras se alejaba.
La forma en la que había actuado la afectaba profundamente, pero no podía hacer nada más que aquello.
La verdad es que nunca se había imaginado diciendo aquellas palabras hirientes y carentes de afecto, pero era algo que debía hacer si quería pasar desapercibida y disculparse ante Michael.
Cuando llegó al aula, se sentó en el sitio donde se suponía que debía ir Saya y se puso a leer algo interesante dentro del libro de lengua extrangera.
Una vez hubo empezado la clase, se dio cuenta de que Michael no había acudido.
-Veamos... ¿Kirikawa?- preguntaba la profesora mientras pasaba lista.
-Aquí- dijo la alumna correspondiente mientras levantaba la mano para indicarle de que estaba realmente en la sala.
-¿Mireni?
-Aquí.
-¿Risuoka?
Lo preguntó dos veces más, pero no obtuvo respuesta.
-Él está enfermo, señorita- respondió finalmente, Ren.
-Ah, entiendo... ¿Qué ha sido, lo sabes, Asita?
-Tenía una fiebre elevada ayer y se desmayó. Fue llevado al hospital después de que su Madre viniese a verlo- respondió Ren.
-Entiendo... tendré que informar a los demás profesores y al director para que no le pongan parte por esto.
Jun se había quedado conmocionada.
¿Podría haber sido a causa de lo que le dijo? Si había sido así, no podía perdonarse. Jamás podría.
Michael era muy importante para ella. No aguantaría que le pasase algo, y mucho menos si era por su culpa.
Rápidamente, se levantó de donde estaba, cogió su cartera y se apresuró a la salida.
-¿A dónde cree que va, señorita Fujineko?
-Debo irme enseguida.
-¿Y se puede saber por qué? Apenas hemos empezado el día de hoy. ¿Se encuentra mal?
-No, pero tengo que irme.
-Me temo que no podrá ser.
-Déjeme pasar, por favor.
-No puedes irte sin excusa convincente.
-Usted no puede retenerme.
-¿Te pones así, jovencita?
-No me pongo de ninguna manera, sólo déjeme pasar.
-Saya, por favor, siéntate- le dijo John, desde su asiento.
-Tú a callar.
-Si no desistes, tendré que ponerte una falta grave. No solo por fuga, sino también por enfrentarte a mi autoridad como tutora.
-Póngame las faltas que le dé la gana, no me importa. Sólo déjeme irme, quítese de en medio.
-Bien, como quieras. Pero si sales por esa puerta, prepárate para un severo castigo- dijo mientras se quitaba, segura de que no se iría ante tal amenaza.
Y justo cuando el camino estuvo libre, la chica abrió la puerta sin demora y se fue escaleras abajo.
La profesora se había quedado anonadada. Nunca antes le había pasado aquello. Todos los alumnos amenazados de aquella forma habían regresado serenamente a sus asientos y se habían estado tranquilitos hasta el final de las clases. Pero ella no, ella tenía tanta confianza en sí misma que se había ido a la primera de cambio.
-Bueno... empecemos la clase...- dijo para intentar disimular su verguenza.
Mientras tanto, Jun corría sin parar calle a través en busca de algún taxi.
La desesperanza la corcomía por dentro y no podía esperar hasta estar en la misma sala que Michael.
Había ido al instituto con la esperanza de hacer las paces pero, a cambio, se había encontrado con una terrible noticia. Al parecer, la fiebre del chico era elevada y se había desmayado. Si había sido por su causa, debía remediarlo inmediatamente e ir a ayudarlo y a disculparse.
Justo al cabo de unos minutos, un taxi asomó por la esquina que tenía en frente.
La chica, apresurandose, corrió un poco más y lo llamó, asegurándose antes de tener suficiente dinero como para pagarlo.
Una vez se hubo subido en él, indicó rápidamente a dónde quería dirigirse.
-Al hospital, por favor.
-Enseguida.
El tiempo pasaba y el coche iba cada vez más despacio.
Al parecer, un atasco se había formado justo a esa hora y no había manera de saltárselo.
Después de esperar parados casi diez minutos, la chica no aguantó más y, al ver que ya se encontraban cerca de su destino, pagó el viaje hecho y se bajó del vehículo.
Rápidamente, se puso en marcha y avanzó con paso ligero hasta el centro hacía el que se dirigía.
Cuando llegó, entró sin demora y se acercó hasta el mostrador de información.
-Perdone...
-¿Sí? Usted dirá.
-Me gustaría saber si han ingresado aquí a un chico llamado Michael Ryakai.
-¿Ryakai? Un segundo, por favor.
La chica tecleó el nombre del chico en la base de datos y enseguida le dio a Jun la respuesta de la búsqueda.
-Sí, ingresó aquí ayer al medio día.
-¿Podría decirme la sala en la que está?
-¿Es usted algún familiar?
-No, pero...
-Entonces me temo que no puedo darle esa información.
-Por favor, tengo que verlo enseguida. Es urgente.
-¿Jun?- preguntó una voz de mujer a su espalda.
-Ah... usted es... la Madre de Michael...- dijo al virarse.
-Sí, soy yo. ¿Vienes a ver a Michael?
-Sí...
-¿Tan temprano? ¿Tú no deberías estar en el instituto?
-Es que me he enterado esta mañana de repente de que habían ingresado a Michael aquí, así que vine enseguida.
-Qué considerado por tu parte, pero me temo que él no está despierto aún.
-¿Está durmiendo?
-Sí... algo así. No ha despertado desde ayer...
-Vaya... Lo... lo siento...- dijo mientras le corría una pequeña lágrima por su mejilla izquierda.
-¿Pero qué dices?- le preguntó con voz dulce-. Esto no ha sido culpa tuya.
-Sí que lo es... yo... ayer... le dije unas cosas horribles...- dijo a la vez que se llevaba las dos manos a la cara, de la verguenza.
-Tranquila, Jun... Te digo yo que esto no ha sido culpa tuya. Confía en mí, ¿vale?
-Está bien...
-Ven... ¿quieres verlo, no?
-Si no es mucha molestia...
-Sígueme, te llevaré hasta su cuarto.
-Gracias...
Después de eso, la mujer le cogió la mano a Jun y la condujo hasta los ascensores.
Subieron a la tercera planta y la acompañó hasta una puerta con el número doscientos treinta escrito.
-Bueno, te dejo que estéis a solas. Yo me voy a tomar un café abajo, ¿vale?
-Claro... muchas gracias de nuevo.
-Tranquila, sé que lo quieres mucho.
-Eso no debe dudarlo...- dijo casi en un susurro.
Una vez que Arisa se hubo ido, Jun entró en la habitación donde se suponía que Michael descansaba.
Cuando estuvo dentro, cerró a su paso la puerta y avanzó hasta la camilla donde el chico dormía.
-Michael, yo...- dijo mientras le ponía una mano en la cabeza-. Lo siento... lo siento tanto...
-Jun, ¿estás bien?- le preguntó una voz conocida a su espalda.
-Lirin... ¿qué haces aquí?
-He venido a ver cómo estaba él...
-Parece que ayer se desmayó... lleva dormido desde entonces.
-Ya veo...
-Y todo es culpa mía...- dijo mientras comenzaba de nuevo a llorar.
-Nada de esto es culpa tuya, Jun.
-Pero... yo le dije todas esas cosas horribles...
-Jun... hay algo... que deberías saber...
-¿Qué...?
-¿No puedes notarlo?
-¿El qué?
-Su energía...
-¿Energía? ¿A qué te refieres?
-Este chico... desprende una gran energía.
-¿Qué quieres decir con eso? no te entiendo...
-Lo que proboca la enfermedad de este chico es la posesión de una gran energía dentro de sí. Pero debido al total desconocimiento de ésta, no puede liberarla. Por consiguiente, dicha energía aumenta cada cierto tiempo al no ser usada y acaba por el cansancio total del sujeto en cuestión.
-¿Qué tipo de energía?
-Energía como la tuya y como la mía...
-¿Quieres decir que...?
-No es así del todo, pero... en parte, así es.
-Pero...
-De todas formas... es culpa mía- dijo, bajando la cabeza.
-¿Lirin?- preguntó, extrañada, mientras la miraba.
Mientras tanto, en la escuela, Tom, John y Ren se encontraban preocupados.
-Primero Jun, después Michael y ahora Saya. Parece que todos nuestros amigos se alejan cada vez más...
-¿Por qué incluyes a Saya?
-¿No está claro? Es la gemela de Jun, por lo tanto, es como si hubiese estado con nosotros desde siempre.
-Pero ya has visto cómo es realmente. Y no sé por qué, pero tiene una especie de aura maligna alrededor suyo...
-No seas exagerado.
-Es la verdad, Ren. ¿No la has visto hoy? Casi muerde a la tutora por no dejarla salir.
-Bueno... aún así... no sé...
-Veo que no tienes respuesta para todo.
-Claro que no, no soy ningún erudito.
-Bueno, como sea... iremos esta tarde a ver al Capitán, ¿no?
-Claro. Pero... ¿y si pregunta por Jun?
-Pues le decimos que no ha podido ir a verle porque también está enferma y que hoy no ha ido a clase tampoco. Después de todo, estando allí no puede corroborarlo, así que...
-¿Vais a ir a ver a Michael? Nos apuntamos- dijo una voz empalagosa justo enfrente del banco donde se hallaban sentados.
-Ni hablar. Como si no hubieseis hecho suficiente ya.
-Pero queremos ir a verle- dijo Lissy, irritada.
-Ni de coña, arpía- respondió Ren.
-Qué desagradable. Casi tanto como esa Saya. ¿Habéis visto lo que ha hecho hoy? Si yo fuera la tutora, la habría expulsado hace tiempo ya.
-Si solo lleva dos días. Bueno, ni eso. Ayer se fue en el recreo y hoy se fue apenas pasados veinte minutos.
-Pues lo que yo digo. Tiene que ser como la hermana o incluso peor.
-Con Jun no te metas- respondió Tom.
-Vaya... aquí llega el defensor de las brujas.
-Te he dicho que no te metas con ella. Deja de insultarla.
-¿Y por qué? ¿por que tú lo digas?
-Si no quieres comerte mi puño, será mejor que os largéis.
-Uy, qué miedo, mira cómo tiemblo- le dijo mientras hacía temblar sus manos intencionadamente mientras se las mostraba.
-¿Véis? Por eso precisamente no os soporta Michael.
-Bah, tú qué sabrás. Iremos a verle esta tarde y no se hable más. El hospital es un lugar público y podemos ir cuando queramos.
-Ya, ya... Si no quiere veros, no nos digáis nada luego.
-Ya lo veremos.
-Piraos ya, anda. Nos molestáis.
-Qué arrogantes. Vámonos, chicas.
-Sí, jefa.
Seguidamente, las tres se fueron por donde habían venido.
Los tres chicos se quedaron aliviados una vez lo hubieron hecho y dejaron de estar tensos.
-Has defendido bastante bien a Jun, Tom...- le dijo John.
-Bueno... es nuestra amiga, ¿no?
-Sí, pero... no sé, pensé que estarías más afligido después de lo de ayer.
-Estoy seguro de que tener a todas las chicas del instituto detrás de ti odiádote en secreto tiene que dejarte bastante irritado. La comprendo.
-Eso no decías antes...
-Yo nunca dije lo contrario.
-Como sea, ¿le llevamos algo al Capitán esta tarde? Estoy seguro de que allí la comida es asquerosa.
-Claro.
La verdad es que ninguno de los tres tenía pensado el ir a ver a Jun y contarle lo ocurrido, pues no querían que aquello empeorase.
¿Estarían en lo cierto al ocultarle todo aquello a ambos?
Por un lado, tenían que decirle a Michael lo ocurrido la tarde anterior y, por otro, también tenían el deber de decirle a Jun que su Capitán había sido hospitalizado debido a una elevada fiebre.
Fuese como fuese, esperaban que aquello se solucionase con el tiempo.
Eran sus amigos, después de todo.

Corazón oscuro 39

Episodio 39º

El clima se había vuelto frío y una serie de nubes oscuras comenzaron a acercase al punto que se encontraba sobre sus cabezas.
Un grupo de alumnos rodeó a Jun para evitar que esta escapase pero, aún así, la chica ni se había inmutado.
La verdad es que aquello que Saya le había dicho estaba empezando a resonar en su cabeza como si de un disco rayado se tratase.
Por su parte, Michael parecía decaído.
No había hablado casi nada durante todo el día y ahora aparentaba estar deshorientado. ¿Estaría enfermo?
De ser así, hacía lo imposible por escondérselo a todo el mundo.
Al cabo de unos instantes, Jun levantó levemente la cabeza para mirarlo... no parecía él mismo.
Tenía la mirada perdida y no se movía de donde estaba.
-Ahora te llevaremos ante el director, así que no te resistas- le dijo con tono de malicia, Lissy.
Entonces la chica levantó más la cabeza, haciendo así que un poco de su flequillo le tapase su ojo derecho.
Por su parte, el izquierdo estaba completamente al descubierto y algunos alumnos habían podido ver su repentino color furia y sus pupilas cual gato.
Estos, al verlo, se quedaron semiparalizados.
-¿Véis? Lo que yo os decía. ¡Es una bruja!- gritó, histérica.
Después de eso, Jun avanzó unos pocos pasos y se paró en seco, sin dejar de mirarla.
Lissy estaba algo asustada. Después de todo, ella había sido la que la había puesto en evidencia. Aún así, ahora no podía echarse para atrás. Estaba convencida de que podría enfrentarse a ella de un modo que no la involucrase... demasiado.
-No os quedéis ahí parados, atrapadla para que podamos presentársela al director junto con la cinta de vídeo- dijo con un tono serio y lleno de malicia.
-¡Alto!- gritó una voz lejana.
Y entonces, a lo lejos, pudieron ver a Saya, la cual se acercaba corriendo hasta ellos, casi sin aliento.
-¡Detenéos ahora mismo, estáis todos equivocados!- gritó mientras se ponía al lado de Jun para así defenderla.
-¿Qué quieres, Saya Fujineko?- preguntó, irritada, Lissy.
-Esto es un error. Quien os dijo todo eso fui yo, y no ella. Mi hermana no tiene nada que ver con ese vídeo.
-¿Pero de qué hablas? ¿Cómo ibas tú a saber todo lo que pasó aquella vez con Michael?
-Ella me lo contó una vez por carta...
-¿Entonces por qué no nos dijiste que eras tú?
-¿Ahora me veniís con esas? ¡No me dejasteis hablar, maldita sea!
-Déjalo...- le susurró Jun.
-¿Qué?- preguntó, extrañada, mientas la miraba a ella ahora.
-No tienes que molestarte... Estoy cansada de todo esto...
-¿Qué quieres... decir?
-No aguanto más este lugar...- dijo mientras bajaba la cabeza-. No soporto que esas tres estén todo el día persiguiéndome y molestándome. No quiero que esas alumnas irritantes me miren más con odio solo por ser la novia de Michael... ¡Estoy harta de toda esta mierda!- gritó, furiosa y mirándolos a todos con odio.
-Hermana...
-¡Desde hoy, dejo esta puñetera escuela! ¡Y podéis irle con el cuento a quien queráis, me da absolutamente igual!
-¡Jun! ¡No digas eso!- le gritó Saya mientras la agarraba por los hombros.
-Con respecto a ti, Michael...- dijo mientras avanzaba un paso hasta él, ignorando así a su "hermana"-. Si tú, que eres mi novio, no me crees... entonces ya no veo motivo por el que tenga que estar junto a ti. No quiero como novio a alguien que no es capaz de dar la cara por mí y que se cree a la primera de cambio lo que estas puedan decir o mostrar sobre mí. Ya me cansé de todo esto. Puedes quedarte con cualquier otra, pues ya he visto que no me quieres nada.
-¡Jun!- gritó Ren-. ¿Cómo puedes ser tan cruel?
-¿Qué cómo puedo ser tan cruel, dices? ¡Vosotros sois los crueles! Os odio... ¡Os odio a todos!- dijo mientras se alejaba corriendo.
-¡Jun, espera!- gritó Saya mientras la perseguía.
Al cabo de un rato, el patio se quedó en completo silencio.
Todos fijaban sus miradas ahora en Michael, él cual permanecía de pie, sin decir ni una sola palabra.
-Capitán...- le dijo Tom mientras se le acercaba.
-¿Estás bien, Michael?- le preguntó, por su parte, John.
Pero esa pregunta no obtuvo respuesta, pues el chico seguía callado.
-Michael...- le dijo Ren mientras le ponía una mano sobre su hombro derecho.
Para su mayor sorpresa, éste estaba totalmente caliente.
Acto seguido, se desmoronó y calló al suelo, inconsciente.
-¡Michael!- gritaron los tres mientras se agachaban rápidamente para ayudarlo.
-¡Tenemos que llevarlo a la enfermería!- gritó Ren.
-Iré a llamar a un profesor, vosotros quedaos con él- dijo Tom.
-Sí.
Mientras tanto, en la calle, Jun seguía corriendo en dirección a su casa.
Saya la seguía de cerca, pero aún así no podía alcanzarla.
-¿Qué ha pasado? No lo he entendido muy bien- le dijo la voz de Lirin mientras corría.
-No lo sé. De repente se ha puesto así y ha cortado con Michael...
-Sabía que no debiste decir nada, eso fue la gota que colmó el vaso.
-¡No me eches ahora la culpa a mí!
-Pero es tu culpa.
-Si él no confiaba en ella, tarde o temprando se iba a dar cuenta. Yo solo he sido la que lo ha adelantado todo.
-Pero piensa que ahora es muy posible que ella no quiera enfrentarse a su Padre.
-¿Qué?
-El motivo por el que ella iba a luchar era para proteger a Michael. Ahora que se ha enfadado así... ¿crees que seguirá queriendo luchar por esa razón?
-Ya, pero... ¿qué podemos hacer?
-Solo convencerla de que no haga locuras... Y yo que pensé que la que me iba a dar problemas ibas a ser tú...
-Pues lo siento si ha sido al revés.
-De todas formas... síguela y evita que se meta en problemas. Tal como está la situación, es tu deber arreglarlo. Así que... ¡corre!
-Ya va, ya va...
Al cabo de unos minutos, Jun llegó a su casa, abrió la puerta rápidamente y se adentró en ella cerrándola de nuevo, pero sin llave.
Una vez que su perseguidora se encontró a la altura del portal, entró también.
Cuando hubo avanzado unos pocos pasos, pudo darse cuenta de que Jun se encontraba ahora recostada sobre el sofá, boca abajo y aparentemente, llorando.
-Si te ibas a poner así, no haber dicho lo que dijiste.
-Pero es que es cierto. Estoy harta de todo esto... ¿qué clase de novio no confía en su novia?
-Aquellos que no se dan cuenta de nada. ¿No viste como estaba? Parecía ido...
-Me da igual. Si se encontraba mal, habérmelo dicho.
-No querría preocuparte.
-Eso es que no confía en mí. Lo mires por donde lo mires, la respuesta me da la razón. Tal vez me equivoqué al pensar que él era diferente al resto...
-No creo que haya sido así.
-¿Cómo lo sabes?
-Pues...- dijo mientras se sentaba sobre el borde del sofá y le acariciaba la cabeza lentamente-. porque he estado dentro de ti mucho tiempo y he vivido lo que tú.
-De todas formas ya no puedo volver...
-¿Cómo que no?
-Dije que me iba, ¿recuerdas?
-Pero yo aún sigo.
¿Qué quieres decir?
-Somos gemelas. Puedes hacerte pasar por mí e ir de incógnito. Una vez allí, te disculpas con él y asunto zanjado.
-No sería capaz de mirarle a la cara...
-Oh, vamos. ¿Desde cuando eres una cobarde? Me estás dejando en evidencia.
-Lo siento, pero no puedo hacerlo... He sido muy dura con él... ¿Y si ya no quiere volver a verme jamás?
-Qué pesimista... Estás actuando como una adolescente humana.
-Es que lo soy.
-Tú eres de una raza superior. Nunca lo olvides.
-Ya... lo que tú digas.
-Eres de la realeza de nuestro mundo. Como para no serlo.
-Pero...
-De todas formas, es mi culpa. No debí enfrentarme a esas chicas. Perdóname.
-No es culpa tuya. Solo querías hacer que se alejasen de mí- dijo mientras se incorporaba y la abrazaba-. Gracias, Saya...
-No las merezco...- respondió mientras le correspondía el abrazo.
En ese mismo instante, en el instituto, se encontraban John, Tom y Ren en la enfermería, esperando a que les dijesen algo sobre el estado de su capitán.
En eso, la enfermera salió a comunicarles lo delicado del asunto.
-Parece ser que Michael tiene una fiebre elevada. Le hemos colocado el termómetro y éste nos indica que su temperatura es de unos cuarenta y dos grados. Aún no sabemos la causa aparente, pues no padece ningún otro síntoma de resfrío. En estos casos, lo mejor es llamar a sus Padres y que ellos decidan si enviarlo al hospital o no.
-Espere, ¿ha dicho cuarenta y dos grados?
-Sí. He mirado a ver si era que el termómetro estuviese averiado, pero está perfectamente. Voy a llamar a sus Padres, podéis pasar a verlo si queréis. Eso sí, no arméis escándalo, por favor, él necesita reposo.
-Claro, no molestaremos.
-Gracias. Si me disculpáis...
Seguidamente, salió de la sala tranquilamente.
Acto seguido, los tres pasaron la cortina que separaba las camas de la puerta de salida y se acercaron hasta el chico, el cual estaba aún inconsciente.
-¿Creéis que ha sido por lo de Jun?
-No lo creo... él estaba algo apagado desde esta mañana.
-Pero estoy seguro de que lo de Jun le ha afectado bastante y ha terminado de enfermarlo.
-El mal de amores es increible. Aunque supongo que es algo que nunca comprenderemos tanto como él.
-Por ahora, lo que debemos hacer es apoyarlo. Ahora más que nunca es cuando necesita a sus amigos.
-Tienes razón.
-Chi...cos... - susurró una voz seca.
-¡Capitán!- gritaron los tres al ver de quien se trataba.
-No deberías hacer esfuerzos, tienes mucha fiebre.
-¿Dón...de...?
-Estás en la enfermería.
-No... no es... eso...
-¿Entonces qué?
-Déjalo, Ren. Capitán, lo mejor será que no hables- le dijo John, preocupado.
-Jun... dónde...
-Capitán, ella no va a venir...
-¿No recuerdas lo que pasó antes de que te desmayaras?
-No...
-Michel, ella...
Pero justo antes de que le dijese nada, Tom le tapó la boca y lo alejó un poco para que no pudiese oirlos.
-Shhh, ¿pretendes que empeore o qué?
-Pero tenemos que decírselo. No puede seguir pensando que ella es su novia.
-Por ahora le diremos que ella está ocupada con algo y que no puede venir. No quiero que se ponga peor con lo de Jun.
-Sé que quieres ayudarlo, pero si se da cuenta por alguien que no seamos nosotros, ¿crees que seguirá queriendo ser nuestro amigo?
-Lo hacemos por su bien, además... aún cabe la posibilidad de que todo se arregle.
-No sé tú, pero yo veía a Jun muy convencida de lo que decía.
-Es posible que estuviese furiosa y no se diese cuenta del daño de sus palabras. Estoy seguro de que ella aún lo ama.
-Ya, pero... ¿por qué estás tan seguro de que volverán juntos?
-Porque ella no soporta ver a Michael sufrir. En cuanto lo vea así, se preocupará y se acercará corriendo a ver qué le pasa. Siempre ha sido así.
-No sé yo... Opino que sueñas demasiado.
-Tú mantente callado y punto.
-Vale, vale. No quiero sufrir tu cólera.
-Eso, eso. Más te vale.
Después de eso, ambos regresaron donde su capitán.
-Verás, Michael...- prosiguió Ren-. Ella está muy ocupada ahora mismo. Tanto, que ha tenido que irse del instituto un tiempo. De todas formas, lo más importante ahora es que tú te mejores. La enfermera ha ido a llamar a tus Padres. Estarán aquí en seguida.
-De... acuerdo...
Seguidamente, se durmió de nuevo.
-Vaya... parece que está agotado.
-Supongo que hasta él se enferma así de vez en cuando.
-Es un humano, tío. Claro que se puede poner enfermo.
-Bueno, bueno... solo lo decía porque nunca lo había visto así.
-Chicos, será mejor que salgáis ya- dijo la enfermera mientras entraba en la sala-. Michael debe descansar, además de que su Madre ya viene para aquí.
-Suerte, enfermera.
-Ánimo- dijeron mientras salían y cerraban la puerta a su paso.
-¿Eh?-preguntó extrañada.
Pasaron los minutos y, después de media hora, la puerta de la enfermería se abrió de manera brusca, dejando así pasar a una mujer elevadamente exaltada.
-¡Mi niño, ¿dónde está mi niño?!- gritaba, histérica.
-Tranquilícese, señora. Su hijo es Michael, ¿cierto?
-Pues claro, ¿acaso no se nota el gran parecido que tiene conmigo? Pero dejémonos de tonterías, ¿dónde está mi angelito?
-Está acostado en la cama, descansando. Si lo cree necesario, puedo llamar a una ambulancia para que venga a buscarlo. Antes le dije que su temperatura era de cuarenta y dos grados, pero en este tiempo ha aumentado un grado. Lo más lógico sería llevarlo al hospital.
-¡¿A qué espera, entonces?! ¡Llame a quien haga falta! Solo quiero que mi niñito se ponga bien de nuevo- dijo mientras hacía como que se secaba las lágrimas, aún cuando no tenía ninguna.
-Enseguida- dijo mientras salía al pasillo, aliviada por alejarse un rato de aquella escandalosa señora.
-Oh, Michael- dijo mientras se acercaba a la cama donde el chico descansaba-. Otra vez no...- susurró mientras le ponía una de sus manos sobre su cabeza, acariciándole así su suave pelo rubio-. Por favor... que esta vez no te pase nada...

Corazón oscuro 38

Episodio 38º

Cuando el grupo entró en el edificio, Saya se paró en seco y Jun la imitó al verla.
-¿Qué pasa?- le preguntó, extrañada.
-Tengo...
-¿Si?
-Tengo que ir al baño un momento...- dijo, con una cara algo extraña.
-¿Te pasa algo?
-No... no lo sé...
Seguidamente, la chica se echó a correr.
-¡Eh, espera!- gritó Jun mientras la seguía.
-¡Pero chicas, que queda poco para que empiece la primera clase!
-Tranquilos, ya iremos más tarde- dijo mientras desaparecía tras una esquina.
-Qué extraño...- dijo Ren.
-Debe de sentirse mal. A lo mejor es el cambio de tiempo. ¿De dónde decíis que vino?
-Ni idea...- dijo mientras seguían adentrándose en el edificio y subían las escaleras rumbo al aula.
Mientras tanto, Jun perseguía a Saya rápidamente.
-¡Para, Saya! ¡Dime qué te pasa!
-¡Te digo que no lo sé!-gritó, sin dejar de correr.
Al cabo de un rato, la chica llegó a la puerta del baño y entró dentro.
Jun, al llegar después, hizo lo mismo y se la pudo encontrar dentro, mirándose al espejo.
-Saya... ¿estás bien?- dijo mientras se acercaba lentamente y le ponía una de sus manos sobre su hombro izquierdo.
-No... no lo sé...
-¿No sabes qué te pasa?
-De repente... de repente me ha asustado algo y no he podido evitar salir corriendo...
-¿Pero qué ha sido? Allí no había nada.
-Lo sé, pero... ha sido como una sensación que he tenido. No puedo explicarlo...
-¿Una... sensación? No estarás queriendo hacer algo malo, ¿verdad?
-No es eso... He... he sentido como si alguien hubiese despertado... alguien malvado y terrible... Mucho peor que yo...
-¿Pero de qué estás hablando? ¿Quieres decir que has sentido como si alguien que estaba durmiendo se hubiese despertado de repente?
-Sí... eso es...
-Yo sé qué ha podido causar ese escalofrío que ha sentido Saya- dijo una voz a sus espaldas.
-¡Lirin!- gritó Jun al verla.
-Lo más probable es que haya sentido como tu Padre... bueno, vuestro Padre... se ha despertado.
-¿Mi Padre? ¿Por qué iba Saya a sentirlo y yo no?
-Porque ella es tu parte malvada, Jun.
-¿Solo por eso?
-Sí. Al ser ella tu parte malvada, está en contacto con la parte malvada de vuestro Padre. Y como él ahora es todo mal, pues ha sentido cómo se ha despertado de su letargo.
-¿Quieres decir que él ha estado durmiendo todo este tiempo?
-Sí... Lo más seguro es que estuviese recuperando fuerzas. Recuerda que quiere hacerse con el poder para controlar todo el mundo. Este y el nuestro.
-Ya...
-Pero no te preocupes, Saya. Él está muy lejos de aquí, es por eso que no podrá hacerte nada.
-¿Por qué iba él a querer hacerle algo a ella? Solo es mi parte malvada en un muñeco vital.
-Me temo que tu Padre cree que, para lograr su objetivo, tiene que hacerse antes más malvado aún. Y piensa que la manera de hacerlo es absorviendo a Saya.
-¿Cómo sabes tú eso?
-Es lo que tu Madre cree. Ha convivido algunos años con él y sabe cómo piensa. Puede que se enamorase de él, pero aún así le vigilaba de cerca.
-Ya veo...
-Aún así, volved a clase. Yo estoy cerca, así que nadie con esencia mágica podrá acercarse aquí sin que yo lo note.
-Vale... Saya, volvamos.
-Sí...
Después de eso, Lirin desapareció y Jun acompañó a Saya hasta la clase.
Todos, al verlas, se quedaron bastante sorprendidos.
-Como os decía, os presento a vuestra nueva compañera- prosiguió el profesor después de que ambas irrumpiesen en la sala-. Ella se llama Saya Fujineko y, como podéis comprobar, es la hermana gemela de Jun. Te damos la bienvenida a nuestro instituto. Espero que te sientas a gusto aquí. Si tienes alguna duda, puedes preguntarme a mí, a tu hermana o al delegado.
-¡Sí!- dijo el delegado levantándose rápidamente para que conociese su identidad.
-Bien... gracias.
-Puedes sentarte justo detrás de Jun. Que ella te indique dónde es.
Seguidamente, Jun avanzó hasta su asiento, colocó su cartera en la perchita y se sentó.
Saya, al verla, hizo lo mismo pero en el asiento de detrás del de la chica.
-Bueno. Hoy proseguiremos con las preguntas del cuestionario de literatura. Espero que os hayáis leido el libro y que las hayáis respondido todas. Saya, como tú eres nueva, solo hace falta que atiendas y las vayas respondiendo sobre esta hoja, toma- dijo mientras le tendía la hoja con las preguntas.
-Ah... claro.
Las horas pasaron y las clases se hacían cada vez más pesadas.
Lo único que había de gratificante en ellas era que, como había una alumna nueva, pues todos los profesores perdían algo del tiempo inicial de la clase para darle la bienvenida y comunicarle cómo hacían las cosas en aquella asignatura.
Por supuesto, todos los alumnos estaban encantados con aquello, así que aprobechaban el tiempo para hablar entre ellos.
Al llegar el tiempo del recreo, bastantes alumnos y alumnas se acercaron hasta Saya para preguntarle cosas sobre su vida. La chica, por su parte, no estaba muy encantada con aquello. Odiaba que la agobiasen de esa manera.
-¿Y de dónde has venido?
-Eso, eso. ¿Dónde era el intercambio?
-¿Desde cuándo has estado allí?
-¿Por qué has regresado ahora? ¿se acabó el tiempo estipulado?
-No te habrán echado de allí por cometer algún acto bandálico, ¿no?
Las preguntas iban y venían, pero ninguna de ellas obtenía respuesta.
Aparentemente, Saya estaba haciendo un gran esfuerzo por no descontrolarse y acabar hiriendo a alguien, tal como había acordado.
-Parece que tu hermana está en apuros. ¿No vas a entrar en el bucle que se ha formado a ayudarla?
-No... quiero ver si es capaz de aguantar todo eso- le respondió a Ren.
Los cinco observaban todo lo que se había formado alrededor de la mesa de Saya desde la mesa de Michael, el cual estaba sentado sobre su silla con Jun sentada sobre sus piernas, pasándole él así uno de sus brazos por la cintura y esta, a su vez, uno de los suyos por sus hombros.
-Qué mala eres, Jun...- le dijo Ren, sentado sobre la mesa del chico.
-Bueno... es que quiero que lo solucione por sí misma. Si yo la ayudase, no le haría demasiado bien, ¿no crees?
-Sí, pero... un poco de ayuda nunca viene mal.
-De todas formas, estoy probando una cosa.
-¿El qué?
-Es un pequeño proyecto personal, nada importante.
-Vaya... ¿no nos lo vas a contar?- le preguntó John.
-No, lo siento. Son cosas mías.
-Como quieras.
-Bueno... ¿qué hacemos?- preguntó Michael.
-No sé...- respondió Ren-. La verdad es que me gustaría preguntarle también algunas cosas a tu hermana, Jun. Pero veo que no le hace demasiada gracia.
-Ya... creo que no tolera demasiado que la molesten así.
-Pues si yo fuera ella, ya habría hecho rato que habría saltado.
-Sí... eso es lo que intento ver.
-Así que pruebas la resistencia de tu hermana... No retiro lo de que eres mala, eh.
-Bueno... si tú lo crees así.
-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, parad de una maldita vez!- gritó Saya mientras se levantaba bruscamente.
-Vaya, saltó.
-Ni que fuera un resorte.
-Ya, ya...
-¡¿Queréis dejar de preguntarme cosas?! ¡No os pienso responder, a ver si os enteráis de una vez!
-Qué arisca- dijo uno.
-¿Arisca?- preguntó mientras le enfocaba y se le iluminaban los ojos con un brillo tenebroso.
-Eh... sí...- dijo al verla, asustado.
-Si yo soy arisca...- dijo con una sonrisa malvada mientras se le acercaba-. ¡Tú eres un maldito mocoso pesado!- le gritó justo en frente de su cara, a apenas unos centímetros de distancia.
El chico cerró los ojos del miedo y salió corriendo acto seguido.
-Bah, qué miedica. ¿Alguno más?- dijo mientras se viraba hacia el resto de la gente.
-¡No!- gritaron todos al unísono mientras se iban rápidamente en direcciones diferentes.
-Je... perfecto. Así mejor- dijo mientras regresaba a su asiento y se sentaba.
-Hasta mucho has durado- le dijo Jun, que estaba de pie frente a su mesa.
-Bah, tú tampoco lo habrías soportado.
-He aguantado cosas peores. Al menos a ti no te marginan.
-No, yo diría que ahora me temen. Estos humanos y sus temores.
-Te recuerdo que tú ahora mismo eres algo menos que un humano. Eres un muñeco, ¿recuerdas?
-No me lo recuerdes. Odio que me hayan metido en esta cosa. En tu cuerpo podía hacer lo que quería...
-Sí, claro... Así hasta yo...
-¿Y por qué no?
-¿Qué?
-Quiero decir... ¿por qué no te vengas de todos aquellos que se burlaron de ti? Con tus poderes, los machacarías hasta dejarlos secos.
-Yo no soy así. A mí no me gusta vengarme de la gente.
-Sí, claro... Me olvidaba de que eres la niña buena de Mamá que intenta por todos los medios hacer lo que ella le ordena muy obedientemente. ¡¿Por qué no te liberas de toda esa carga y les dices que no?! ¡Si yo fuera tú, ahora mismo estaría lejos de donde pudiesen encontrarme haciendo lo que me da la gana tan tranquila! ¡Si no quieres luchar por esa causa porque te asusta, ¿por qué coño no huyes y te das la vida de lujo como podrías perfectamente hacerlo?!- le gritó mientras se levantaba para encararla.
-¡Porque yo no pienso dejar atrás a toda la gente que me importa solo porque tengo miedo!- le respondió, con lágrimas en los ojos-. ¡Puede que tú sí fueras capaz de huir, pero yo no! ¡No me atrevo a dejar aquí a nadie valioso para mí para que corra el riesgo de ser aniquilado por mi Padre! ¡Jamás haría eso!
-¡Siendo tan humilde no llegarás a nada! ¡Esa bondad solo te puede llevar a un rincón sin salida, ¿acaso no lo ves?!
-¡Pues no, no lo veo! ¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡¿No te importa nadie?!
-¡Pues sí, me importas tú, imbécil!
-¿Qué?
-Sé que no tengo derecho a decirlo, pero es la verdad. A pesar de que seamos casi la misma persona, solo me preocupo por ti. ¡¿Por qué te crees que hago todo lo que hago?!
-Pero... eso quiere decir que... todo lo que le intentaste hacer a Tom y todo lo que me has contado ahora... ¿era tu manera de protegerme a mí?
-Uh...- resopló mientras miraba para otro lado.
Seguidamente, Jun la abrazó rápidamente mientras lloraba.
-¡Lo siento! ¡Perdóname!
-¿Qué...? Pero...
-Pensé que solo lo hacías porque te gustaba hacerle daño a la gente...
-Y me gusta, pero... Para mí, lo más valioso serás siempre tú, Jun- dijo mientras la abrazaba también.
-Pero no hagas nada malo, por favor- le dijo mientras se separaba de ella-. No quiero que hieras a nadie por mí, estoy bien, en serio. Todo lo que antes me pasaba... yo no existe, es parte del pasado. No me gustaría ver cómo asesinas a gente por mí, no podría soportarlo.
-Vale... lo intentaré...
-Bien- dijo mientras le dejaba ver una gran sonrisa de satisfacción.
-Bueno... ¿me disculpas? Creo que tengo que ir al baño.
-Ah, vale, pero... ¿los muñecos van a la baño?
-No lo sé... Pero recuerdo cómo era eso de tener ganas de ir, así que es por eso por lo que ahora te digo que necesito ir.
-Vale... ve.
-Hasta luego.
-Sí...
Después de eso, Saya se marchó de la clase.
Mientras avanzaba, no podía creerse que le hubiera confesado aquello a Jun. Aquel no era su estilo, y ella lo sabía de sobra.
Al cabo de un rato, entró en el baño y, pasados unos minutos, salió poniendo rumbo de vuelta al aula.
Pero justo antes de girar la esquina del pasillo, tres chicas le taponaron el camino.
-Anda... pero si es Jun.
-¿Qué? Yo no...
-No te hagas la tonta ahora, niña. Como ahora tu hermana ha venido, te crees más fuerte, ¿no? Pues que sepas que nosotras no vamos a flaquear con respecto a nuestro asunto pendiente.
-Escucha, Lissy, me da igual lo que me digas, no me interesa. Además, yo no soy...- pero rápidamente se tapó la boca.
La verdad es que lo había estropeado.
Era imposible que ella, que era nueva, se supiese su nombre. Así que ahora no podía decirle que en realidad no era Jun, así que tuvo que aguantarse y esperar a que aquellas tres pesadas se marchasen.
-¿Qué? ¿Ahora te quedas callada? Que sepas que ya no tenemos miedo de esos poderes extraños que posees. Nos hemos estado mentalizando todo este tiempo, ya no nos asustas. ¡Por Michael somos capaces de cualquier cosa!
-Claro... Y aún así fuiste capaz de decirle al profesor en aquella ocasión que él te había atacado. Si sois capaces de decir estupideces como estas por él, ¿por qué no sois capaces también de afrontar los castigos por él? Qué estupidez más grande. Vosotras no sentiis nada por él, solo le queréis porque es guapo y no sé qué cosas más. Sois despreciables- les dijo mientras sus pupilas se volvían paralelas, cual gato.
Pero entonces se dio cuenta, ya lo había hecho otra vez.
Se había jurado mantenerse callada y aguantar hasta que se fueran, pero ahora lo había enredado todo más aún.
No podía creerse que hubiera sido capaz de decir aquello. Ahora era imposible demostrar que ella no era la chica con la que ellas creían estarse metiendo.
-Eso... eso fue un error mío, nada más. No pensé en las consecuencias.
-Claro que no lo hiciste, arpía despiadada. Deberíais morir las tres y dejar de molestar. Vuestra presencia me irrita, así que será mejor que os larguéis de mi vista si no queréis que empiece a partios la cara una por una.
-¿Te crees muy dura solo porque Michael es tu novio, no? Pues veamos si lo eres realmente cuando toda la escuela se entere de lo que nos has dicho. A ver si tu querido Michael te sigue queriendo tanto.
-¿Y quién os va a creer? Sois las locas del centro.
-A nosotras puede que no, pero a esta videocámara seguro que sí que la creen- dijo mientras la sacaba de donde estaba oculta.
-Grr- gruñó al verla-. ¡Trae acá eso!- gritó mientras se avalanzaba sobre ella.
-Chicas- dijo.
-¡Sí, jefa!
Seguidamente, las otras dos se pusieron entre ellas, cortándole así el paso.
-Hasta nunca perdedora- le dijo mientras se iba corriendo.
-¡Maldita sea! ¡Dejadme pasar, estúpidas!- dijo mientras las empujaba y caían al suelo.
Después de eso, se apresuró a perseguirla, pero al llegar a una esquina, ya la había perdido de vista.
-¡Maldición! ¡Si aún tuviese mis poderes, esto no habría pasado!
Mientras tanto, en el patio donde se encontrraban Michael y los demás y todos los alumnos de su clase, Lissy se había puesto encima de un banco reclamando así antención. Las únicas que faltaban eran las hermanas, pues Jun se encontraba en el baño del otro edificio y Saya no había podido plantearse que hubiese ido hasta ahí.
-¡Escuchadme con atención, Michael y demás!- gritó.
-¿Qué quieres ahora, pesada?- le preguntó Ren, algo angustiado porque había detenido su partido de fútbol.
-Quiero que todos veais, en especial tú, mi querido Michael, lo que vuestra tan adorada Jun nos ha dicho a mis amigas y a mí hace tan solo un momento.
Acto seguido, la chica sacó la videocámara y se bajó del banco, formándose así un gran grupo a su alrededor.
Cuando todos hubieron visto el vídeo, se quedaron bastante sorprendidos. Se lo habían tragado de lleno, de eso no cabía duda.
-Ey, ¿qué pasa?- dijo la verdadera Jun mientras llegaba del otro edificio.
-Eso mismo te decimos nosotros a ti, Jun. ¿Qué te pasa?
-¿Eh? ¿Por qué lo preguntas, John?
-No te hagas la tonta, lo hemos visto todo. Lissy nos lo ha enseñado- le dijo otro chico de su clase.
-¿El qué? ¿Qué os ha enseñado?- preguntó, sin saber de qué se trataba aún.
-Jun... tú...- tartamudeó Michael.
-¿Yo qué? No me estoy enterando de nada. ¿Qué es? ¿Una especie de comedia sobre mí o qué?
-Me parece despreciable que siga intentando hacerse la inocente. ¿Por qué no admites ante todos que nos has amenazado de muerte a mis amigas y a mí?
-¿Cómo? Si yo he estado en el baño del otro edificio todo el tiempo.
-No somos idiotas, Jun.
-¿No os habréis confundido con Saya? Ella suele ser algo violenta a veces... pero no es culpa suya...
-No ha podido ser ella porque tú eres la única que sabía lo que pasó aquella vez con Michael. La única de las dos, quiero decir.
-¿Eh? Pero si yo...
-Jun...
-¿Tú las crees, Michael?
-Nos han mostrado un vídeo...
-¡Pero Michael, tú sabes perfectamente que yo no sería capaz de algo así!
-¡Silencio! No dudaremos en enseñarle esto al director del instituto y así tomarán medidas contra ti.
-¡Serás expulsada, Jun!
-¡Se te va a caer el pelo!
-¡No te nos acerques más!
-¡Y pensar que creíamos que eras buena persona!
-¡Mala persona!
Esas eran muchas de las cosas que le decían todos los alumnos de su clase.
La verdad es que no sabía qué hacer, solo deseaba salir corriendo.
"¿Por qué no te vengas de todos aquellos que se burlaron de ti? Con tus poderes, los machacarías hasta dejarlos secos."
Sí, cierto... aquello que Saya decía tenía sentido. Si no la creían, entonces solo le quedaban dos opciones. O huir, o luchar. Y estaba claro que no iba a huir, así que...
Seguidamente, bajó la cabeza haciendo así que su fleco le tapase la cara. Sus ojos tomaron un color rojo furia y sus pupilas volvieron a tornarse verticales.
Ya solo le quedaba... atacarles a todos...